/ lunes 24 de enero de 2022

Democracia y debate | El caos, en La Casa de Papel

Somos hijos del caos, fue este lo primero que existió, es del caos que se desprende todo lo que después existe sobre la tierra y en el universo entero. Zeus tiene que estremecer al caos para vencer a los Titanes y comenzar a poner orden bajo sus leyes. El Génesis señala que al principio no había nada, reinaba el caos, sólo había oscuridad, hasta que Dios dijo “Que haya luz”. Así nos apartamos de las tinieblas y comenzó el orden en todo lo que se fue creando.

Existe una exitosa serie en Netflix, que se llama “La Casa de Papel”, donde lo que reina es el caos, podemos ver un desorden sistematizado y organizado donde la regla número uno es permanecer en este desorden organizado y planificado de forma incluso muy sofisticada, creando una confusión tal que la sociedad que se presenta en la serie llega a estar completamente perdida, sin saber quiénes son los buenos y quiénes son los malos, qué es lo bueno y qué es lo malo, un retrato absoluto de falta de ética en todos los sentidos y a todos los niveles.

Así pasan los capítulos, adornados con personajes de lo más variado, súper policías que cambian de bando, ladrones que son héroes, asesinos que son justicieros, traiciones que se “entienden”, víctimas que se convierten en victimarios y la fantasía de que se puede retar y vencer al Estado.

El Estado, “El sistema”, es el gran culpable, hay que vengarse de él, nos la debe, ellos, los hijos del sistema, son los verdaderamente malos, son ellas, las instituciones las que lastiman, no nosotros los delincuentes. Así hablan los personajes.

En la serie, los representantes de las instituciones torturan, actúan como lo que son, humanos comunes y con las mismas limitaciones que los delincuentes que de pronto son héroes. Todo acompañado con grandes imágenes, efectos, fotografía, actuaciones aceptables, mucha música, amor y desamor.

Sólo falta una cosa y la ausencia de esta es lo que permite que el caos reine en La Casa de Papel y se vuelva tan seductora, falta el rayo de Zeus, falta la luz de Dios, falta la Ley.

Salgamos de la pantalla donde se permite que el caos sea el soberano, entremos a nuestro intento de orden social, donde a lo único que nos podemos abrazar como sociedad es a la Ley, es esta como la luz y como el rayo, lo que nos debe de marcar el camino de convivencia y de relaciones, sólo de esta forma no habrá confusiones entre quiénes son los buenos y quiénes son los malos, entre lo bueno y lo malo, entre lo que es ético y lo que no lo es.

Si no nos separamos de las normas no hay confusiones, es muy claro, todo está escrito y hay que cumplirlo y sancionar como corresponda a quien no lo cumpla, puede ser que no sea lo más justo, pero es la única herramienta que tenemos contra el caos y la única que ha funcionado, de no ser así seguiríamos sumidos en el caos, en la completa oscuridad sobre todos y viviendo en La Casa de Papel.

Somos hijos del caos, fue este lo primero que existió, es del caos que se desprende todo lo que después existe sobre la tierra y en el universo entero. Zeus tiene que estremecer al caos para vencer a los Titanes y comenzar a poner orden bajo sus leyes. El Génesis señala que al principio no había nada, reinaba el caos, sólo había oscuridad, hasta que Dios dijo “Que haya luz”. Así nos apartamos de las tinieblas y comenzó el orden en todo lo que se fue creando.

Existe una exitosa serie en Netflix, que se llama “La Casa de Papel”, donde lo que reina es el caos, podemos ver un desorden sistematizado y organizado donde la regla número uno es permanecer en este desorden organizado y planificado de forma incluso muy sofisticada, creando una confusión tal que la sociedad que se presenta en la serie llega a estar completamente perdida, sin saber quiénes son los buenos y quiénes son los malos, qué es lo bueno y qué es lo malo, un retrato absoluto de falta de ética en todos los sentidos y a todos los niveles.

Así pasan los capítulos, adornados con personajes de lo más variado, súper policías que cambian de bando, ladrones que son héroes, asesinos que son justicieros, traiciones que se “entienden”, víctimas que se convierten en victimarios y la fantasía de que se puede retar y vencer al Estado.

El Estado, “El sistema”, es el gran culpable, hay que vengarse de él, nos la debe, ellos, los hijos del sistema, son los verdaderamente malos, son ellas, las instituciones las que lastiman, no nosotros los delincuentes. Así hablan los personajes.

En la serie, los representantes de las instituciones torturan, actúan como lo que son, humanos comunes y con las mismas limitaciones que los delincuentes que de pronto son héroes. Todo acompañado con grandes imágenes, efectos, fotografía, actuaciones aceptables, mucha música, amor y desamor.

Sólo falta una cosa y la ausencia de esta es lo que permite que el caos reine en La Casa de Papel y se vuelva tan seductora, falta el rayo de Zeus, falta la luz de Dios, falta la Ley.

Salgamos de la pantalla donde se permite que el caos sea el soberano, entremos a nuestro intento de orden social, donde a lo único que nos podemos abrazar como sociedad es a la Ley, es esta como la luz y como el rayo, lo que nos debe de marcar el camino de convivencia y de relaciones, sólo de esta forma no habrá confusiones entre quiénes son los buenos y quiénes son los malos, entre lo bueno y lo malo, entre lo que es ético y lo que no lo es.

Si no nos separamos de las normas no hay confusiones, es muy claro, todo está escrito y hay que cumplirlo y sancionar como corresponda a quien no lo cumpla, puede ser que no sea lo más justo, pero es la única herramienta que tenemos contra el caos y la única que ha funcionado, de no ser así seguiríamos sumidos en el caos, en la completa oscuridad sobre todos y viviendo en La Casa de Papel.