/ miércoles 12 de enero de 2022

Democracia y debate | El libro de piedra

Hugo es un niño, hijo de un hechicero, el cual, para proteger su libro mágico, convierte a su hijo en piedra, quedando así en custodia del valioso libro de su padre, mientras él encuentra la forma de volver de otro mundo. Así más o menos es el tema de una de las películas mexicanas más “aterradoras” de nuestra infancia, película de finales de los 60, que provocó miedo en los niños de aquella época, no sé si en este tiempo provoque las mismas emociones en la infancia de hoy día.

El punto es que la estatua fue destruida en un ataque de miedo por el padre de una pequeña niña que se había convertido en amiga de Hugo, amistad que no era vista con buenos ojos y generaba gran temor en la familia. Resultado de esta acción, que destrozó la estatua, la niña tomó su lugar y así convertida ahora ella en piedra, quedó a la guarda del libro mágico, dejando en el completo desconsuelo a sus padres.

Resulta entonces que una estatua ha sido nuevamente destruida, y no en una película, en la vida real y en un lugar real, que también ha estado envuelto en el misterio e incluso en los mitos y leyendas que tienen que ver con la magia, me refiero al municipio de Atlacomulco en el Estado de México, cuna de por lo menos 3 generaciones de políticos priistas que durante años lograron tomar el poder, mantenerlo y heredarlo.

Así como la estatua de Hugo, que sostenía el libro de su padre fue destruida, también lo fue una estatua que se había colocado representando a Andrés Manuel López Obrador, nuestro presidente, la cual apareció como la de Hugo destruida, sólo que en este caso nadie ha tomado todavía su lugar en forma de piedra.

Que los hechos señalados, los de Atlacomulco, no los de la película, se dieran, porque los de la película evidentemente no sucedieron en realidad, es muy significativo, por cada acción realizada y el lugar donde sucedieron las cosas.

Un caso similar también ocurrió en un momento crítico y ante la mirada universal, este fue la destrucción de la estatua de Saddam Hussein, en 2003 en Bagdad, escena cargada de significado.

También como en el cine, las series de televisión nos muestran estos ejemplos de comportamientos sociales ante los símbolos, este nos lo brindó Bart Simpson, cuando por buscar aprobación social le corta la cabeza al fundador de Springfield, Jeremías.

Así la realidad y la ficción nos muestran construyendo símbolos, cargados de mensajes, para luego destruirlos y así mandar otros mensajes.

La historia registra todo y lo conserva en un libro de piedra.

Hugo es un niño, hijo de un hechicero, el cual, para proteger su libro mágico, convierte a su hijo en piedra, quedando así en custodia del valioso libro de su padre, mientras él encuentra la forma de volver de otro mundo. Así más o menos es el tema de una de las películas mexicanas más “aterradoras” de nuestra infancia, película de finales de los 60, que provocó miedo en los niños de aquella época, no sé si en este tiempo provoque las mismas emociones en la infancia de hoy día.

El punto es que la estatua fue destruida en un ataque de miedo por el padre de una pequeña niña que se había convertido en amiga de Hugo, amistad que no era vista con buenos ojos y generaba gran temor en la familia. Resultado de esta acción, que destrozó la estatua, la niña tomó su lugar y así convertida ahora ella en piedra, quedó a la guarda del libro mágico, dejando en el completo desconsuelo a sus padres.

Resulta entonces que una estatua ha sido nuevamente destruida, y no en una película, en la vida real y en un lugar real, que también ha estado envuelto en el misterio e incluso en los mitos y leyendas que tienen que ver con la magia, me refiero al municipio de Atlacomulco en el Estado de México, cuna de por lo menos 3 generaciones de políticos priistas que durante años lograron tomar el poder, mantenerlo y heredarlo.

Así como la estatua de Hugo, que sostenía el libro de su padre fue destruida, también lo fue una estatua que se había colocado representando a Andrés Manuel López Obrador, nuestro presidente, la cual apareció como la de Hugo destruida, sólo que en este caso nadie ha tomado todavía su lugar en forma de piedra.

Que los hechos señalados, los de Atlacomulco, no los de la película, se dieran, porque los de la película evidentemente no sucedieron en realidad, es muy significativo, por cada acción realizada y el lugar donde sucedieron las cosas.

Un caso similar también ocurrió en un momento crítico y ante la mirada universal, este fue la destrucción de la estatua de Saddam Hussein, en 2003 en Bagdad, escena cargada de significado.

También como en el cine, las series de televisión nos muestran estos ejemplos de comportamientos sociales ante los símbolos, este nos lo brindó Bart Simpson, cuando por buscar aprobación social le corta la cabeza al fundador de Springfield, Jeremías.

Así la realidad y la ficción nos muestran construyendo símbolos, cargados de mensajes, para luego destruirlos y así mandar otros mensajes.

La historia registra todo y lo conserva en un libro de piedra.