/ martes 7 de septiembre de 2021

Democracia y debate | Extremos, radicales y racistas, ¿a qué vino Vox?

Hace algunos años escuchando las noticias por radio, una funcionaria pública anunciaba el éxito de un programa que consistía en repartir pañales desechables a pequeños niños, hablaba con gran entusiasmo de las bondades de apoyar a las familias y a sus pequeños hijos con estos muy útiles instrumentos de higiene infantil, pero sobre todo señalaba con fuerza y contundencia el extremo cuidado que habían tenido para que los pañales sólo llegaran a “nuestros niños”, garantizando así el correcto alcance del programa, indignado con esta declaración dirigí una carta a esta servidora (sólo de unos niños, de los otros no), la cual nunca tuvo respuesta, estoy seguro de que la destinataria de la misma no entendió lo que en ella plasmaba.

El mundo al parecer cierra los ojos ante el avance de los ultras, lo que sucedió en la Unión Americana, desde la campaña de Trump, hasta el lamentable espectáculo de sus seguidores asaltando el Capitolio de su país, nos da ejemplos más que claros del avance de estos grupos, ante el fracaso de los partidos “tradicionales”, de los liderazgos ausentes y de las respuestas que los ciudadanos buscan con urgencia, en las situaciones más difíciles, es entonces que los radicales encuentran tierra fértil.

Los extremos, plantean ideas, proyectos, propuestas, radicales para supuestamente resolver rápidamente problemas realmente complejos, ese es uno de sus trucos en el discurso, ante los grandes dilemas, ante una realidad compleja, la puerta falsa, de lo que parece sencillo, inmediato y de eficacia automática, cuando sabemos, porque la historia nos lo ha enseñado, que no es así, lo complejo de nuestra sociedad, se va acomodando paulatinamente, lentamente, a movimiento de péndulo de reloj, que no tiene mucha prisa en recorrer de un punto a otro, de un extremo a otro.

Primero nosotros, antes que los otros, nosotros, ya Estados Unidos lo vivió, Francia, Alemania, España, Brasil, han cedido espacios de poder a la ultraderecha, nacionalismo extremo y militarismo. Normalizar el discurso autoritario es algo que no es aceptable en ninguna democracia.

La política es el arte de la negociación, de lograr y llegar a acuerdos, pero cuando te encuentras con un extremista, este arte simplemente desaparece, no es posible llegar a ningún acuerdo, porque las ideas y los argumentos de unos, son dogmas para otros y no están sujetos a ningún tipo de crítica o modificación, son los extremistas mucho más confiados en sus opiniones, están realmente convencidos, por lo que reconocer un error es casi imposible, no pueden distinguir entre lo correcto o incorrecto, porque si está en el marco de su pensamiento siempre será correcto, la resistencia al cambio es total, incluso frente a las evidencias, frente a la realidad, pedir a un extremista que reconozca otras formas de pensar, de reflexionar o de ver el mundo es prácticamente una batalla perdida, difícilmente se adaptan a los cambios, por lo que tienden al autoritarismo, nacionalismo y conservadurismo, tanto los ultra de izquierda como los de derecha están convencidos de estar en lo correcto, consideran tener el monopolio de la verdad, luego entonces se convierten en factor incluso de violencia, ya que surge entre varios el deseo de imponer a los otros esta verdad al costo que sea.

Vivimos una pandemia mundial, que genera crisis, incertidumbre y miedo, terreno más que fértil para que prosperen los extremos, donde todo el mundo busca explicaciones. Tenemos que estar atentos, y vengan de fuera o se presenten desde el interior identificar los extremos con claridad y tener presente que en la historia de la humanidad estos grupos han generado mucho dolor.

Dividir a la sociedad, entre la casta, el otro, el que viene de fuera, el que es el culpable de todos los males de la sociedad. La agenda de los partidos de centro, lamentablemente siente la tentación de mutar a extremos, radicales y racistas.

¿A qué vino Vox?

Hace algunos años escuchando las noticias por radio, una funcionaria pública anunciaba el éxito de un programa que consistía en repartir pañales desechables a pequeños niños, hablaba con gran entusiasmo de las bondades de apoyar a las familias y a sus pequeños hijos con estos muy útiles instrumentos de higiene infantil, pero sobre todo señalaba con fuerza y contundencia el extremo cuidado que habían tenido para que los pañales sólo llegaran a “nuestros niños”, garantizando así el correcto alcance del programa, indignado con esta declaración dirigí una carta a esta servidora (sólo de unos niños, de los otros no), la cual nunca tuvo respuesta, estoy seguro de que la destinataria de la misma no entendió lo que en ella plasmaba.

El mundo al parecer cierra los ojos ante el avance de los ultras, lo que sucedió en la Unión Americana, desde la campaña de Trump, hasta el lamentable espectáculo de sus seguidores asaltando el Capitolio de su país, nos da ejemplos más que claros del avance de estos grupos, ante el fracaso de los partidos “tradicionales”, de los liderazgos ausentes y de las respuestas que los ciudadanos buscan con urgencia, en las situaciones más difíciles, es entonces que los radicales encuentran tierra fértil.

Los extremos, plantean ideas, proyectos, propuestas, radicales para supuestamente resolver rápidamente problemas realmente complejos, ese es uno de sus trucos en el discurso, ante los grandes dilemas, ante una realidad compleja, la puerta falsa, de lo que parece sencillo, inmediato y de eficacia automática, cuando sabemos, porque la historia nos lo ha enseñado, que no es así, lo complejo de nuestra sociedad, se va acomodando paulatinamente, lentamente, a movimiento de péndulo de reloj, que no tiene mucha prisa en recorrer de un punto a otro, de un extremo a otro.

Primero nosotros, antes que los otros, nosotros, ya Estados Unidos lo vivió, Francia, Alemania, España, Brasil, han cedido espacios de poder a la ultraderecha, nacionalismo extremo y militarismo. Normalizar el discurso autoritario es algo que no es aceptable en ninguna democracia.

La política es el arte de la negociación, de lograr y llegar a acuerdos, pero cuando te encuentras con un extremista, este arte simplemente desaparece, no es posible llegar a ningún acuerdo, porque las ideas y los argumentos de unos, son dogmas para otros y no están sujetos a ningún tipo de crítica o modificación, son los extremistas mucho más confiados en sus opiniones, están realmente convencidos, por lo que reconocer un error es casi imposible, no pueden distinguir entre lo correcto o incorrecto, porque si está en el marco de su pensamiento siempre será correcto, la resistencia al cambio es total, incluso frente a las evidencias, frente a la realidad, pedir a un extremista que reconozca otras formas de pensar, de reflexionar o de ver el mundo es prácticamente una batalla perdida, difícilmente se adaptan a los cambios, por lo que tienden al autoritarismo, nacionalismo y conservadurismo, tanto los ultra de izquierda como los de derecha están convencidos de estar en lo correcto, consideran tener el monopolio de la verdad, luego entonces se convierten en factor incluso de violencia, ya que surge entre varios el deseo de imponer a los otros esta verdad al costo que sea.

Vivimos una pandemia mundial, que genera crisis, incertidumbre y miedo, terreno más que fértil para que prosperen los extremos, donde todo el mundo busca explicaciones. Tenemos que estar atentos, y vengan de fuera o se presenten desde el interior identificar los extremos con claridad y tener presente que en la historia de la humanidad estos grupos han generado mucho dolor.

Dividir a la sociedad, entre la casta, el otro, el que viene de fuera, el que es el culpable de todos los males de la sociedad. La agenda de los partidos de centro, lamentablemente siente la tentación de mutar a extremos, radicales y racistas.

¿A qué vino Vox?