/ lunes 10 de enero de 2022

Democracia y debate | Fragilidad

Diego no se llama Diego, pero sí existe, y Mariana no se llama Mariana, pero sí existió…

Siempre que es posible, por las tardes salgo con mis dos hijos al parque, creo que es muy importante que hagan ejercicio, especialmente en este tiempo de coronavirus, donde las escuelas están unas cerradas, otras en esquema virtual y otras en esquema mixto.

No es lo mismo y nunca será lo mismo formarse en compañía de iguales, que solos en casa, por más equipado que se esté con computadoras, portátiles, tabletas, celulares; el juego entre niños, la convivencia escolar, es insustituible, los juegos en los colegios, en sus jardines, en sus canchas son necesarios para la formación integral de las niñas y los niños.

Precisamente por lo anterior es que procuro salir lo más posible a jugar a los parques con mis hijos, con la cajuela llena de pelotas, bicicletas, equipo de beisbol, papalotes, patines y cuanto equipo sea adecuado para correr, jugar, ejercitarse y divertirse.

Así es como mis hijos y yo hemos hecho nuestros algunos parques de Hermosillo, les hemos puesto nombres, ya nos conocen y conocemos a los habituales de cada lugar. Precisamente en uno de estos parques es donde Max y Patricio conocieron a Diego y a Mariana y se hicieron compañeros de juegos, Diego tiene 8 años aproximadamente y Mariana 4, así que las edades eran bastante compatibles. Diego es un niño con una energía que se desborda, supera su bicicleta todavía con rueditas que maneja a una velocidad estrepitosa, Mariana dice que es un mono, porque se trepa en todos los lugares.

La semana pasada, llegamos a nuestro parque (digo nuestro, porque lo es, los espacios públicos son de todos nosotros), de inmediato Diego nos vio tomó su bicicleta (ya sin rueditas) y se unió a los juegos (carreras) con Max y con Patricio. Así pasaba la tarde, yo corría detrás de los tres, para intentar cuidarlos lo más posible, de pronto Diego nos dice, “mi hermana se murió”, y lo comienza a repetir dos, tres veces. —No digas eso Diego, con eso no se juega—, le dije un poco molesto, “es verdad, es verdad”, me respondió, busqué a su niñera y fui a donde se encontraba ésta, con la intención de que juntos reprendiéramos a Diego, —Hola, buenas tardes— saludo, —Diego me está diciendo que…—, no termino de decir nada cuando su niñera me responde, “es cierto, acaba de pasar, se cayó y murió…”, me quedé helado, fui con los tres chicos que seguían jugando y jugué todo lo que pude con ellos, más tarde Diego y su niñera se marcharon a su casa y nosotros a la nuestra, en cuanto los niños se durmieron le conté esto a mi esposa y así los dos hablamos de la fragilidad de nuestra existencia.

Deseo que lo que Diego y su niñera me dijeron sea mentira, espero que cuando regresemos al parque veamos nuevamente a Mariana, trepada en los juegos como chango, como ella lo hacía y le gustaba, con su tutu de bailarina y toda la inocencia de sus apenas 4 años. Pero no será así. No puedo más que hermanarme como padre con sus padres y sin conocerlos hacerme uno con ellos. Diego siempre que él quiera será amigo de Max, de Patricio y yo estaré encantado de corretearlos en nuestro parque que nos protege de nuestra fragilidad.

Diego no se llama Diego, pero sí existe, y Mariana no se llama Mariana, pero sí existió…

Siempre que es posible, por las tardes salgo con mis dos hijos al parque, creo que es muy importante que hagan ejercicio, especialmente en este tiempo de coronavirus, donde las escuelas están unas cerradas, otras en esquema virtual y otras en esquema mixto.

No es lo mismo y nunca será lo mismo formarse en compañía de iguales, que solos en casa, por más equipado que se esté con computadoras, portátiles, tabletas, celulares; el juego entre niños, la convivencia escolar, es insustituible, los juegos en los colegios, en sus jardines, en sus canchas son necesarios para la formación integral de las niñas y los niños.

Precisamente por lo anterior es que procuro salir lo más posible a jugar a los parques con mis hijos, con la cajuela llena de pelotas, bicicletas, equipo de beisbol, papalotes, patines y cuanto equipo sea adecuado para correr, jugar, ejercitarse y divertirse.

Así es como mis hijos y yo hemos hecho nuestros algunos parques de Hermosillo, les hemos puesto nombres, ya nos conocen y conocemos a los habituales de cada lugar. Precisamente en uno de estos parques es donde Max y Patricio conocieron a Diego y a Mariana y se hicieron compañeros de juegos, Diego tiene 8 años aproximadamente y Mariana 4, así que las edades eran bastante compatibles. Diego es un niño con una energía que se desborda, supera su bicicleta todavía con rueditas que maneja a una velocidad estrepitosa, Mariana dice que es un mono, porque se trepa en todos los lugares.

La semana pasada, llegamos a nuestro parque (digo nuestro, porque lo es, los espacios públicos son de todos nosotros), de inmediato Diego nos vio tomó su bicicleta (ya sin rueditas) y se unió a los juegos (carreras) con Max y con Patricio. Así pasaba la tarde, yo corría detrás de los tres, para intentar cuidarlos lo más posible, de pronto Diego nos dice, “mi hermana se murió”, y lo comienza a repetir dos, tres veces. —No digas eso Diego, con eso no se juega—, le dije un poco molesto, “es verdad, es verdad”, me respondió, busqué a su niñera y fui a donde se encontraba ésta, con la intención de que juntos reprendiéramos a Diego, —Hola, buenas tardes— saludo, —Diego me está diciendo que…—, no termino de decir nada cuando su niñera me responde, “es cierto, acaba de pasar, se cayó y murió…”, me quedé helado, fui con los tres chicos que seguían jugando y jugué todo lo que pude con ellos, más tarde Diego y su niñera se marcharon a su casa y nosotros a la nuestra, en cuanto los niños se durmieron le conté esto a mi esposa y así los dos hablamos de la fragilidad de nuestra existencia.

Deseo que lo que Diego y su niñera me dijeron sea mentira, espero que cuando regresemos al parque veamos nuevamente a Mariana, trepada en los juegos como chango, como ella lo hacía y le gustaba, con su tutu de bailarina y toda la inocencia de sus apenas 4 años. Pero no será así. No puedo más que hermanarme como padre con sus padres y sin conocerlos hacerme uno con ellos. Diego siempre que él quiera será amigo de Max, de Patricio y yo estaré encantado de corretearlos en nuestro parque que nos protege de nuestra fragilidad.