/ miércoles 13 de octubre de 2021

Democracia y debate | Las penas con pan, pato y vino

Recientemente escuché algunas reflexiones sobre la imposición de las penas en los sistemas penales en el mundo, las cuales van desde la pena de muerte, mutilación, separación del grupo social mediante aislamiento en centros “penitenciarios”, o cárceles, entre otras.

En México con la finalidad de rehabilitar o de reinsertar a quienes han violado las normas sociales se recluye a estas personas en lugares de aislamiento para castigarlos y como dice la norma (no la realidad), reinsertarlos al grupo social que los ha castigado con sus instituciones por sus acciones.

En relación a la pena de muerte, Amnistía Internacional se opone a ésta en todos los casos sin excepción, considerándolo el exponente máximo de pena cruel, inhumana y degradante, además debemos considerar que en esta no debería existir posibilidad alguna de que el juez se equivoque, sin embargo, han sido muchos los casos donde se condena a muerte y se ejecuta la pena en inocentes.

Otro aspecto que es importante considerar es, si realmente las penas previenen el delito, lo que está directamente relacionado con la certeza de la aplicación de la misma, en este sentido, aparece la impunidad y prácticamente deja la posibilidad de pena sin efecto.

Ahora también están los recientes descubrimientos basados en las neurociencias, que han llevado a teóricos del derecho a replantearse no sólo la aplicación de penas, también toda la reconstrucción de carreras como la del derecho, por las nuevas herramientas que brindan las neurociencias en el conocimiento del comportamiento humano.

La reciente y muy importante reforma al Sistema Penal mexicano, fue orientada hacia la reparación del daño, evitando así los grandes costos de mantener a las personas en prisión, buscando y priorizando que se reparara el daño que se pudiera haber cometido, logrando de esta forma acuerdos, que no muevan al sistema penal, haciéndolo más costoso. Sin embargo, al parecer al gran público social en México esto no le ha hecho mucha gracia, ver a quienes son acusados algún tipo de daño, en la calle y buscando algún acuerdo reparatorio no convence a muchos, nuestra cultura está muy centrada en la pena corporal y no ha sido fácil, entender que el que está sujeto a proceso, no necesariamente debe o tiene que estar detenido.

Entonces estamos llenos de dudas, ¿son las penas necesarias?, ¿sirven las penas?, ¿es posible una sociedad sin penas?, ¿existe realmente eso llamado reinserción social?

Culturalmente estamos enfocados al castigo, desde los orígenes y motivos religiosos, vivimos como vivimos porque es el castigo y la pena a nuestros padres, al comer del fruto prohibido, fueron expulsados del paraíso; La pena impuesta al pueblo del Señor fueron 40 años en el desierto; La pena al ángel caído fue el infierno; En la escuela te dejan sin recreo y en el trabajo te castigan descontándote el sueldo del día.

Apenas hace unos días, México se indignó por ver a Lozoya cenando. Queremos leyes y justicias que nos satisfagan, pero ¿estamos dispuestos a pagar las penas que corresponden a nuestros deseos?

Las penas con pan son menos… Con pato y vino en el caso de Emilio.

Recientemente escuché algunas reflexiones sobre la imposición de las penas en los sistemas penales en el mundo, las cuales van desde la pena de muerte, mutilación, separación del grupo social mediante aislamiento en centros “penitenciarios”, o cárceles, entre otras.

En México con la finalidad de rehabilitar o de reinsertar a quienes han violado las normas sociales se recluye a estas personas en lugares de aislamiento para castigarlos y como dice la norma (no la realidad), reinsertarlos al grupo social que los ha castigado con sus instituciones por sus acciones.

En relación a la pena de muerte, Amnistía Internacional se opone a ésta en todos los casos sin excepción, considerándolo el exponente máximo de pena cruel, inhumana y degradante, además debemos considerar que en esta no debería existir posibilidad alguna de que el juez se equivoque, sin embargo, han sido muchos los casos donde se condena a muerte y se ejecuta la pena en inocentes.

Otro aspecto que es importante considerar es, si realmente las penas previenen el delito, lo que está directamente relacionado con la certeza de la aplicación de la misma, en este sentido, aparece la impunidad y prácticamente deja la posibilidad de pena sin efecto.

Ahora también están los recientes descubrimientos basados en las neurociencias, que han llevado a teóricos del derecho a replantearse no sólo la aplicación de penas, también toda la reconstrucción de carreras como la del derecho, por las nuevas herramientas que brindan las neurociencias en el conocimiento del comportamiento humano.

La reciente y muy importante reforma al Sistema Penal mexicano, fue orientada hacia la reparación del daño, evitando así los grandes costos de mantener a las personas en prisión, buscando y priorizando que se reparara el daño que se pudiera haber cometido, logrando de esta forma acuerdos, que no muevan al sistema penal, haciéndolo más costoso. Sin embargo, al parecer al gran público social en México esto no le ha hecho mucha gracia, ver a quienes son acusados algún tipo de daño, en la calle y buscando algún acuerdo reparatorio no convence a muchos, nuestra cultura está muy centrada en la pena corporal y no ha sido fácil, entender que el que está sujeto a proceso, no necesariamente debe o tiene que estar detenido.

Entonces estamos llenos de dudas, ¿son las penas necesarias?, ¿sirven las penas?, ¿es posible una sociedad sin penas?, ¿existe realmente eso llamado reinserción social?

Culturalmente estamos enfocados al castigo, desde los orígenes y motivos religiosos, vivimos como vivimos porque es el castigo y la pena a nuestros padres, al comer del fruto prohibido, fueron expulsados del paraíso; La pena impuesta al pueblo del Señor fueron 40 años en el desierto; La pena al ángel caído fue el infierno; En la escuela te dejan sin recreo y en el trabajo te castigan descontándote el sueldo del día.

Apenas hace unos días, México se indignó por ver a Lozoya cenando. Queremos leyes y justicias que nos satisfagan, pero ¿estamos dispuestos a pagar las penas que corresponden a nuestros deseos?

Las penas con pan son menos… Con pato y vino en el caso de Emilio.