/ lunes 6 de diciembre de 2021

Democracia y debate | Las remesas

Tendría alrededor de 9 años cuando escuché esta conversación entre mi abuela materna Amalia y mi tío Gonzalo.

Abuela: “Quédate hijo, están las tierras de tu papá, que son para que las trabajes”.

Tío Gonzalo: “Mañana me voy mamá y te voy a mandar dinero para ayudarte”.

No sé si se dieron cuenta que un niño (yo) andaba por ahí y si en todo caso ese niño tenía que escuchar lo que hablaban, pero lo que recuerdo de ese momento son varias cosas, en primer lugar que no era mi tío Gonzalo el primero en partir, era una práctica común en muchas personas de aquel pueblo michoacano, el irse “al otro lado”, me consta, que algunos primos con apenas 12 años ya habían cruzado la frontera de “ilegales” y no una ocasión, en varias ocasiones, muchos tíos, primos, amigos y conocidos se fueron, unos volvieron y otros ya no. Algunos como el tío Gonzalo que cuando se fue tendría quizá 18 ó 19 años se casó y formó su familia, sin no mal recuerdo en California y ya nunca regresó.

Mi familia, la que sigue siendo, aunque vivan lejos y no nos veamos, que quiero y encuentro en redes en varios puntos de Estados Unidos, se ve feliz, se ven plenos, con hijos de todas las edades. Los que volvieron al pueblo, lo hicieron con suficientes recursos para en su pueblo, en su Estado, en su país, trabajar y formar su familia.

A todos ellos los que se fueron, los que se quedaron, los que volvieron, los que ya no regresaron y los que ya no están, les mando todo mi cariño, muy especialmente a Jorge.

Volviendo al punto, Gonzalo mandó dinero, mis primos mandaban dinero, los que se iban, poco a poco unos antes y otros después mandaban dinero, para los gastos de la familia, para que se los guardaran, para que pudieran comprar sus padres, sus hermanos, sus afectos cosas que necesitaban o que simplemente querían, dólares que se transformaron en tabiques en lugar de adobes, dólares que cambiaban televisiones, hacían aparecer refrigeradores nuevos en casas, estufas donde había fogones de piedra, barro y leña, dólares que daban paz, tranquilidad, alegría y conformaban a las madres, padres, hermanos que se quedaban de este lado de la frontera.

Hoy como nunca se han incrementado los capitales que llegan a México de los que se fueron, más de 33% han crecido según las mediciones establecidas y así van creciendo por 18 meses de forma consecutiva, más de 4 mil millones en octubre pasado. Son las remesas de los principales ingresos y sostén de la economía mexicana.

Los beneficios de las remesas, que pude de niño y adolescente observar en aquel pueblo de Michoacán, es evidente que ha permitido y sigue permitiendo a miles de familias mexicanas enfrentar la interminable crisis económica que nos persigue desde hace tantos años.

Así que, a ellos, que han poblado de cultura, de alegría, de trabajo a Norteamérica, gracias, fueron valientes y los siguen siendo, fueron audaces y los siguen siendo, enfrentaron peligros que no imaginábamos y los siguen enfrentando, a pesar de tener todo en contra triunfaron, nuevamente gracias, la mayoría se fue no por gusto, fue por necesidad, y muchos no volverán, pero heredarán estoy seguro su identidad.

Su esfuerzo y su sacrificio es sólo mérito de cada una de ellas y de ellos. Por las remesas, gracias.

Tendría alrededor de 9 años cuando escuché esta conversación entre mi abuela materna Amalia y mi tío Gonzalo.

Abuela: “Quédate hijo, están las tierras de tu papá, que son para que las trabajes”.

Tío Gonzalo: “Mañana me voy mamá y te voy a mandar dinero para ayudarte”.

No sé si se dieron cuenta que un niño (yo) andaba por ahí y si en todo caso ese niño tenía que escuchar lo que hablaban, pero lo que recuerdo de ese momento son varias cosas, en primer lugar que no era mi tío Gonzalo el primero en partir, era una práctica común en muchas personas de aquel pueblo michoacano, el irse “al otro lado”, me consta, que algunos primos con apenas 12 años ya habían cruzado la frontera de “ilegales” y no una ocasión, en varias ocasiones, muchos tíos, primos, amigos y conocidos se fueron, unos volvieron y otros ya no. Algunos como el tío Gonzalo que cuando se fue tendría quizá 18 ó 19 años se casó y formó su familia, sin no mal recuerdo en California y ya nunca regresó.

Mi familia, la que sigue siendo, aunque vivan lejos y no nos veamos, que quiero y encuentro en redes en varios puntos de Estados Unidos, se ve feliz, se ven plenos, con hijos de todas las edades. Los que volvieron al pueblo, lo hicieron con suficientes recursos para en su pueblo, en su Estado, en su país, trabajar y formar su familia.

A todos ellos los que se fueron, los que se quedaron, los que volvieron, los que ya no regresaron y los que ya no están, les mando todo mi cariño, muy especialmente a Jorge.

Volviendo al punto, Gonzalo mandó dinero, mis primos mandaban dinero, los que se iban, poco a poco unos antes y otros después mandaban dinero, para los gastos de la familia, para que se los guardaran, para que pudieran comprar sus padres, sus hermanos, sus afectos cosas que necesitaban o que simplemente querían, dólares que se transformaron en tabiques en lugar de adobes, dólares que cambiaban televisiones, hacían aparecer refrigeradores nuevos en casas, estufas donde había fogones de piedra, barro y leña, dólares que daban paz, tranquilidad, alegría y conformaban a las madres, padres, hermanos que se quedaban de este lado de la frontera.

Hoy como nunca se han incrementado los capitales que llegan a México de los que se fueron, más de 33% han crecido según las mediciones establecidas y así van creciendo por 18 meses de forma consecutiva, más de 4 mil millones en octubre pasado. Son las remesas de los principales ingresos y sostén de la economía mexicana.

Los beneficios de las remesas, que pude de niño y adolescente observar en aquel pueblo de Michoacán, es evidente que ha permitido y sigue permitiendo a miles de familias mexicanas enfrentar la interminable crisis económica que nos persigue desde hace tantos años.

Así que, a ellos, que han poblado de cultura, de alegría, de trabajo a Norteamérica, gracias, fueron valientes y los siguen siendo, fueron audaces y los siguen siendo, enfrentaron peligros que no imaginábamos y los siguen enfrentando, a pesar de tener todo en contra triunfaron, nuevamente gracias, la mayoría se fue no por gusto, fue por necesidad, y muchos no volverán, pero heredarán estoy seguro su identidad.

Su esfuerzo y su sacrificio es sólo mérito de cada una de ellas y de ellos. Por las remesas, gracias.