/ miércoles 25 de mayo de 2022

Democracia y debate | ¿Quién nos cuida?

En muchos lugares, haciendo recorridos, en particular por las carreteras de México, he tenido una muy perturbadora sensación.

He de señalar que disfruto como pocas cosas el manejar en carretera, esa fantasía de dejar todo atrás y avanzar hacia un destino que promete.

He recorrido carreteras por muchos países y por muchos lugares, he disfrutado en esos recorridos de grandes visitas, también de momentos de gran tensión ante las tormentas inesperadas o bancos de niebla que hacen nula la visibilidad del camino.

En fin, me gusta manejar en carretera. Sin embargo, en varias ocasiones, por las carreteras de México he tenido una muy perturbadora sensación, la sensación de que cualquier cosa puede pasar y que nadie nos va a cuidar. Esta sensación se volvió realidad para muchas personas en una carretera.

En la carretera de Querétaro se dio un asalto masivo, los malos se dieron gusto en el kilómetro 27 aproximadamente, 6 personas, al parecer muy jóvenes aprovechando el tráfico y la ausencia de autoridades, se dieron gusto asaltando a todos los carros. Se calculan en más de 300 automóviles que sufrieron este asalto.

Tratemos de imaginar el momento, vamos manejando pensando en nuestras cosas, escuchando música, platicando con quien nos acompaña, vamos felices, molestos, cantando o llorando, de pronto tráfico en la carretera, nos detenemos, nos molestamos, pero lo asumimos como inevitable, hacemos llamadas para avisar que llegaremos tarde o que de plano no llegaremos, comenzamos a buscar alternativas para resolver los problemas que el tráfico nos va a traer, en eso estamos cuando de repente un grupo de delincuentes asalta el carro que está delante de nosotros y después el de al lado, el que está a la derecha, el que está a la izquierda, vemos de forma inevitable que vienen hacia nosotros, nos invade el miedo, no queremos perder lo que con tanto esfuerzo tenemos, el reloj que nos regaló el abuelo, los pocos pesos que traemos para poner gasolina, los documentos importantes, la bolsa de piel que todavía estamos pagando, nos vemos solos, víctimas inevitables y sin remedio, por más que volteamos a los lados como esperando un milagro, esperando que alguien llegue a rescatarnos, nada pasa, lo que sucede es lo que tenía que suceder, llega nuestro turno, golpean las ventanillas, ya sabemos lo que tenemos que hacer, como corderos entregamos todo lo que tenemos, resistirnos sería buscar la muerte.

Nos han robado, a todos, con lujo de tiempo, atrapados como en un rastro, como en un canal de muerte, sin escape, sin salida, sin ayuda. Nadie nos cuida.

A ellos, a los malos, sí hay quien los cuide.


En muchos lugares, haciendo recorridos, en particular por las carreteras de México, he tenido una muy perturbadora sensación.

He de señalar que disfruto como pocas cosas el manejar en carretera, esa fantasía de dejar todo atrás y avanzar hacia un destino que promete.

He recorrido carreteras por muchos países y por muchos lugares, he disfrutado en esos recorridos de grandes visitas, también de momentos de gran tensión ante las tormentas inesperadas o bancos de niebla que hacen nula la visibilidad del camino.

En fin, me gusta manejar en carretera. Sin embargo, en varias ocasiones, por las carreteras de México he tenido una muy perturbadora sensación, la sensación de que cualquier cosa puede pasar y que nadie nos va a cuidar. Esta sensación se volvió realidad para muchas personas en una carretera.

En la carretera de Querétaro se dio un asalto masivo, los malos se dieron gusto en el kilómetro 27 aproximadamente, 6 personas, al parecer muy jóvenes aprovechando el tráfico y la ausencia de autoridades, se dieron gusto asaltando a todos los carros. Se calculan en más de 300 automóviles que sufrieron este asalto.

Tratemos de imaginar el momento, vamos manejando pensando en nuestras cosas, escuchando música, platicando con quien nos acompaña, vamos felices, molestos, cantando o llorando, de pronto tráfico en la carretera, nos detenemos, nos molestamos, pero lo asumimos como inevitable, hacemos llamadas para avisar que llegaremos tarde o que de plano no llegaremos, comenzamos a buscar alternativas para resolver los problemas que el tráfico nos va a traer, en eso estamos cuando de repente un grupo de delincuentes asalta el carro que está delante de nosotros y después el de al lado, el que está a la derecha, el que está a la izquierda, vemos de forma inevitable que vienen hacia nosotros, nos invade el miedo, no queremos perder lo que con tanto esfuerzo tenemos, el reloj que nos regaló el abuelo, los pocos pesos que traemos para poner gasolina, los documentos importantes, la bolsa de piel que todavía estamos pagando, nos vemos solos, víctimas inevitables y sin remedio, por más que volteamos a los lados como esperando un milagro, esperando que alguien llegue a rescatarnos, nada pasa, lo que sucede es lo que tenía que suceder, llega nuestro turno, golpean las ventanillas, ya sabemos lo que tenemos que hacer, como corderos entregamos todo lo que tenemos, resistirnos sería buscar la muerte.

Nos han robado, a todos, con lujo de tiempo, atrapados como en un rastro, como en un canal de muerte, sin escape, sin salida, sin ayuda. Nadie nos cuida.

A ellos, a los malos, sí hay quien los cuide.