/ domingo 13 de junio de 2021

Domingo de reflexión | Domingo 11 del tiempo ordinario

Con dos parábolas tomadas del mundo agrícola de su tiempo, Jesús nos ofrece una gran enseñanza acerca del Reino de Dios que él, precisamente, vino a establecer entre nosotros.

La primera de estas parábolas lleva por nombre “la semilla que crece por sí sola”. Esta parábola nos enseña que la fuerza de la palabra de Dios es tal que, sin que uno sepa cómo, la palabra recibida en nuestro interior va haciendo lo suyo, va renovando y transformando, poco a poco, las actitudes y los criterios que son contrarios a Dios, de tal manera que, con el correr del tiempo, los frutos van apareciendo en nosotros. Confiemos en la potencia de la palabra, dejemos que el Señor nos hable al corazón, los frutos tarde o temprano irán apareciendo.

La parábola siguiente se titula “el grano de mostaza”. Con esta parábola el Señor nos hace ver que los inicios de los grandes proyectos divinos tienen, ordinariamente, comienzos pobres y humildes. La semilla de mostaza es de las más pequeñas y, sin embargo, una vez sembrada, brota la planta y crece de tal manera que se convierte en un gran arbusto capaz de anidar a las aves del cielo.

La enseñanza que Jesús nos deja con esta parábola es muy amplia: por una parte nos hace evocar los inicios de su obra; comienzos pobres y humildes, pero que después de varios siglos esta obra se ha extendido por todos los rincones de la tierra. Que no nos espanten las dificultades y la pobreza al empezar un proyecto de Iglesia; recordemos que se trata de la obra de Dios, no de la obra humana.

El texto de san Pablo, por otra parte, resalta la importancia de la fe en esta etapa terrena en la que vivimos ahora. Él nos dice: “Caminamos guiados por la fe, sin ver todavía. Estamos, pues, llenos de confianza…”. Que los días de nuestra vida transcurran siempre iluminados por la fe, confiando que el Señor nos acompaña, que no nos deja solos, que va a nuestro lado, que se interesa y preocupa de nosotros.

En la eucaristía de este domingo le pedimos a Jesús que siempre recibamos con devoción su palabra viva y amorosa y que esta palabra, meditada y puesta en práctica, produzca abundantes frutos para el bien del Reino de Dios. Así sea.

¡Que tengan un excelente domingo!

Monseñor Ruy Rendón Leal. Arzobispo de Hermosillo.

Con dos parábolas tomadas del mundo agrícola de su tiempo, Jesús nos ofrece una gran enseñanza acerca del Reino de Dios que él, precisamente, vino a establecer entre nosotros.

La primera de estas parábolas lleva por nombre “la semilla que crece por sí sola”. Esta parábola nos enseña que la fuerza de la palabra de Dios es tal que, sin que uno sepa cómo, la palabra recibida en nuestro interior va haciendo lo suyo, va renovando y transformando, poco a poco, las actitudes y los criterios que son contrarios a Dios, de tal manera que, con el correr del tiempo, los frutos van apareciendo en nosotros. Confiemos en la potencia de la palabra, dejemos que el Señor nos hable al corazón, los frutos tarde o temprano irán apareciendo.

La parábola siguiente se titula “el grano de mostaza”. Con esta parábola el Señor nos hace ver que los inicios de los grandes proyectos divinos tienen, ordinariamente, comienzos pobres y humildes. La semilla de mostaza es de las más pequeñas y, sin embargo, una vez sembrada, brota la planta y crece de tal manera que se convierte en un gran arbusto capaz de anidar a las aves del cielo.

La enseñanza que Jesús nos deja con esta parábola es muy amplia: por una parte nos hace evocar los inicios de su obra; comienzos pobres y humildes, pero que después de varios siglos esta obra se ha extendido por todos los rincones de la tierra. Que no nos espanten las dificultades y la pobreza al empezar un proyecto de Iglesia; recordemos que se trata de la obra de Dios, no de la obra humana.

El texto de san Pablo, por otra parte, resalta la importancia de la fe en esta etapa terrena en la que vivimos ahora. Él nos dice: “Caminamos guiados por la fe, sin ver todavía. Estamos, pues, llenos de confianza…”. Que los días de nuestra vida transcurran siempre iluminados por la fe, confiando que el Señor nos acompaña, que no nos deja solos, que va a nuestro lado, que se interesa y preocupa de nosotros.

En la eucaristía de este domingo le pedimos a Jesús que siempre recibamos con devoción su palabra viva y amorosa y que esta palabra, meditada y puesta en práctica, produzca abundantes frutos para el bien del Reino de Dios. Así sea.

¡Que tengan un excelente domingo!

Monseñor Ruy Rendón Leal. Arzobispo de Hermosillo.

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