/ domingo 20 de septiembre de 2020

Domingo de reflexión | Domingo 25 del tiempo ordinario

“El Reino de los cielos es semejante a un propietario que, al amanecer, salió a contratar trabajadores para su viña…”.

Isaías 55,6-9
Filipenses 1,20-24.27
Mateo 20,1-16

La parábola que el Señor nos propone este domingo contiene varias enseñanzas que debemos considerar como bautizados y miembros de la Iglesia, a fin de vivir más comprometidamente nuestra fe. Se trata de la parábola de los trabajadores contratados a diferentes horas del día para trabajar en una viña.

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Lo primero que observamos en la parábola es que hay mucho trabajo en la viña. En efecto, el propietario se ve obligado a salir varias veces al día para contratar trabajadores. ¡Bendito Dios! en el mundo y en la Iglesia hay mucho quehacer, pero faltan pies que recorran caminos, manos que levanten caídos, bocas que anuncien esperanza, corazones que palpiten amor, rostros que reflejen a Dios, ojos que contemplen la necesidad del que sufre, oídos que sepan escuchar al hermano.

Cada comunidad, con sus pastores al frente, debiera hacer un buen análisis de la realidad social y religiosa del entorno donde se vive, a fin de destacar cuáles son las necesidades, carencias y problemas principales, presentes en las familias del lugar. Sin duda, nos sorprenderemos del abundante trabajo pastoral que se nos vendrá “encima”. Pidamos al Dueño de la cosecha que siga enviando trabajadores a sus campos.

La parábola subraya, claramente, que unos trabajadores laboraron más tiempo que otros, según la hora en que fueron contratados. Esto nos hace concluir cómo Dios es “Señor del tiempo” y él sabe a quién y cuándo va llamando a trabajar en su viña; de ahí la gran diversidad de edades y circunstancias que rodean “el inicio” del llamado que el Señor hace para servir en su Iglesia.

No cabe duda que Dios elige a las personas desde toda la eternidad, pero el llamado se concretiza, en el “aquí y ahora”, en un momento determinado de la vida: en la infancia, en la adolescencia, en la juventud, en la vida adulta, o incluso, en el ocaso de la vida. Lo importante es estar en el ambiente propicio donde el Señor suele llamar… Si el ambiente en el que nos movemos no es favorable, difícilmente escucharemos el llamado: “Vayan también ustedes a mi viña…”.

El aspecto que más se destaca en la parábola es la paga que cada trabajador recibe al final de la jornada. El acuerdo había sido un denario; y el propietario, “justa y bondadosamente”, paga también la misma cantidad a los que sólo habían trabajado una hora, no sin el reclamo de quienes trabajaron el día completo. Aquí es donde entendemos el texto de la primera lectura: “Mis pensamientos no son los pensamientos de ustedes, sus caminos no son mis caminos, dice el Señor”. ¡Totalmente de acuerdo!

Agradezcamos a Dios, en la eucaristía dominical, el que nos haya llamado a colaborar en su Reino; pidámosle, además, que nuestro humilde trabajo contribuya para la salvación de nuestros hermanos. Así sea.

¡Que tengan un excelente domingo!

“El Reino de los cielos es semejante a un propietario que, al amanecer, salió a contratar trabajadores para su viña…”.

Isaías 55,6-9
Filipenses 1,20-24.27
Mateo 20,1-16

La parábola que el Señor nos propone este domingo contiene varias enseñanzas que debemos considerar como bautizados y miembros de la Iglesia, a fin de vivir más comprometidamente nuestra fe. Se trata de la parábola de los trabajadores contratados a diferentes horas del día para trabajar en una viña.

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Lo primero que observamos en la parábola es que hay mucho trabajo en la viña. En efecto, el propietario se ve obligado a salir varias veces al día para contratar trabajadores. ¡Bendito Dios! en el mundo y en la Iglesia hay mucho quehacer, pero faltan pies que recorran caminos, manos que levanten caídos, bocas que anuncien esperanza, corazones que palpiten amor, rostros que reflejen a Dios, ojos que contemplen la necesidad del que sufre, oídos que sepan escuchar al hermano.

Cada comunidad, con sus pastores al frente, debiera hacer un buen análisis de la realidad social y religiosa del entorno donde se vive, a fin de destacar cuáles son las necesidades, carencias y problemas principales, presentes en las familias del lugar. Sin duda, nos sorprenderemos del abundante trabajo pastoral que se nos vendrá “encima”. Pidamos al Dueño de la cosecha que siga enviando trabajadores a sus campos.

La parábola subraya, claramente, que unos trabajadores laboraron más tiempo que otros, según la hora en que fueron contratados. Esto nos hace concluir cómo Dios es “Señor del tiempo” y él sabe a quién y cuándo va llamando a trabajar en su viña; de ahí la gran diversidad de edades y circunstancias que rodean “el inicio” del llamado que el Señor hace para servir en su Iglesia.

No cabe duda que Dios elige a las personas desde toda la eternidad, pero el llamado se concretiza, en el “aquí y ahora”, en un momento determinado de la vida: en la infancia, en la adolescencia, en la juventud, en la vida adulta, o incluso, en el ocaso de la vida. Lo importante es estar en el ambiente propicio donde el Señor suele llamar… Si el ambiente en el que nos movemos no es favorable, difícilmente escucharemos el llamado: “Vayan también ustedes a mi viña…”.

El aspecto que más se destaca en la parábola es la paga que cada trabajador recibe al final de la jornada. El acuerdo había sido un denario; y el propietario, “justa y bondadosamente”, paga también la misma cantidad a los que sólo habían trabajado una hora, no sin el reclamo de quienes trabajaron el día completo. Aquí es donde entendemos el texto de la primera lectura: “Mis pensamientos no son los pensamientos de ustedes, sus caminos no son mis caminos, dice el Señor”. ¡Totalmente de acuerdo!

Agradezcamos a Dios, en la eucaristía dominical, el que nos haya llamado a colaborar en su Reino; pidámosle, además, que nuestro humilde trabajo contribuya para la salvación de nuestros hermanos. Así sea.

¡Que tengan un excelente domingo!

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