/ domingo 25 de octubre de 2020

Domingo de reflexión | Domingo 30 del tiempo ordinario

“Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la ley?”.
Éxodo 22,20-26
1 Tesalonicenses 1,5-10
Mateo 22,34-40
Mons. Ruy Rendón L.

Las lecturas bíblicas de este domingo nos ofrecen dos importantes temas de reflexión: el primero acerca de la transformación que se genera en las personas que escuchan con devoción la palabra de Dios y, el segundo, acerca de los dos principales mandamientos de la Ley de Dios.

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El apóstol San Pablo en la segunda lectura expresa una maravillosa experiencia vivida con la comunidad de Tesalónica. Los habitantes de esta ciudad, cuando se les predicó la Palabra, la aceptaron en tal forma que llegaron a convertirse en un ejemplo para todos los creyentes de aquellas regiones que empezaban a ser evangelizadas: “han llegado a ser ejemplo para todos los creyentes de Macedonia y Acaya, porque de ustedes partió y se ha difundido la palabra del Señor; y su fe en Dios ha llegado a ser conocida, no sólo en Macedonia y Acaya, sino en todas partes…”.

Nosotros escuchamos la palabra de Dios cada domingo en la santa misa, y sin duda constatamos cómo esa palabra que recibimos con el corazón va suscitando, poco a poco, una transformación en nuestra forma de pensar y actuar. Dios quiera que, a semejanza de la comunidad de Tesalónica, nos convirtamos también nosotros en un ejemplo para otras personas, familias y comunidades.

El Señor, por otra parte, nos recuerda en el evangelio los dos preceptos que resumen los mandamientos de la Ley de Dios. En efecto, a la pregunta que le hace un doctor de la ley: “Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la ley?”. Jesús le responde: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente… Y… Amarás a tu prójimo como a ti mismo…”.

Tenemos, por consiguiente, una importante tarea por cumplir; se trata de demostrarle a Dios nuestro amor a través del amor al prójimo. Así lo expresa el mismo Señor al pueblo de Israel en el desierto (primera lectura) cuando dice: “No hagas sufrir ni oprimas al extranjero…, no explotes a las viudas ni a los huérfanos, porque si los explotas y ellos claman a mí, ciertamente oiré yo su clamor… Cuando prestes dinero… no te portes como usurero… Si tomas en prenda el manto de tu prójimo, devuélveselo antes de que se ponga el sol… Cuando él clame a mí yo lo escucharé, porque soy misericordioso”.

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Le pedimos a Dios nuestro Señor en la eucaristía de este domingo: que siempre escuchemos con devoción su Palabra, y que sepamos demostrarle nuestro amor a través del amor que brindamos a los hermanos más necesitados. Así sea.

¡Que tengan un excelente domingo!

“Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la ley?”.
Éxodo 22,20-26
1 Tesalonicenses 1,5-10
Mateo 22,34-40
Mons. Ruy Rendón L.

Las lecturas bíblicas de este domingo nos ofrecen dos importantes temas de reflexión: el primero acerca de la transformación que se genera en las personas que escuchan con devoción la palabra de Dios y, el segundo, acerca de los dos principales mandamientos de la Ley de Dios.

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El apóstol San Pablo en la segunda lectura expresa una maravillosa experiencia vivida con la comunidad de Tesalónica. Los habitantes de esta ciudad, cuando se les predicó la Palabra, la aceptaron en tal forma que llegaron a convertirse en un ejemplo para todos los creyentes de aquellas regiones que empezaban a ser evangelizadas: “han llegado a ser ejemplo para todos los creyentes de Macedonia y Acaya, porque de ustedes partió y se ha difundido la palabra del Señor; y su fe en Dios ha llegado a ser conocida, no sólo en Macedonia y Acaya, sino en todas partes…”.

Nosotros escuchamos la palabra de Dios cada domingo en la santa misa, y sin duda constatamos cómo esa palabra que recibimos con el corazón va suscitando, poco a poco, una transformación en nuestra forma de pensar y actuar. Dios quiera que, a semejanza de la comunidad de Tesalónica, nos convirtamos también nosotros en un ejemplo para otras personas, familias y comunidades.

El Señor, por otra parte, nos recuerda en el evangelio los dos preceptos que resumen los mandamientos de la Ley de Dios. En efecto, a la pregunta que le hace un doctor de la ley: “Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la ley?”. Jesús le responde: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente… Y… Amarás a tu prójimo como a ti mismo…”.

Tenemos, por consiguiente, una importante tarea por cumplir; se trata de demostrarle a Dios nuestro amor a través del amor al prójimo. Así lo expresa el mismo Señor al pueblo de Israel en el desierto (primera lectura) cuando dice: “No hagas sufrir ni oprimas al extranjero…, no explotes a las viudas ni a los huérfanos, porque si los explotas y ellos claman a mí, ciertamente oiré yo su clamor… Cuando prestes dinero… no te portes como usurero… Si tomas en prenda el manto de tu prójimo, devuélveselo antes de que se ponga el sol… Cuando él clame a mí yo lo escucharé, porque soy misericordioso”.

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Le pedimos a Dios nuestro Señor en la eucaristía de este domingo: que siempre escuchemos con devoción su Palabra, y que sepamos demostrarle nuestro amor a través del amor que brindamos a los hermanos más necesitados. Así sea.

¡Que tengan un excelente domingo!

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