“Puesto que has sido fiel en cosas de poco valor te confiaré cosas de mucho valor”.
Proverbios 31,10-13.19-20.30-31
1 Tesalonicenses 5,1-6
Mateo 25,14-30
A unas cuantas semanas de concluir el Año Litúrgico, la palabra de Dios en este domingo nos recuerda que una de las cosas más importantes de la vida cristiana es: cumplir con responsabilidad y fidelidad lo que se nos ha encomendado hacer.
Cada lectura bíblica nos ofrece algún aspecto interesante de este tema que, sin duda, es crucial para nuestra vida futura, ya que, de la forma cómo lo entendamos y pongamos en práctica, dependerá nuestra salvación eterna.
El ejemplo de la mujer hacendosa que teme al Señor (primera lectura) es magistral. De ella se dice que “su valor es muy superior a las perlas”. Esto es muy cierto, atendiendo a los criterios de Dios, ya que “los encantos y la hermosura de la mujer son engañosos” y, además, no perduran al paso del tiempo. En cambio, el empeño y la perseverancia en el quehacer cotidiano le hacen merecer grandes alabanzas y bienes, tanto para ella como para su marido.
San Pablo nos invita en el texto que escuchamos como segunda lectura a estar siempre preparados para cuando el Señor nos llame a cuentas, cumpliendo con nuestro deber, viviendo como hijos de la luz y del día, despiertos y sobrios. Estas recomendaciones las podemos resumir en: vivamos cada día como si fuera el último día de nuestra vida, en gracia de Dios, en paz con el prójimo. Sólo así podremos disfrutar del premio eterno que Dios nos tiene preparado.
La parábola de los talentos, por otra parte, nos deja enseñanzas muy concretas y precisas. Se trata de entender que, sin importar la “grandeza” o la “pequeñez” de nuestro trabajo diario, lo importante es que lo realicemos con amor, empeño, responsabilidad, fidelidad y perseverancia; los frutos aparecerán tarde o temprano. Dios nos invita a ser fieles y a desarrollar, para el bien de los demás, las cualidades y dones recibidos. Este es el sentido de la vida, esto es lo que nos toca hacer, es lo que al final de cuentas nos hará plenamente felices.
Supliquémosle al Señor, en la eucaristía dominical, que bendiga nuestra labor diaria y que seamos administradores diligentes de los talentos que nos ha confiado. Así sea.
¡Que tengan un excelente domingo!