/ domingo 17 de noviembre de 2019

Domingo de reflexión | Domingo 33 del tiempo ordinario

“Estén atentos y levanten la cabeza, porque se acerca la hora de su liberación”.

Una de las afirmaciones doctrinales referidas a Jesucristo y que forman parte de nuestra fe católica es aquella que dice: “y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos, y su reino no tendrá fin”. Estas palabras que corresponden al tema de la Segunda Venida de Cristo y que se traducen, en nuestro lenguaje popular, con la expresión “fin del mundo”, es lo que hoy Dios, en su Palabra, nos propone para nuestra reflexión.

La sagrada escritura, al abordar este tema acerca del fin de los tiempos, lo hace utilizando un lenguaje llamado “apocalíptico” que suele emplear imágenes acerca de fenómenos naturales y eventos catastróficos: horno ardiente, rayos del sol (primera lectura); guerras, revoluciones, terremotos, epidemias, hambre, señales prodigiosas y terribles, etc. (evangelio). A estas imágenes se le añaden en los santos evangelios: persecuciones, comparecencias ante tribunales, cárceles, traiciones, muertes, odios, etc. Todas estas situaciones están dentro del conjunto de las señales que nuestro Señor presenta a sus discípulos al hablarnos de su gloriosa Segunda Venida.

Dejemos en claro varias cosas acerca de este tema tan impactante. En primer lugar, hay que decirlo, nuestro Señor volverá a este mundo al final de la historia para juzgar a toda la humanidad. La fecha, por más que se quieran hacer conjeturas analizando acontecimientos y falsas “profecías”, sólo Dios la conoce. Jesús nos exhorta a no dejarnos engañar ante doctrinas, catástrofes y personajes de la historia: “Cuídense de que nadie los engañe… no les hagan caso… Cuando oigan hablar de guerras y revoluciones, que no los domine el pánico, porque eso tiene que acontecer, pero todavía no es el fin”. Ciertamente el hecho de pensar en el advenimiento de catástrofes mundiales no deja de preocuparnos sobremanera; sin embargo las palabras de Jesús son muy oportunas al respecto: “que no los domine el pánico”. Es decir, a pesar de situaciones terribles que puedan suceder, el Señor no nos abandona, recordemos otras de sus palabras: “Yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo” (Mateo 28,20).

El final del evangelio de este domingo, así como también, lo que nos dice la primera lectura, y lo que san Pablo afirma en la segunda carta a los tesalonicenses, nos dan la clave para entender y preparar el encuentro definitivo con el Señor Jesús al final de nuestra vida. En efecto, nuestro Señor termina hoy diciéndonos: “Si se mantienen firmes, conseguirán la vida”; el profeta Malaquías afirma: “Para ustedes, los que temen al Señor, brillará el sol de justicia, que les traerá la salvación en sus rayos”; y San Pablo, por último, ante el hecho de que muchos tesalonicenses, pensando que ya era inminente la venida del Señor, ya no se aplicaban al trabajo cotidiano y vivían como holgazanes, les (nos) invita: “El que no quiera trabajar, que no coma… pónganse a trabajar en paz para ganarse con sus propias manos la comida”. Se trata, en pocas palabras, de perseverar en esta vida haciendo el bien y amando a Dios. Haciendo esto alcanzaremos la salvación eterna que Cristo nos ha prometido.

Tomemos conciencia, pues, de que en cada eucaristía “comemos del pan y bebemos del cáliz, anunciando la muerte del Señor hasta que Él vuelva”. Amén.

¡Que tengan un excelente domingo!

Monseñor Ruy Rendón Leal. Arzobispo de Hermosillo.

Malaquías 3,19-20

2 Tesalonicenses 3,7-12

Lucas 21,5-19

“Estén atentos y levanten la cabeza, porque se acerca la hora de su liberación”.

Una de las afirmaciones doctrinales referidas a Jesucristo y que forman parte de nuestra fe católica es aquella que dice: “y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos, y su reino no tendrá fin”. Estas palabras que corresponden al tema de la Segunda Venida de Cristo y que se traducen, en nuestro lenguaje popular, con la expresión “fin del mundo”, es lo que hoy Dios, en su Palabra, nos propone para nuestra reflexión.

La sagrada escritura, al abordar este tema acerca del fin de los tiempos, lo hace utilizando un lenguaje llamado “apocalíptico” que suele emplear imágenes acerca de fenómenos naturales y eventos catastróficos: horno ardiente, rayos del sol (primera lectura); guerras, revoluciones, terremotos, epidemias, hambre, señales prodigiosas y terribles, etc. (evangelio). A estas imágenes se le añaden en los santos evangelios: persecuciones, comparecencias ante tribunales, cárceles, traiciones, muertes, odios, etc. Todas estas situaciones están dentro del conjunto de las señales que nuestro Señor presenta a sus discípulos al hablarnos de su gloriosa Segunda Venida.

Dejemos en claro varias cosas acerca de este tema tan impactante. En primer lugar, hay que decirlo, nuestro Señor volverá a este mundo al final de la historia para juzgar a toda la humanidad. La fecha, por más que se quieran hacer conjeturas analizando acontecimientos y falsas “profecías”, sólo Dios la conoce. Jesús nos exhorta a no dejarnos engañar ante doctrinas, catástrofes y personajes de la historia: “Cuídense de que nadie los engañe… no les hagan caso… Cuando oigan hablar de guerras y revoluciones, que no los domine el pánico, porque eso tiene que acontecer, pero todavía no es el fin”. Ciertamente el hecho de pensar en el advenimiento de catástrofes mundiales no deja de preocuparnos sobremanera; sin embargo las palabras de Jesús son muy oportunas al respecto: “que no los domine el pánico”. Es decir, a pesar de situaciones terribles que puedan suceder, el Señor no nos abandona, recordemos otras de sus palabras: “Yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo” (Mateo 28,20).

El final del evangelio de este domingo, así como también, lo que nos dice la primera lectura, y lo que san Pablo afirma en la segunda carta a los tesalonicenses, nos dan la clave para entender y preparar el encuentro definitivo con el Señor Jesús al final de nuestra vida. En efecto, nuestro Señor termina hoy diciéndonos: “Si se mantienen firmes, conseguirán la vida”; el profeta Malaquías afirma: “Para ustedes, los que temen al Señor, brillará el sol de justicia, que les traerá la salvación en sus rayos”; y San Pablo, por último, ante el hecho de que muchos tesalonicenses, pensando que ya era inminente la venida del Señor, ya no se aplicaban al trabajo cotidiano y vivían como holgazanes, les (nos) invita: “El que no quiera trabajar, que no coma… pónganse a trabajar en paz para ganarse con sus propias manos la comida”. Se trata, en pocas palabras, de perseverar en esta vida haciendo el bien y amando a Dios. Haciendo esto alcanzaremos la salvación eterna que Cristo nos ha prometido.

Tomemos conciencia, pues, de que en cada eucaristía “comemos del pan y bebemos del cáliz, anunciando la muerte del Señor hasta que Él vuelva”. Amén.

¡Que tengan un excelente domingo!

Monseñor Ruy Rendón Leal. Arzobispo de Hermosillo.

Malaquías 3,19-20

2 Tesalonicenses 3,7-12

Lucas 21,5-19

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