/ domingo 11 de agosto de 2024

Domingo de Reflexión / Domingo XIX del Tiempo Ordinario

“Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre”

1 Reyes 19,4-8

Efesios 4,30 – 5,2

Juan 6,41-51

Continuamos la lectura y reflexión del capítulo seis del evangelio de san Juan. El domingo pasado Jesús expresó varias afirmaciones que causaron sorpresa y, a la vez, molestia en los judíos: “El pan de Dios es aquel que baja del cielo…”. “Yo soy el pan de la vida…”. Ellos entendieron perfectamente estas palabras, de tal manera que empezaron a murmurar contra Jesús.

Veamos, ahora, el mensaje que Dios nos ofrece este domingo, tanto en el evangelio como en las otras dos lecturas.

El profeta Elías (primera lectura), huyendo de la reina Jezabel, es alimentado por Dios con pan y agua en el desierto. Este alimento frugal y “misterioso” le da fuerza para poder caminar cuarenta días y cuarenta noches hasta el monte Horeb. Este alimento, sin duda, prefigura un alimento mayor que Dios mismo nos ofrecerá con el correr de los tiempos, y que nos ayudará para tener fuerza y poder llegar a su montaña santa.

Los judíos (evangelio) no quedan conformes con que Jesús se hubiese proclamado “el pan vivo bajado del cielo”. Murmuran cómo podría ser esto posible, ya que ellos conocían a José y a María, sus padres, lo que hacía a Jesús un ser terreno no bajado del cielo, como él lo decía.

Nuestro Señor, ante estos comentarios señala, claramente, que sólo por medio de la fe, sólo por la inspiración de Dios, su Padre, es posible entender que él haya bajado del cielo como pan que da la vida eterna: “nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre, que me ha enviado…”. “El que cree en mí, tiene vida eterna…”. Jesús, pues, se nos presenta a nosotros como “el pan que ha bajado del cielo para que, quien lo coma, no muera…” y viva para siempre. Qué importante es creer en Jesús, tener fe en él; él nos da la vida eterna.

San Pablo, en la segunda lectura, nos exhorta a desterrar algunos vicios y a practicar algunas virtudes: “Destierren de ustedes la aspereza, la ira, la indignación, los insultos, la maledicencia y toda clase de maldad…”. “Sean buenos y comprensivos, y perdónense los unos a los otros, como Dios los perdonó, por medio de Cristo…”. Solamente evitando el mal y haciendo el bien podremos crear ambientes más cristianos, más propicios para el crecimiento de la fe y el establecimiento del Reino de Dios.

Supliquémosle a nuestro Dios en la eucaristía de este domingo que creamos plenamente, con una fe madura, que Jesús es el pan bajado del cielo, y que quien lo come, vivirá para siempre. Amén.

¡Que tengan un excelente domingo!

+ Ruy Rendón Leal

Arzobispo de Hermosillo

“Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre”

1 Reyes 19,4-8

Efesios 4,30 – 5,2

Juan 6,41-51

Continuamos la lectura y reflexión del capítulo seis del evangelio de san Juan. El domingo pasado Jesús expresó varias afirmaciones que causaron sorpresa y, a la vez, molestia en los judíos: “El pan de Dios es aquel que baja del cielo…”. “Yo soy el pan de la vida…”. Ellos entendieron perfectamente estas palabras, de tal manera que empezaron a murmurar contra Jesús.

Veamos, ahora, el mensaje que Dios nos ofrece este domingo, tanto en el evangelio como en las otras dos lecturas.

El profeta Elías (primera lectura), huyendo de la reina Jezabel, es alimentado por Dios con pan y agua en el desierto. Este alimento frugal y “misterioso” le da fuerza para poder caminar cuarenta días y cuarenta noches hasta el monte Horeb. Este alimento, sin duda, prefigura un alimento mayor que Dios mismo nos ofrecerá con el correr de los tiempos, y que nos ayudará para tener fuerza y poder llegar a su montaña santa.

Los judíos (evangelio) no quedan conformes con que Jesús se hubiese proclamado “el pan vivo bajado del cielo”. Murmuran cómo podría ser esto posible, ya que ellos conocían a José y a María, sus padres, lo que hacía a Jesús un ser terreno no bajado del cielo, como él lo decía.

Nuestro Señor, ante estos comentarios señala, claramente, que sólo por medio de la fe, sólo por la inspiración de Dios, su Padre, es posible entender que él haya bajado del cielo como pan que da la vida eterna: “nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre, que me ha enviado…”. “El que cree en mí, tiene vida eterna…”. Jesús, pues, se nos presenta a nosotros como “el pan que ha bajado del cielo para que, quien lo coma, no muera…” y viva para siempre. Qué importante es creer en Jesús, tener fe en él; él nos da la vida eterna.

San Pablo, en la segunda lectura, nos exhorta a desterrar algunos vicios y a practicar algunas virtudes: “Destierren de ustedes la aspereza, la ira, la indignación, los insultos, la maledicencia y toda clase de maldad…”. “Sean buenos y comprensivos, y perdónense los unos a los otros, como Dios los perdonó, por medio de Cristo…”. Solamente evitando el mal y haciendo el bien podremos crear ambientes más cristianos, más propicios para el crecimiento de la fe y el establecimiento del Reino de Dios.

Supliquémosle a nuestro Dios en la eucaristía de este domingo que creamos plenamente, con una fe madura, que Jesús es el pan bajado del cielo, y que quien lo come, vivirá para siempre. Amén.

¡Que tengan un excelente domingo!

+ Ruy Rendón Leal

Arzobispo de Hermosillo

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