/ domingo 8 de septiembre de 2024

Domingo de Reflexión / Domingo XXIII del Tiempo Ordinario

"¡Qué bien lo hace todo! Hace oír a los sordos y hablar a los mudos”

Isaías 35,4-7

Santiago 2,1-5

Marcos 7,31-37

La palabra de Dios nos ofrece dos grandes temas de reflexión este domingo. En primer lugar contemplamos el milagro que realiza nuestro Señor al curar a un hombre sordo y tartamudo. Por otra parte, el apóstol Santiago nos insiste en el trato fraterno que debemos ofrecer, sin distinción alguna, a todas las personas.

El profeta Isaías, en la primera lectura, le anuncia al Pueblo de Israel un futuro promisorio de parte de Dios; un futuro en el que la salvación de Dios se manifestará a través de grandes prodigios curativos: “Se iluminarán entonces los ojos de los ciegos y los oídos de los sordos se abrirán. Saltará como un venado el cojo y la lengua del mudo cantará”. Son maravillosas las imágenes con las que Isaías describe los tiempos mesiánicos, es decir, los tiempos en los que el Mesías prometido hará presente la salvación de Dios a favor de su Pueblo: “Brotarán aguas en el desierto y correrán torrentes en la estepa. El páramo se convertirá en estanque y la tierra seca, en manantial”.

El texto del profeta Isaías lo comprendemos, perfectamente, a la luz del evangelio de este domingo en el que aparece Jesús devolviendo la salud a un enfermo sordo y tartamudo. La promesa salvífica de Dios se cumple en la persona de Jesucristo, su Hijo. Las palabras, los gestos, las acciones y las actitudes de Jesús nos expresan que Dios está realizando ya la salvación prometida, más aún, Él (Jesús) es la salvación de Dios.

Tenemos mucho que aprender de todo lo que hace el Señor por el enfermo: “lo apartó a un lado de la gente, le metió los dedos en los oídos y le tocó la lengua… Después, mirando al cielo, suspiró y le dijo…”. En nuestra atención a los enfermos qué importante es: acercarnos discretamente a ellos, tocarlos, rezar y hablarles al corazón, como lo hacía Jesús, buscando no sólo la salud corporal, sino también su salud interior.

El apóstol Santiago, en la segunda lectura, nos recuerda algo que olvidamos con mucha frecuencia: “no tengan favoritismos”. Cuánto tenemos que trabajar por lograr que nuestras comunidades sean fraternas, que no haya distinciones y favoritismos para unos, y discriminaciones e indiferencias para otros.

Al Señor le pedimos en la eucaristía de este domingo que abra nuestro corazón y que quite la traba a nuestra lengua, de tal forma que seamos verdaderos escuchas de su Palabra y predicadores incansables del Evangelio. Así sea.

¡Que tengan un excelente domingo!

+ Ruy Rendón Leal

Arzobispo de Hermosillo

"¡Qué bien lo hace todo! Hace oír a los sordos y hablar a los mudos”

Isaías 35,4-7

Santiago 2,1-5

Marcos 7,31-37

La palabra de Dios nos ofrece dos grandes temas de reflexión este domingo. En primer lugar contemplamos el milagro que realiza nuestro Señor al curar a un hombre sordo y tartamudo. Por otra parte, el apóstol Santiago nos insiste en el trato fraterno que debemos ofrecer, sin distinción alguna, a todas las personas.

El profeta Isaías, en la primera lectura, le anuncia al Pueblo de Israel un futuro promisorio de parte de Dios; un futuro en el que la salvación de Dios se manifestará a través de grandes prodigios curativos: “Se iluminarán entonces los ojos de los ciegos y los oídos de los sordos se abrirán. Saltará como un venado el cojo y la lengua del mudo cantará”. Son maravillosas las imágenes con las que Isaías describe los tiempos mesiánicos, es decir, los tiempos en los que el Mesías prometido hará presente la salvación de Dios a favor de su Pueblo: “Brotarán aguas en el desierto y correrán torrentes en la estepa. El páramo se convertirá en estanque y la tierra seca, en manantial”.

El texto del profeta Isaías lo comprendemos, perfectamente, a la luz del evangelio de este domingo en el que aparece Jesús devolviendo la salud a un enfermo sordo y tartamudo. La promesa salvífica de Dios se cumple en la persona de Jesucristo, su Hijo. Las palabras, los gestos, las acciones y las actitudes de Jesús nos expresan que Dios está realizando ya la salvación prometida, más aún, Él (Jesús) es la salvación de Dios.

Tenemos mucho que aprender de todo lo que hace el Señor por el enfermo: “lo apartó a un lado de la gente, le metió los dedos en los oídos y le tocó la lengua… Después, mirando al cielo, suspiró y le dijo…”. En nuestra atención a los enfermos qué importante es: acercarnos discretamente a ellos, tocarlos, rezar y hablarles al corazón, como lo hacía Jesús, buscando no sólo la salud corporal, sino también su salud interior.

El apóstol Santiago, en la segunda lectura, nos recuerda algo que olvidamos con mucha frecuencia: “no tengan favoritismos”. Cuánto tenemos que trabajar por lograr que nuestras comunidades sean fraternas, que no haya distinciones y favoritismos para unos, y discriminaciones e indiferencias para otros.

Al Señor le pedimos en la eucaristía de este domingo que abra nuestro corazón y que quite la traba a nuestra lengua, de tal forma que seamos verdaderos escuchas de su Palabra y predicadores incansables del Evangelio. Así sea.

¡Que tengan un excelente domingo!

+ Ruy Rendón Leal

Arzobispo de Hermosillo

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