/ viernes 28 de agosto de 2020

El columnario | Los moteles

Mi encuentro con el erotismo y la sexualidad cuentan con una característica que va relacionada con varios encuentros que sostuve durante mi juventud, sin embargo, cada historia está plagada de situaciones en las que de alguna manera se encuentran plasmadas en mi trabajo de dibujo, expresando con ello mis pasajes y experiencias por medio del relato ya en la adultez, por lo que mantendré en el anonimato a dichas mujeres, ya que para ese tiempo ciertamente había culminado otras relaciones igual de intensas.

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Sin embargo, cabe señalar que de ese tiempo sostuve varios “amoríos” con algunas mujeres de diversas edades, jóvenes, así como maduras respectivamente; entre ellas una que tengo entendido era casada, por lo que naturalmente omitiré algunos detalles, aclarando que nuestras citas se llevaban a cabo con el respectivo anonimato, pero con cierta frecuencia, ya que en ocasiones nos veíamos en un lugar donde acordábamos ella y yo tanto el día, la hora y el lugar, (lo que ciertamente aseguraba nuestro pasional encuentro), creo le excitaba ocultar su identidad, pasando inadvertida entre las demás personas.

Recuerdo que en ese entonces pasaba por ella en un carro deportivo que había adquirido en esa época, al subirse a mi automóvil me besaba y reía con una naturalidad desprovista de apariencias y ese tipo de cosas, era una verdadera musa, emprendíamos desesperadamente nuestro rumbo hacia las afueras de la ciudad, donde hay un sinfín de moteles de paso, al llegar ella se cubría el rostro con tal de no exhibir su identidad (lo que era una reacción un tanto normal y entendible), por lo que ya asignado el cuarto donde estaríamos, entrábamos rápidamente una vez que el auto se encontraba dentro de su respectivo garaje.

Ya adentro ella se me abalanzaba envuelta en una pasión incontenible y a la vez desenfrenada que yo iba calmando conforme la besaba, poseyéndola lentamente hasta saciar su instinto natural de mujer, por lo que cada encuentro fue distinto entre sí.

En alguna ocasión me sorprendió a sobremanera, ya que, al pasar por ella, abordó el auto portando un abrigo verde oscuro, con una botas de piel café, recuerdo estaba cayendo el invierno y el otoño se despedía, camino al motel ella sonreía y volteaba a verme con una mirada un tanto inusual, por no decir un tanto perversa, acompañando el recorrido una música creo de los años sesenta de un señor de nombre Roberto Jordán, que se llama Dame una Señal (Oh Chiquita… si tú me quieres…) que ella dispuso en el reproductor de discos compactos de mi automóvil… Al ingresar al cuarto nos besamos apasionadamente durante un rato, al despojarla de su abrigo, mi sorpresa fue mayor, ya que portaba únicamente su ropa íntima de color negro, llevando incluso unos ligueros del mismo color, lo que provocó en mí una emoción tremenda… Por lo que quien se abalanzó hacia ella en esa ocasión fui yo, nos reímos tanto, al concluir nuestra faena y motivo central de nuestra reunión, repentinamente volteamos a ver la escena dejando ver las sábanas revueltas, almohadas tiradas, llamando la atención el sofá que se encontraba totalmente volteado…

Ciertamente en algún momento me confesó que le costaba mucho trabajo el estar sin mí, es decir el no poder tenerme a su lado, ya que en sus planes se encontraba el dejar a su marido, me llegó a comentar que la relación ya no funcionaba… Al tiempo, tengo entendido allá se divorciaría, algo muy común en la actualidad. A ella dejé de verla, ya que mis ocupaciones me lo impedían, no permitiéndome lo anterior, lo que volvió la relación un tanto distante, la comunicación era escasa, además de que yo había iniciado una que otra relación con otras mujeres, amigas, amantes… así que dejamos de vernos repentinamente. Es cuanto. Nos vemos la próxima entrega…

Mi encuentro con el erotismo y la sexualidad cuentan con una característica que va relacionada con varios encuentros que sostuve durante mi juventud, sin embargo, cada historia está plagada de situaciones en las que de alguna manera se encuentran plasmadas en mi trabajo de dibujo, expresando con ello mis pasajes y experiencias por medio del relato ya en la adultez, por lo que mantendré en el anonimato a dichas mujeres, ya que para ese tiempo ciertamente había culminado otras relaciones igual de intensas.

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Sin embargo, cabe señalar que de ese tiempo sostuve varios “amoríos” con algunas mujeres de diversas edades, jóvenes, así como maduras respectivamente; entre ellas una que tengo entendido era casada, por lo que naturalmente omitiré algunos detalles, aclarando que nuestras citas se llevaban a cabo con el respectivo anonimato, pero con cierta frecuencia, ya que en ocasiones nos veíamos en un lugar donde acordábamos ella y yo tanto el día, la hora y el lugar, (lo que ciertamente aseguraba nuestro pasional encuentro), creo le excitaba ocultar su identidad, pasando inadvertida entre las demás personas.

Recuerdo que en ese entonces pasaba por ella en un carro deportivo que había adquirido en esa época, al subirse a mi automóvil me besaba y reía con una naturalidad desprovista de apariencias y ese tipo de cosas, era una verdadera musa, emprendíamos desesperadamente nuestro rumbo hacia las afueras de la ciudad, donde hay un sinfín de moteles de paso, al llegar ella se cubría el rostro con tal de no exhibir su identidad (lo que era una reacción un tanto normal y entendible), por lo que ya asignado el cuarto donde estaríamos, entrábamos rápidamente una vez que el auto se encontraba dentro de su respectivo garaje.

Ya adentro ella se me abalanzaba envuelta en una pasión incontenible y a la vez desenfrenada que yo iba calmando conforme la besaba, poseyéndola lentamente hasta saciar su instinto natural de mujer, por lo que cada encuentro fue distinto entre sí.

En alguna ocasión me sorprendió a sobremanera, ya que, al pasar por ella, abordó el auto portando un abrigo verde oscuro, con una botas de piel café, recuerdo estaba cayendo el invierno y el otoño se despedía, camino al motel ella sonreía y volteaba a verme con una mirada un tanto inusual, por no decir un tanto perversa, acompañando el recorrido una música creo de los años sesenta de un señor de nombre Roberto Jordán, que se llama Dame una Señal (Oh Chiquita… si tú me quieres…) que ella dispuso en el reproductor de discos compactos de mi automóvil… Al ingresar al cuarto nos besamos apasionadamente durante un rato, al despojarla de su abrigo, mi sorpresa fue mayor, ya que portaba únicamente su ropa íntima de color negro, llevando incluso unos ligueros del mismo color, lo que provocó en mí una emoción tremenda… Por lo que quien se abalanzó hacia ella en esa ocasión fui yo, nos reímos tanto, al concluir nuestra faena y motivo central de nuestra reunión, repentinamente volteamos a ver la escena dejando ver las sábanas revueltas, almohadas tiradas, llamando la atención el sofá que se encontraba totalmente volteado…

Ciertamente en algún momento me confesó que le costaba mucho trabajo el estar sin mí, es decir el no poder tenerme a su lado, ya que en sus planes se encontraba el dejar a su marido, me llegó a comentar que la relación ya no funcionaba… Al tiempo, tengo entendido allá se divorciaría, algo muy común en la actualidad. A ella dejé de verla, ya que mis ocupaciones me lo impedían, no permitiéndome lo anterior, lo que volvió la relación un tanto distante, la comunicación era escasa, además de que yo había iniciado una que otra relación con otras mujeres, amigas, amantes… así que dejamos de vernos repentinamente. Es cuanto. Nos vemos la próxima entrega…