/ martes 15 de septiembre de 2020

El Columnario | Motel El Encanto

De esta serie de relatos y pasajes en relación al tema de los moteles, debo señalar lo siguiente, si bien es cierto lo anterior representa únicamente una evocación a la memoria, también representa en cierta forma una especie de relato un tanto erótico alrededor del mismo texto, ya que, por consiguiente, son recuerdos que permanecen inmutables, como una parte natural al carácter y la personalidad correspondiente a mi sexualidad. No obstante, para ese tiempo, recién había expuesto una serie de autorretratos realizados bajo la técnica de tinta sobre papel en una de las galerías más reconocidas de la localidad, cabe señalar que dicha encomienda me había requerido un gran esfuerzo, ya que los tiempos de producción entre la fecha inaugural y la de exposición eran un tanto limitados, sin embargo, lo anterior no representó dificultad alguna para poder llevar a cabo la totalidad de las piezas y poder cumplir con la programación que tenía en mi agenda, así como algunos compromisos en relación a esa muestra individual, además de las entrevistas que tendría que dar entorno a la misma.

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De esa época, recuerdo que en alguna ocasión acudí a un evento de índole cultural celebrándose este en el auditorio del centro de las artes de la Universidad de Sonora, en dicho evento pude saludar a compañeros y conocidos de la cultura, al igual que amigos escritores que no había visto hace ya algún tiempo, al salir del recinto fui abordado por dos encantadoras mujeres de mediana edad (que ciertamente llamaron mi atención); motivando en cierta forma una conversación inicial y confianza de mi parte, para de ahí partir rumbo a cierto café ubicado en la avenida Rosales y Serdán de esta capital y tan acostumbrado para esos tiempos, acordando la cita minutos antes en el respectivo estacionamiento del ya referido recinto cultural, percatándome que estaban siendo molestadas por un vago que merodeaba por el lugar, reclamando e injuriando una serie de obscenidades hacia ellas, me detuve por un instante tratando de pasar por alto dicha falta…

Pensé, más tarde ajustaré cuentas con él, me fue imposible, no pude… ya que este personaje insistió en molestarlas e incomodarlas de manera vulgar y grosera en repetidas ocasiones durante la trayectoria al estacionamiento, no podía permitir que eso sucediera… es decir me vi forzado a actuar, propinándole tremendo derechazo y gancho en la boca del estómago, como una muestra correctiva hacia su falta de educación, haciendo evidente el menoscabo que había tenido hacia ellas, creo, lo doble por completo ya que lo deje sin respiración y tirado en el piso durante varios minutos, nos alejamos del lugar para evitar mayores complicaciones, a lo que rápidamente nos trasladamos cada quién, en nuestros respectivos automóviles hacia el lugar acordado, ya que una de ellas venía en calidad de acompañante, en el café, me agradecieron lo anterior con sonrisas y gestos un tanto provocadores, retomando con ello la conversación inicial, sin embargo su amiga estuvo apenas una hora pasando a retirarse del lugar, no sin antes preguntarle a su compañera si se iba con ella o bien decidía quedarse conmigo, no le costó trabajo decidir, tiempo después, me pidió la llevara a su casa ya que era un poco tarde, a lo que pactamos vernos a la brevedad en esa misma semana, así fue. De alguna manera el asiento derecho - delantero de mi automóvil invariablemente se estaba convirtiendo en “testigo silencioso” de las mujeres con las cuales de alguna manera u otra estaba sosteniendo cierta relación, fuese o no precisamente sentimental. Esta nueva compañera, debo comentar se encontraba recién divorciada, ya que un año atrás había cerrado un “amargo capitulo” en su vida, según me comento en alguna ocasión, sin embargo, lo anterior no la limito para entregarse a mí en varias ocasiones y darle “rienda suelta” a sus más inhóspitos deseos y perversiones, sometiéndome a sus más fervientes caprichos como hembra que naturalmente era.

Debo confesar que estuvimos saliendo durante más de 3 años, a ella le encantaba que fuéramos a un motel que ciertamente lleva el nombre inicial de este texto, correspondiendo este al motel “El Encanto”, ya que ella manifestaba sentirse completamente libre y desprovista de algún sentimiento de culpa, debido a que su situación actual le permitía contar con esas condiciones de independencia respectivamente. Recuerdo que la mayoría de las veces, al llegar al motel, ella se arreglaba distinto para cada ocasión, es decir se ponía un “Baby doll”, portando unas medias del mismo color, según fuera la ocasión, sin dejar de lado sus respectivos ligueros creando un conjunto totalmente armónico para el momento, ya que en anteriores encuentros le había manifestado mi predilección por ese atuendo, a lo que no se negó, si no por el contrario, disfrutaba las reacciones que naturalmente provocaba en mí; lo que nos llevo a practicar toda serie de acrobacias y malabares; ella era una mujer de estatura promedio, piel trigueña, cabellera negra y un tanto larga, ojos prominentes y de atributos físicos un tanto considerables, una escultura en toda la extensión de la palabra.

Sin embargo, de los últimos encuentros recuerdo que me dio a comer varios racimos de uvas, ingiriéndolos entre ella y yo casi en su totalidad, acompañados de varias botellas de vino Cabernet Sauvignon, muy al estilo de la cultura y de las costumbres de la antigua Roma, mientras nuestros cuerpos se encontraban despojados de cualquier vestimenta, uno de los juegos favoritos era que cada uva al deslizarse sobre su abdomen cayera en su ombligo para de ahí ser ingerido, cosa que en lo particular hacía que ella se estremeciera y apretara fuertemente las sábanas con sus delicadas manos, mordiendo la sabana con sus labios, y su boca sin aliento, mientras yo sabía perfectamente lo que hacía. Es cuánto. Nos vemos la próxima entrega…

De esta serie de relatos y pasajes en relación al tema de los moteles, debo señalar lo siguiente, si bien es cierto lo anterior representa únicamente una evocación a la memoria, también representa en cierta forma una especie de relato un tanto erótico alrededor del mismo texto, ya que, por consiguiente, son recuerdos que permanecen inmutables, como una parte natural al carácter y la personalidad correspondiente a mi sexualidad. No obstante, para ese tiempo, recién había expuesto una serie de autorretratos realizados bajo la técnica de tinta sobre papel en una de las galerías más reconocidas de la localidad, cabe señalar que dicha encomienda me había requerido un gran esfuerzo, ya que los tiempos de producción entre la fecha inaugural y la de exposición eran un tanto limitados, sin embargo, lo anterior no representó dificultad alguna para poder llevar a cabo la totalidad de las piezas y poder cumplir con la programación que tenía en mi agenda, así como algunos compromisos en relación a esa muestra individual, además de las entrevistas que tendría que dar entorno a la misma.

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De esa época, recuerdo que en alguna ocasión acudí a un evento de índole cultural celebrándose este en el auditorio del centro de las artes de la Universidad de Sonora, en dicho evento pude saludar a compañeros y conocidos de la cultura, al igual que amigos escritores que no había visto hace ya algún tiempo, al salir del recinto fui abordado por dos encantadoras mujeres de mediana edad (que ciertamente llamaron mi atención); motivando en cierta forma una conversación inicial y confianza de mi parte, para de ahí partir rumbo a cierto café ubicado en la avenida Rosales y Serdán de esta capital y tan acostumbrado para esos tiempos, acordando la cita minutos antes en el respectivo estacionamiento del ya referido recinto cultural, percatándome que estaban siendo molestadas por un vago que merodeaba por el lugar, reclamando e injuriando una serie de obscenidades hacia ellas, me detuve por un instante tratando de pasar por alto dicha falta…

Pensé, más tarde ajustaré cuentas con él, me fue imposible, no pude… ya que este personaje insistió en molestarlas e incomodarlas de manera vulgar y grosera en repetidas ocasiones durante la trayectoria al estacionamiento, no podía permitir que eso sucediera… es decir me vi forzado a actuar, propinándole tremendo derechazo y gancho en la boca del estómago, como una muestra correctiva hacia su falta de educación, haciendo evidente el menoscabo que había tenido hacia ellas, creo, lo doble por completo ya que lo deje sin respiración y tirado en el piso durante varios minutos, nos alejamos del lugar para evitar mayores complicaciones, a lo que rápidamente nos trasladamos cada quién, en nuestros respectivos automóviles hacia el lugar acordado, ya que una de ellas venía en calidad de acompañante, en el café, me agradecieron lo anterior con sonrisas y gestos un tanto provocadores, retomando con ello la conversación inicial, sin embargo su amiga estuvo apenas una hora pasando a retirarse del lugar, no sin antes preguntarle a su compañera si se iba con ella o bien decidía quedarse conmigo, no le costó trabajo decidir, tiempo después, me pidió la llevara a su casa ya que era un poco tarde, a lo que pactamos vernos a la brevedad en esa misma semana, así fue. De alguna manera el asiento derecho - delantero de mi automóvil invariablemente se estaba convirtiendo en “testigo silencioso” de las mujeres con las cuales de alguna manera u otra estaba sosteniendo cierta relación, fuese o no precisamente sentimental. Esta nueva compañera, debo comentar se encontraba recién divorciada, ya que un año atrás había cerrado un “amargo capitulo” en su vida, según me comento en alguna ocasión, sin embargo, lo anterior no la limito para entregarse a mí en varias ocasiones y darle “rienda suelta” a sus más inhóspitos deseos y perversiones, sometiéndome a sus más fervientes caprichos como hembra que naturalmente era.

Debo confesar que estuvimos saliendo durante más de 3 años, a ella le encantaba que fuéramos a un motel que ciertamente lleva el nombre inicial de este texto, correspondiendo este al motel “El Encanto”, ya que ella manifestaba sentirse completamente libre y desprovista de algún sentimiento de culpa, debido a que su situación actual le permitía contar con esas condiciones de independencia respectivamente. Recuerdo que la mayoría de las veces, al llegar al motel, ella se arreglaba distinto para cada ocasión, es decir se ponía un “Baby doll”, portando unas medias del mismo color, según fuera la ocasión, sin dejar de lado sus respectivos ligueros creando un conjunto totalmente armónico para el momento, ya que en anteriores encuentros le había manifestado mi predilección por ese atuendo, a lo que no se negó, si no por el contrario, disfrutaba las reacciones que naturalmente provocaba en mí; lo que nos llevo a practicar toda serie de acrobacias y malabares; ella era una mujer de estatura promedio, piel trigueña, cabellera negra y un tanto larga, ojos prominentes y de atributos físicos un tanto considerables, una escultura en toda la extensión de la palabra.

Sin embargo, de los últimos encuentros recuerdo que me dio a comer varios racimos de uvas, ingiriéndolos entre ella y yo casi en su totalidad, acompañados de varias botellas de vino Cabernet Sauvignon, muy al estilo de la cultura y de las costumbres de la antigua Roma, mientras nuestros cuerpos se encontraban despojados de cualquier vestimenta, uno de los juegos favoritos era que cada uva al deslizarse sobre su abdomen cayera en su ombligo para de ahí ser ingerido, cosa que en lo particular hacía que ella se estremeciera y apretara fuertemente las sábanas con sus delicadas manos, mordiendo la sabana con sus labios, y su boca sin aliento, mientras yo sabía perfectamente lo que hacía. Es cuánto. Nos vemos la próxima entrega…