Hay una escena en Los Intocables ( Brian de Palma, 1987 ) que quizás se ha convertido en jurisprudencia para la ficción cinematográfica: Jim Malone ( Sean Connery ) advierte a Elliot Ness ( Kevin Costner ) sobre “la ley de Chicago”; explica, con decisión, que para enfrentar a Al Capone es indispensable ignorar las reglas y ser aún más rudos y sucios que el villano.
La premisa funciona, sobre todo cuando existe el consenso de que el mal merece golpes bajos.
Así, Guerra sin reglas ( Guy Ritchie, 2024 ) ofrece la oportunidad de presenciar un divertimento sin culpa. Se trata de una película, basada en hechos reales – whatever that means -, trabajada a través de los filtros condescendientes de la postmodernidad y, por supuesto, aderezada con elementos de equidad e inclusión.
Por supuesto, ideologías aparte, Guerra sin reglas pretende ir por más y más público y eso le permitirá manipular hechos históricos mientras juega, con gran desenfado, con los estereotipos y busca aligerar la explosiva trama con asomos de humor que, tal vez, no sean del agrado de todo el público.
Estamos en la Segunda Guerra Mundial. Hitler avanza sobre Europa y amenaza a Gran Bretaña, bastión antifascista en el Viejo Mundo. Winston Churchill ( Rory Kinnear ), sabe que mientras los alemanes dominen el Atlántico, será muy difícil recibir ayuda de los EEUU, por lo que decide reclutar a un grupo especial de militares y mercenarios para destruir el suministro de energía y combustible que mantiene a los temibles submarinos germanos en acción.
La misión de sabotaje deberá ser cumplida sin considerar ley o regla alguna. Es de esta forma como Gus March-Phillps ( Henry Cavill ), Anders Lassen ( Alan Ritchson ), Geoffrey Appleyard ( Alex Pettyfer ), Henry Hayes ( Hero Fiennes ) y Marjorie Stewart ( Eiza González ), se preparan para llevar a cabo un baño de sangre y violencia entre los nazis.
El fin justifica los medios.
Por otra parte, la costumbre de mezclar elementos de realidad con fantasía, aparece en Guerra sin reglas: Churchill se apoya en el Ministerio de Inteligencia británico encabezado por M ( Cary Elwes ), quien encarga a un joven funcionario, Ian Fleming ( Freddie Fox ), estar al pendiente de esta operación. Y si a esto agregamos la leyenda que asegura que Fleming se basó en Gus March-Phillps para crear a James Bond, la ecuación se ha completado.
¿Es el nazismo una fuente inagotable para la producción fílmica? En apariencia así es. El año pasado, Zona de interés ( Jonathan Glazer, 2023 ) cautivó a público y crítica y cada jornada cinematográfica anual presenta una cinta, ya sea bélica, de suspenso, drama o documental, sobre este vergonzoso y aberrante episodio de la historia humana.
La producción es fiel al estilo de Guy Ritchie. Es espectacular, entretenida y desparpajada. Muestra a anti héroes en perfecta condición física en actitudes mucho más cercanas a nuestro tiempo que aquellas conductas sociales vigentes hace ochenta años.
Es una comedia de acción que no intenta – de ninguna manera – presentar una puesta en escena realista. En su lugar celebra, a lo Rambo ( Ted Kotcheff, 1982 ), la matanza de nazis desde el punto de vista contemporáneo al servicio secreto de Su Majestad.
QUE LEER ANTES O DESPUÉS DE LA FUNCIÓN
Operación Trueno, de Ian Fleming. Escrita en 1959, al calor de la guerra fría, es una genial aventura de James Bond quien debe encabezar los esfuerzos por recuperar dos bombas atómicas robadas por SPECTRE. La novela profundiza entre la relación de M, el jefe, y el héroe mientras se desarrolla una trama rica en giros inesperados y personajes memorables.