/ jueves 5 de mayo de 2022

El faro | El orden del cambio

Todos los días nos convertimos en expertos opinólogos. Desde que amanecemos hasta cerrar los ojos. Somos creaturas que externamos sobre los sucesos más relevantes del mundo, sobre los acontecimientos sobresalientes en nuestro país, sobre las novedades en nuestra comunidad y sobre lo que está pasando en nuestra vida.

Si bien es cierto que opinamos de todo, infortunadamente tendemos a inclinarnos por lo negativo, por la crítica, por el señalamiento y por sobresaltar aquello que no nos gusta. Y esto lo hemos hecho en mayor o menor medida desde siempre, algunas veces nos toca ser los emisores y otras los receptores y lo seguiremos haciendo a lo largo de nuestra vida, independientemente del entorno que nos desenvolvamos.

Pero te has puesto a pensar… ¿qué pasaría si esa energía, enfoque y tiempo fuera invertido en otras acciones y actividades? ¿Cómo serían nuestros días? ¿Cuáles serían los resultados y desenlaces reflejados en nuestro país, estado, familia y área de injerencia?

Bien dicen que todos queremos ser felices, y aunque muchos no lo acepten, el crecimiento, progreso y desarrollo son una fuente interminable de felicidad. Y no sólo eso, también tienen innumerables consecuencias y alcances. Así que, con un poco de análisis y orden los invito a reajustar pequeños enfoques en nuestro día a día con el objetivo de ser parte de la solución y no solo retransmitir los problemas.

El pensamiento sistémico puede simplificar nuestras vidas. Cuando nos comprometemos con un sistema, el progreso real está garantizado.

Los resultados duraderos, necesitan una base sólida y los sistemas que ofrecen patrones consistentes siempre son mejores que las opciones con ganancias a corto plazo.

En casi todas las áreas de nuestra vida, tenemos la tentación de saltar procesos, tomar atajos y apoyarnos en “trucos” para avanzar, sin embargo, esto a la larga es una mala decisión. Quizá, es aquí donde decidamos opinar y criticar, en lugar de aportar y construir algo de valor con impactos positivos y que trasciendan.

Buscar soluciones rápidas para la mayoría de los problemas no es sostenible. Las ganancias rápidas no siempre funcionan y a veces, pueden ser difíciles de repetir. Una mejor manera de resolver problemas y lograr un progreso constante es construir un sistema viable y saludable para las muchas áreas de nuestra vida.

Un sistema es un conjunto de hábitos o pequeñas acciones que funcionan juntas para simplificar nuestra vida o ayudarnos a realizar las actividades del día a día. Los pequeños detalles que definen cómo logramos nuestros objetivos de vida o de trabajo son un sistema, una forma de trabajo única para cada uno de nosotros.

Básicamente, un sistema es un comportamiento repetible, una acción que nos ayuda a lograr metas a largo plazo, o bien, que nos arroja determinados resultados al paso del tiempo. Sin embargo, con un buen e inteligente sistema, podemos aumentar nuestras probabilidades de éxito a largo plazo, independientemente de lo recibido en el corto plazo.

Si deseamos una mejor salud o si queremos vivir en una mejor ciudad, la constancia y las acciones que incluyamos en nuestro sistema perfectible y repetible serán factores vinculantes a esos escenarios deseados. Y no es necesario modificar ni comprometerse a grandes cosas, podemos comenzar con ejercicios sencillos que ocuparán 20 minutos de nuestros días, acciones que no son complicadas ni complejas, pero será el inicio de un nuevo sistema que nos convertiría en ser parte de la solución. Incluso si lo hacemos dos veces por semana, haremos más por nuestra salud y comunidad que lo que lograremos si seguimos sólo opinando y señalando lo que está mal.

Si queremos resultados diferentes, debemos entender que si se puede pero sólo será posible a través de crear un motor de aprendizaje que nos permita ser más sabios hoy que ayer para con esto ir desarrollando esos hábitos inteligentes de alto impacto que se convertirán en nuestro sistema de vida.

Hay que reunir una colección de hábitos de aprendizaje como leer, activarnos físicamente, predicar con el ejemplo, formar mejores jóvenes, convertirnos en ciudadanos ejemplares, ofrecer un cumplido por cada crítica, descubrir una solución ante cada adversidad y sobre todo cambiar nuestra mentalidad y aceptar que los resultados vendrán después, mucho tiempo después.

No debemos preocuparnos ni profundizar todo en un solo día, los sistemas facilitan la acumulación de pequeños logros a lo largo del tiempo y van creando las condiciones favorables para más y mejores resultados.

Los sistemas son la base de los resultados a largo plazo. Los sistemas nos vuelven eficientes, nos ahorran tiempo y energía. Y al tener la opción y libertad de decidir qué acciones y bajo qué visiones construirlos, podemos influir en la construcción de los escenarios ideales que tanto añoramos y por lo que tanto nos quejamos.

Así que:

Comienza con el área de tu vida que más te quejas. Por ejemplo, tus finanzas, tu salud, tu ciudad, tu trabajo, etc...

1. Desarrolla una visión satisfactoria, ideal y sobre todo socialmente redituable (legal, moral, sustentable y sostenible.)

2. Identificar el objetivo más grande. O la meta crucialmente importante. ¿Qué quieres lograr? ¿Qué hábito te encaminara en el largo plazo a eso?

3. Documéntalo, practícalo, comunícalo, haz de tu primer círculo participe. Diariamente, semanalmente y mensualmente continúa con las acciones y actividades de manera consistente.

4. Suma más sistemas a tu vida. Cambia, actualiza o adiciona sistemas cuando sea necesario para obtener mejores resultados y continuar construyendo mejores escenarios para todos.

Lo que hacemos a diario es cómo llevamos nuestra vida. Si nuestros hábitos (generadores de sistemas) actuales no nos brindan los resultados que deseamos, habrá que diseñar un mejor sistema.

Tienes que quererlo de verdad.

Como dijo una vez Nietzsche, “Quien tiene un por qué vivir, puede soportar casi cualquier cómo”. — con una razón lo suficientemente fuerte, el viaje se resolverá solo.

Todos los días nos convertimos en expertos opinólogos. Desde que amanecemos hasta cerrar los ojos. Somos creaturas que externamos sobre los sucesos más relevantes del mundo, sobre los acontecimientos sobresalientes en nuestro país, sobre las novedades en nuestra comunidad y sobre lo que está pasando en nuestra vida.

Si bien es cierto que opinamos de todo, infortunadamente tendemos a inclinarnos por lo negativo, por la crítica, por el señalamiento y por sobresaltar aquello que no nos gusta. Y esto lo hemos hecho en mayor o menor medida desde siempre, algunas veces nos toca ser los emisores y otras los receptores y lo seguiremos haciendo a lo largo de nuestra vida, independientemente del entorno que nos desenvolvamos.

Pero te has puesto a pensar… ¿qué pasaría si esa energía, enfoque y tiempo fuera invertido en otras acciones y actividades? ¿Cómo serían nuestros días? ¿Cuáles serían los resultados y desenlaces reflejados en nuestro país, estado, familia y área de injerencia?

Bien dicen que todos queremos ser felices, y aunque muchos no lo acepten, el crecimiento, progreso y desarrollo son una fuente interminable de felicidad. Y no sólo eso, también tienen innumerables consecuencias y alcances. Así que, con un poco de análisis y orden los invito a reajustar pequeños enfoques en nuestro día a día con el objetivo de ser parte de la solución y no solo retransmitir los problemas.

El pensamiento sistémico puede simplificar nuestras vidas. Cuando nos comprometemos con un sistema, el progreso real está garantizado.

Los resultados duraderos, necesitan una base sólida y los sistemas que ofrecen patrones consistentes siempre son mejores que las opciones con ganancias a corto plazo.

En casi todas las áreas de nuestra vida, tenemos la tentación de saltar procesos, tomar atajos y apoyarnos en “trucos” para avanzar, sin embargo, esto a la larga es una mala decisión. Quizá, es aquí donde decidamos opinar y criticar, en lugar de aportar y construir algo de valor con impactos positivos y que trasciendan.

Buscar soluciones rápidas para la mayoría de los problemas no es sostenible. Las ganancias rápidas no siempre funcionan y a veces, pueden ser difíciles de repetir. Una mejor manera de resolver problemas y lograr un progreso constante es construir un sistema viable y saludable para las muchas áreas de nuestra vida.

Un sistema es un conjunto de hábitos o pequeñas acciones que funcionan juntas para simplificar nuestra vida o ayudarnos a realizar las actividades del día a día. Los pequeños detalles que definen cómo logramos nuestros objetivos de vida o de trabajo son un sistema, una forma de trabajo única para cada uno de nosotros.

Básicamente, un sistema es un comportamiento repetible, una acción que nos ayuda a lograr metas a largo plazo, o bien, que nos arroja determinados resultados al paso del tiempo. Sin embargo, con un buen e inteligente sistema, podemos aumentar nuestras probabilidades de éxito a largo plazo, independientemente de lo recibido en el corto plazo.

Si deseamos una mejor salud o si queremos vivir en una mejor ciudad, la constancia y las acciones que incluyamos en nuestro sistema perfectible y repetible serán factores vinculantes a esos escenarios deseados. Y no es necesario modificar ni comprometerse a grandes cosas, podemos comenzar con ejercicios sencillos que ocuparán 20 minutos de nuestros días, acciones que no son complicadas ni complejas, pero será el inicio de un nuevo sistema que nos convertiría en ser parte de la solución. Incluso si lo hacemos dos veces por semana, haremos más por nuestra salud y comunidad que lo que lograremos si seguimos sólo opinando y señalando lo que está mal.

Si queremos resultados diferentes, debemos entender que si se puede pero sólo será posible a través de crear un motor de aprendizaje que nos permita ser más sabios hoy que ayer para con esto ir desarrollando esos hábitos inteligentes de alto impacto que se convertirán en nuestro sistema de vida.

Hay que reunir una colección de hábitos de aprendizaje como leer, activarnos físicamente, predicar con el ejemplo, formar mejores jóvenes, convertirnos en ciudadanos ejemplares, ofrecer un cumplido por cada crítica, descubrir una solución ante cada adversidad y sobre todo cambiar nuestra mentalidad y aceptar que los resultados vendrán después, mucho tiempo después.

No debemos preocuparnos ni profundizar todo en un solo día, los sistemas facilitan la acumulación de pequeños logros a lo largo del tiempo y van creando las condiciones favorables para más y mejores resultados.

Los sistemas son la base de los resultados a largo plazo. Los sistemas nos vuelven eficientes, nos ahorran tiempo y energía. Y al tener la opción y libertad de decidir qué acciones y bajo qué visiones construirlos, podemos influir en la construcción de los escenarios ideales que tanto añoramos y por lo que tanto nos quejamos.

Así que:

Comienza con el área de tu vida que más te quejas. Por ejemplo, tus finanzas, tu salud, tu ciudad, tu trabajo, etc...

1. Desarrolla una visión satisfactoria, ideal y sobre todo socialmente redituable (legal, moral, sustentable y sostenible.)

2. Identificar el objetivo más grande. O la meta crucialmente importante. ¿Qué quieres lograr? ¿Qué hábito te encaminara en el largo plazo a eso?

3. Documéntalo, practícalo, comunícalo, haz de tu primer círculo participe. Diariamente, semanalmente y mensualmente continúa con las acciones y actividades de manera consistente.

4. Suma más sistemas a tu vida. Cambia, actualiza o adiciona sistemas cuando sea necesario para obtener mejores resultados y continuar construyendo mejores escenarios para todos.

Lo que hacemos a diario es cómo llevamos nuestra vida. Si nuestros hábitos (generadores de sistemas) actuales no nos brindan los resultados que deseamos, habrá que diseñar un mejor sistema.

Tienes que quererlo de verdad.

Como dijo una vez Nietzsche, “Quien tiene un por qué vivir, puede soportar casi cualquier cómo”. — con una razón lo suficientemente fuerte, el viaje se resolverá solo.