/ jueves 26 de agosto de 2021

El faro | Estancamiento generacional o redefinición de expectativas

Las condiciones económicas de hoy no sólo están frenando a los millennials (nacidos entre 1982 y 1996). Los están estratificando, lo que lleva a experiencias desiguales dentro de la generación.

¿Alguno de ustedes conoce a alguna abuela millennial? Con todas las características y bondades de ser abuela, pero muy diferente a lo que estamos acostumbrados, es decir, muchas de estas abuelas millennials no son dueñas de una casa, ni cerca de permitírsela. No tienen ahorros, sin embargo, abuelas ya son. Los millennials están envejeciendo, pero sin crecer, al menos no de la manera que muchos de ellos desearían.

Los millennials, como casi todo el mundo sabe en este momento, son una generación retrasada. La recesión pandémica ha llevado a los adultos no tan jóvenes a postergar la idea de tener hijos, comprar una casa, casarse o invertir en un automóvil. Pero las condiciones económicas actuales no sólo están frenando a los millennials. Los están estratificando, lo que lleva a experiencias desiguales dentro de la generación.

El matrimonio es un buen ejemplo. Los millennials se casan más tarde en la vida que las personas de generaciones anteriores. La edad promedio en el primer matrimonio ha aumentado constantemente durante los últimos 50 años, de 23 a 30 años para los hombres y de 21 a 28 años para las mujeres. Como resultado, los millennials tienen menos probabilidades de casarse que los de la generación X (nacidos entre 1965 a 1982) o los baby boomers (nacidos entre 1946 a 1965) cuando tenían la misma edad; la tasa de matrimonio entre los adultos jóvenes ha caído 14 puntos porcentuales desde 1990.

Pero el aumento de la media saca a la luz una variación creciente en la experiencia de los millennials. Los millennials, en particular las mujeres, que han completado la universidad tienden a casarse más viejos; muchos millennials que no asistieron o no completaron la universidad están optando por no casarse en absoluto. Hace tres décadas, la tasa de matrimonio estaba por encima del 60% para todos los adultos mayores de 25 años. Ahora, es aproximadamente el 65% para aquellos con un título universitario y el 50% para aquellos que sólo terminaron la escuela secundaria.

El mismo tipo de tendencia está afectando la maternidad y se muestra una marcada curva de paternidad en el siglo XX: las mujeres comenzarían a convertirse en madres al final de la adolescencia y dejarían de ser madres a los 30 años. Ahora esa curva es más plana y más ancha. Muchas más mujeres eligen convertirse en padres a finales de los 30 y principios de los 40.

La ubicación y el nivel educativo también parecen ser factores; muchas mujeres con educación universitaria en ciudades como Querétaro, Pueblo o Monterrey incluso Hermosillo están posponiendo la maternidad, mientras que muchas mujeres que no fueron a la universidad y viven en áreas rurales todavía tienen hijos en sus 20 años. La brecha generacional sólo se ampliará a medida que más millennials tengan sus primeros nietos. Algunos ya son abuelos; otros esperan medio siglo. En general, la edad promedio a la que las personas se convierten en abuelos sigue aumentando.

Ahora bien, en términos de ingresos y, especialmente, riqueza, los millennials como grupo social se han quedado atrás, acumulando considerablemente menos en patrimonio neto que los de la generación X y los baby boomers en el mismo momento de sus vidas. Algunos datos del Banco Mundial sugieren que los millennials tienen aproximadamente un 11% menos de riqueza de lo esperado y bien pueden ser la primera generación en la vida moderna en terminar siendo más pobres que sus padres.

Curiosamente y menos reconocido es que los millennials también están experimentando una gran estratificación de la riqueza. A los millennials más ricos les va mejor que a las personas de la misma edad hace décadas; Mark Zuckerberg es mucho más rico que Bill Gates cuando tenía 36 años, por ejemplo. El 10% más acaudalado de los millennials, que creció en familias relativamente ricas y asistió a universidades prestigiadas, lo está haciendo bien. Pero los millennials más pobres, en particular los que no tienen un título universitario, se quedan muy, muy atrás. Las investigaciones encontraron que el típico millennial sin un título universitario tiene casi un 20% menos de riqueza de lo que se esperaría.

El sesgo se vuelve aún mayor cuando se compara a los millennials alrededor del mundo. Si bien es cierto que es una generación comprometida con la igualdad racial, no se manifiesta así. Los millennials blancos son aproximadamente tan ricos ahora como lo eran hace unas décadas. Pero los millennials negros son más pobres, en promedio, y sus patrimonios netos colectivos se reducen a la mitad. La deuda por préstamos estudiantiles es otra variable a considerar: los universitarios negros tienen más probabilidades de obtener préstamos que los alumnos blancos, dando como resultado que los primeros terminan pidiendo prestado más dinero y por ende debiendo más y pasarán el resto de su vida luchando por devolverlo, incluso con buenos empleos resultado del título universitario.

En términos de propiedad de vivienda, se aplica la misma ecuación. Los millennials blancos que tuvieron la suerte de contar con la ayuda de sus padres boomers para ir a la universidad y absorber la mayoría de los pagos se han beneficiado dramáticamente. Resultando en nuevas posibilidades como adquirir una vivienda, a pesar de los constantes aumentos en los precios. Mientras que los millennials sin esa ayuda, en muchos casos, permanecen excluidos, lo que reduce la tasa general de adquisición de una propiedad en la generación.

Los millennials no son sólo una generación retrasada, sino una generación en donde toda la idea y conceptualización de la vida adulta, como se conoce en la era moderna de la humanidad, se ha vuelto más extraña y menos exacta. Y por supuesto con los escenarios disruptivos postpandémicos sólo han hecho que las cosas sean más tenues y más estratificadas.

Las condiciones económicas de hoy no sólo están frenando a los millennials (nacidos entre 1982 y 1996). Los están estratificando, lo que lleva a experiencias desiguales dentro de la generación.

¿Alguno de ustedes conoce a alguna abuela millennial? Con todas las características y bondades de ser abuela, pero muy diferente a lo que estamos acostumbrados, es decir, muchas de estas abuelas millennials no son dueñas de una casa, ni cerca de permitírsela. No tienen ahorros, sin embargo, abuelas ya son. Los millennials están envejeciendo, pero sin crecer, al menos no de la manera que muchos de ellos desearían.

Los millennials, como casi todo el mundo sabe en este momento, son una generación retrasada. La recesión pandémica ha llevado a los adultos no tan jóvenes a postergar la idea de tener hijos, comprar una casa, casarse o invertir en un automóvil. Pero las condiciones económicas actuales no sólo están frenando a los millennials. Los están estratificando, lo que lleva a experiencias desiguales dentro de la generación.

El matrimonio es un buen ejemplo. Los millennials se casan más tarde en la vida que las personas de generaciones anteriores. La edad promedio en el primer matrimonio ha aumentado constantemente durante los últimos 50 años, de 23 a 30 años para los hombres y de 21 a 28 años para las mujeres. Como resultado, los millennials tienen menos probabilidades de casarse que los de la generación X (nacidos entre 1965 a 1982) o los baby boomers (nacidos entre 1946 a 1965) cuando tenían la misma edad; la tasa de matrimonio entre los adultos jóvenes ha caído 14 puntos porcentuales desde 1990.

Pero el aumento de la media saca a la luz una variación creciente en la experiencia de los millennials. Los millennials, en particular las mujeres, que han completado la universidad tienden a casarse más viejos; muchos millennials que no asistieron o no completaron la universidad están optando por no casarse en absoluto. Hace tres décadas, la tasa de matrimonio estaba por encima del 60% para todos los adultos mayores de 25 años. Ahora, es aproximadamente el 65% para aquellos con un título universitario y el 50% para aquellos que sólo terminaron la escuela secundaria.

El mismo tipo de tendencia está afectando la maternidad y se muestra una marcada curva de paternidad en el siglo XX: las mujeres comenzarían a convertirse en madres al final de la adolescencia y dejarían de ser madres a los 30 años. Ahora esa curva es más plana y más ancha. Muchas más mujeres eligen convertirse en padres a finales de los 30 y principios de los 40.

La ubicación y el nivel educativo también parecen ser factores; muchas mujeres con educación universitaria en ciudades como Querétaro, Pueblo o Monterrey incluso Hermosillo están posponiendo la maternidad, mientras que muchas mujeres que no fueron a la universidad y viven en áreas rurales todavía tienen hijos en sus 20 años. La brecha generacional sólo se ampliará a medida que más millennials tengan sus primeros nietos. Algunos ya son abuelos; otros esperan medio siglo. En general, la edad promedio a la que las personas se convierten en abuelos sigue aumentando.

Ahora bien, en términos de ingresos y, especialmente, riqueza, los millennials como grupo social se han quedado atrás, acumulando considerablemente menos en patrimonio neto que los de la generación X y los baby boomers en el mismo momento de sus vidas. Algunos datos del Banco Mundial sugieren que los millennials tienen aproximadamente un 11% menos de riqueza de lo esperado y bien pueden ser la primera generación en la vida moderna en terminar siendo más pobres que sus padres.

Curiosamente y menos reconocido es que los millennials también están experimentando una gran estratificación de la riqueza. A los millennials más ricos les va mejor que a las personas de la misma edad hace décadas; Mark Zuckerberg es mucho más rico que Bill Gates cuando tenía 36 años, por ejemplo. El 10% más acaudalado de los millennials, que creció en familias relativamente ricas y asistió a universidades prestigiadas, lo está haciendo bien. Pero los millennials más pobres, en particular los que no tienen un título universitario, se quedan muy, muy atrás. Las investigaciones encontraron que el típico millennial sin un título universitario tiene casi un 20% menos de riqueza de lo que se esperaría.

El sesgo se vuelve aún mayor cuando se compara a los millennials alrededor del mundo. Si bien es cierto que es una generación comprometida con la igualdad racial, no se manifiesta así. Los millennials blancos son aproximadamente tan ricos ahora como lo eran hace unas décadas. Pero los millennials negros son más pobres, en promedio, y sus patrimonios netos colectivos se reducen a la mitad. La deuda por préstamos estudiantiles es otra variable a considerar: los universitarios negros tienen más probabilidades de obtener préstamos que los alumnos blancos, dando como resultado que los primeros terminan pidiendo prestado más dinero y por ende debiendo más y pasarán el resto de su vida luchando por devolverlo, incluso con buenos empleos resultado del título universitario.

En términos de propiedad de vivienda, se aplica la misma ecuación. Los millennials blancos que tuvieron la suerte de contar con la ayuda de sus padres boomers para ir a la universidad y absorber la mayoría de los pagos se han beneficiado dramáticamente. Resultando en nuevas posibilidades como adquirir una vivienda, a pesar de los constantes aumentos en los precios. Mientras que los millennials sin esa ayuda, en muchos casos, permanecen excluidos, lo que reduce la tasa general de adquisición de una propiedad en la generación.

Los millennials no son sólo una generación retrasada, sino una generación en donde toda la idea y conceptualización de la vida adulta, como se conoce en la era moderna de la humanidad, se ha vuelto más extraña y menos exacta. Y por supuesto con los escenarios disruptivos postpandémicos sólo han hecho que las cosas sean más tenues y más estratificadas.