/ jueves 14 de noviembre de 2019

El faro | La habilidad más importante de este siglo

Las personas más efectivas aprenden a cerrar la brecha entre lo que tiene sentido y lo que es correcto.

Algo extraño sucedió con el nacimiento de Internet; algo cambió acerca de cómo entendemos nuestra identidad y nuestra existencia. Ahora resulta diferente cómo interactuamos con nuestros semejantes; nuestras círculos más cercanos, nuestras familias, nuestras comunidades, nuestras corporaciones incluso nuestras naciones.

La forma en que ahora interactuamos gracias al Internet es diferente. Mayor velocidad y a mayor escala. Las cosas se mueven más rápido en el mundo digital, y además de eso, el alcance de esta red se extiende a todos y cada uno de los rincones del mundo en lugar de sólo las burbujas que nos rodean físicamente en nuestro entorno. Al igual que con la mayoría de las grandes tecnologías, estos hechos se han combinado para aumentar lo mejor y lo peor de la humanidad. Sin embargo, en esta ocasión nos encontramos abarrotados de información, más de la que podemos procesar.

Desde siempre nuestra mente ha desarrollado filtros para lidiar con la sobrecarga de información, desglosando las cosas y haciéndolas más fáciles de consumir, infortunadamente no todos los filtros siguen un modelo de racionalidad, sino más bien de afinidad con nuestro entorno y comprensión de previos modelos mentales.

En el pasado, teníamos estos mismos filtros, por supuesto, pero también teníamos más tiempo y menos información. Esto significaba que se tenía tanto el tiempo como el espacio para pensar. En la creciente aldea global creada por Internet, por otro lado, somos bombardeados constantemente con todo tipo de información. Para la persona promedio, la cantidad de consumo excede por mucho la cantidad de tiempo que tiene para darle sentido racionalmente.

Internet todavía es joven y aún está aprendiendo a organizarse. Pero hasta que lo haga, la habilidad más importante en el siglo XXI será la capacidad de refinar racionalmente el aparato de dar sentido a nuestra mente. En lugar de ser simplemente un receptor en la gran red, será ver la red en su conjunto a medida que continúa evolucionando. En lugar de pretender que la información que consumimos ya se ha filtrado para saber si está bien o mal, será preguntar por qué esa información podría ser correcto o incorrecto desde el punto de vista de otra persona.

El Internet nos influye igual que nosotros influimos al Internet. Lo que importa no es lo que consumimos, sino cómo se da sentido al gran total de nuestro consumo y, cada vez más, en este último aspecto, estamos luchando una batalla cuesta arriba que nos está llevando a una percepción inconsciente de la realidad en lugar de a una verdad.


Si no usamos efectivamente nuestras herramientas, nuestras herramientas terminan usándonos. En el siglo XXI, la diferencia estará determinada por la forma en que gestionemos la información.

David Martínez Aguirre. RMR Innovación Disruptiva

david@rmr.mx

Las personas más efectivas aprenden a cerrar la brecha entre lo que tiene sentido y lo que es correcto.

Algo extraño sucedió con el nacimiento de Internet; algo cambió acerca de cómo entendemos nuestra identidad y nuestra existencia. Ahora resulta diferente cómo interactuamos con nuestros semejantes; nuestras círculos más cercanos, nuestras familias, nuestras comunidades, nuestras corporaciones incluso nuestras naciones.

La forma en que ahora interactuamos gracias al Internet es diferente. Mayor velocidad y a mayor escala. Las cosas se mueven más rápido en el mundo digital, y además de eso, el alcance de esta red se extiende a todos y cada uno de los rincones del mundo en lugar de sólo las burbujas que nos rodean físicamente en nuestro entorno. Al igual que con la mayoría de las grandes tecnologías, estos hechos se han combinado para aumentar lo mejor y lo peor de la humanidad. Sin embargo, en esta ocasión nos encontramos abarrotados de información, más de la que podemos procesar.

Desde siempre nuestra mente ha desarrollado filtros para lidiar con la sobrecarga de información, desglosando las cosas y haciéndolas más fáciles de consumir, infortunadamente no todos los filtros siguen un modelo de racionalidad, sino más bien de afinidad con nuestro entorno y comprensión de previos modelos mentales.

En el pasado, teníamos estos mismos filtros, por supuesto, pero también teníamos más tiempo y menos información. Esto significaba que se tenía tanto el tiempo como el espacio para pensar. En la creciente aldea global creada por Internet, por otro lado, somos bombardeados constantemente con todo tipo de información. Para la persona promedio, la cantidad de consumo excede por mucho la cantidad de tiempo que tiene para darle sentido racionalmente.

Internet todavía es joven y aún está aprendiendo a organizarse. Pero hasta que lo haga, la habilidad más importante en el siglo XXI será la capacidad de refinar racionalmente el aparato de dar sentido a nuestra mente. En lugar de ser simplemente un receptor en la gran red, será ver la red en su conjunto a medida que continúa evolucionando. En lugar de pretender que la información que consumimos ya se ha filtrado para saber si está bien o mal, será preguntar por qué esa información podría ser correcto o incorrecto desde el punto de vista de otra persona.

El Internet nos influye igual que nosotros influimos al Internet. Lo que importa no es lo que consumimos, sino cómo se da sentido al gran total de nuestro consumo y, cada vez más, en este último aspecto, estamos luchando una batalla cuesta arriba que nos está llevando a una percepción inconsciente de la realidad en lugar de a una verdad.


Si no usamos efectivamente nuestras herramientas, nuestras herramientas terminan usándonos. En el siglo XXI, la diferencia estará determinada por la forma en que gestionemos la información.

David Martínez Aguirre. RMR Innovación Disruptiva

david@rmr.mx