/ jueves 11 de marzo de 2021

El faro | Nuestra obsesión con la experiencia nos está frenando

Existen muchos casos en los que una credencial, un certificado, una licencia o un título, es indispensable. Nadie quiere un médico o cirujano que haya aprendido su oficio viendo videos de YouTube. Pero hay otras cosas que no necesitan un permiso o un título específico, como, por ejemplo; comunicar, resolver un problema social, o para liderar. Tampoco necesitas un título para mejorarte día a día y mejorar tu entorno, ni para asumir la responsabilidad que te toca.

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No necesitamos “experiencia” para crear un trabajo útil que trascienda. El sistema moderno de títulos y rangos fue diseñado para mantener la consistencia de nuestra producción industrial. Pero con el tiempo, ese sistema se ha expandido para crear un obstáculo. Al depender de certificados, calificaciones y títulos para conferir experiencia, ralentizamos a las personas que de otro modo harían que el cambio se llevara a cabo probando cosas.

Piensa en los líderes que más respetas, en cualquier campo. Averigua qué los llevó a dónde están. ¿Fue un título? ¿O hicieron las cosas simplemente haciendo el trabajo?

La maldición de las instituciones

Hay un mito de que una “universidad famosa” es lo mismo que una “buena universidad”. Pero no hay evidencia de que la calidad de una educación dependa de si una institución es conocida o no.

Las universidades populares y reconocidas se basan en una percepción de la escasez. Creemos que “es difícil entrar en esas escuelas” y, por lo tanto, valoramos más sus titulaciones. Nuestra cooperación y creencia es lo que construye su reputación. A cambio, podemos ver un título de una escuela famosa como un símbolo de estatus. Sólo son famosos porque queremos que sean famosos. Queremos que sean famosos porque nuestra sociedad da mayor valor a ciertos títulos que a las capacidades.

Desde una edad temprana, infortunadamente se enseña a sacrificar el pensamiento independiente por una buena nota. Nos enseñan (y aún lo estamos transmitiendo a las nuevas generaciones) que el cumplimiento al sistema será recompensado siendo “ser elegido”. Y el motor más grande para muchos niños es la aprobación, en cualquiera de sus infinitas acepciones.

Nuestra sociedad obsesionada con los títulos enseña a las masas a equiparar el éxito con la aprobación de una autoridad externa. Lamentablemente, esta perspectiva socava la capacidad para confiar en uno mismo.

Es un lugar conveniente para esconderse de nuestro propio potencial, después de todo, si no has “sido elegido”, estás desobligado. Es decir, si no tienes los medios para solicitar o hacerte de un título o credencial, ni siquiera tienes que molestarte en que te rechacen, porque ya te has rechazado a ti mismo.

Sin embargo, al rechazar la trampa de los filtros de los títulos y calificaciones se abre la puerta a expertos falsos. Si no se necesita ninguna credencial, si todos están calificados, aprovechados y capaces de hacer este trabajo, ¿no invitamos a los hacks y charlatanes a hacer un trabajo importante?

O bien, quizá este sistema es ya retrógrado y la necesidad de un título como requerimiento para obtener el éxito nos adormeció y tergiversó la idea de quién es en realidad un experto. El hecho de que tengas un título no significa que tengas información, experiencia o preparación. Has adquirido un pedazo de papel, pero eso no significa que algo realmente te importe.

Las acciones importan más hoy que nunca. Podemos ver el trabajo, escuchar las pasiones y entender las intenciones de quien se atreve y alza la voz, independientemente de sus credenciales.

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Hoy en día, podemos ir más allá de las calificaciones y títulos y ver un disruptivo impacto en todas las esferas de la humanidad. Podemos crear un equipo de trabajo y una comunidad que entienda de lo que somos capaces.

No es una invitación o una provocación para que te conviertas en un charlatán (o para seguir uno). Pero todos debemos aprovechar la oportunidad disponible para participar en el largo proceso de ganar experiencia genuina, al servicio de hacer un cambio.

Existen muchos casos en los que una credencial, un certificado, una licencia o un título, es indispensable. Nadie quiere un médico o cirujano que haya aprendido su oficio viendo videos de YouTube. Pero hay otras cosas que no necesitan un permiso o un título específico, como, por ejemplo; comunicar, resolver un problema social, o para liderar. Tampoco necesitas un título para mejorarte día a día y mejorar tu entorno, ni para asumir la responsabilidad que te toca.

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No necesitamos “experiencia” para crear un trabajo útil que trascienda. El sistema moderno de títulos y rangos fue diseñado para mantener la consistencia de nuestra producción industrial. Pero con el tiempo, ese sistema se ha expandido para crear un obstáculo. Al depender de certificados, calificaciones y títulos para conferir experiencia, ralentizamos a las personas que de otro modo harían que el cambio se llevara a cabo probando cosas.

Piensa en los líderes que más respetas, en cualquier campo. Averigua qué los llevó a dónde están. ¿Fue un título? ¿O hicieron las cosas simplemente haciendo el trabajo?

La maldición de las instituciones

Hay un mito de que una “universidad famosa” es lo mismo que una “buena universidad”. Pero no hay evidencia de que la calidad de una educación dependa de si una institución es conocida o no.

Las universidades populares y reconocidas se basan en una percepción de la escasez. Creemos que “es difícil entrar en esas escuelas” y, por lo tanto, valoramos más sus titulaciones. Nuestra cooperación y creencia es lo que construye su reputación. A cambio, podemos ver un título de una escuela famosa como un símbolo de estatus. Sólo son famosos porque queremos que sean famosos. Queremos que sean famosos porque nuestra sociedad da mayor valor a ciertos títulos que a las capacidades.

Desde una edad temprana, infortunadamente se enseña a sacrificar el pensamiento independiente por una buena nota. Nos enseñan (y aún lo estamos transmitiendo a las nuevas generaciones) que el cumplimiento al sistema será recompensado siendo “ser elegido”. Y el motor más grande para muchos niños es la aprobación, en cualquiera de sus infinitas acepciones.

Nuestra sociedad obsesionada con los títulos enseña a las masas a equiparar el éxito con la aprobación de una autoridad externa. Lamentablemente, esta perspectiva socava la capacidad para confiar en uno mismo.

Es un lugar conveniente para esconderse de nuestro propio potencial, después de todo, si no has “sido elegido”, estás desobligado. Es decir, si no tienes los medios para solicitar o hacerte de un título o credencial, ni siquiera tienes que molestarte en que te rechacen, porque ya te has rechazado a ti mismo.

Sin embargo, al rechazar la trampa de los filtros de los títulos y calificaciones se abre la puerta a expertos falsos. Si no se necesita ninguna credencial, si todos están calificados, aprovechados y capaces de hacer este trabajo, ¿no invitamos a los hacks y charlatanes a hacer un trabajo importante?

O bien, quizá este sistema es ya retrógrado y la necesidad de un título como requerimiento para obtener el éxito nos adormeció y tergiversó la idea de quién es en realidad un experto. El hecho de que tengas un título no significa que tengas información, experiencia o preparación. Has adquirido un pedazo de papel, pero eso no significa que algo realmente te importe.

Las acciones importan más hoy que nunca. Podemos ver el trabajo, escuchar las pasiones y entender las intenciones de quien se atreve y alza la voz, independientemente de sus credenciales.

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Hoy en día, podemos ir más allá de las calificaciones y títulos y ver un disruptivo impacto en todas las esferas de la humanidad. Podemos crear un equipo de trabajo y una comunidad que entienda de lo que somos capaces.

No es una invitación o una provocación para que te conviertas en un charlatán (o para seguir uno). Pero todos debemos aprovechar la oportunidad disponible para participar en el largo proceso de ganar experiencia genuina, al servicio de hacer un cambio.