La lucha libre —sobre todo a la mexicana— es como la vida misma. Podemos ser técnicos, rudos o exóticos. Y todos buscamos ganar. Nadie quiere perder, a menos que se obtenga un beneficio con ello: a tres caías, sin límite de tiempo, la cosa va de sobrevivir sin perder máscara o cabellera.
Es así como Cassandro (Roger Ross Williams, 2023) es una producción que sube al ring con dignidad y bravura. La honestidad llega por el cuidado con el que se relata la historia de Saúl Armendáriz (Gael García Bernal), luchador gay en aquella época en la que ser homosexual aún era heroico.
Y la bravura se siente por el impecable manejo de recursos. Una fotografía al extremo colorida, edición, elenco y, sobre todo, una playlist emotiva con canciones seleccionadas con precisión quirúrgica para potenciar las emociones entre el auditorio.
Casandro puede inscribirse dentro del género de cinta deportiva con un underdog y su camino hacia el empoderamiento y el estrellato. Sin embargo, al tratarse de un luchador dispuesto a capitalizar el estereotipo del exótico para llevarlo a niveles transgresores jamás explorados, el filme adquiere dimensiones de manifiesto en favor de la aceptación personal y del éxito ganado a partir de la superación de los obstáculos. Rocky en drag.
Además, esta película comprende de qué va la lucha libre.
Es teatro, circo y ritual. La arena es el escenario donde se enfrentan el bien y el mal con la certeza de que el héroe triunfará mientras el villano recibe su castigo. Es la catarsis máxima de una afición que ocupa su butaca para sudar junto a su ídolo entre llaves, contrallaves y sacrificios.
Y, al mismo tiempo, entiende la bifurcación entre Saúl Armendáriz y Cassandro, su flamboyante creación.
La cercanía con Yocasta, su edípica madre (Perla de la Rosa), el amor clandestino con Gerardo / El Comandante (Raúl Castillo) y la camaradería de Sabrina, su entrenadora (Roberta Colíndrez) serán fundamentales para descubrir el lugar para el cual el protagonista está destinado. Los conflictos internos de Saúl establecen una vieja paradoja en el género de cine melodramático deportivo: avanzas hacia tu meta, pero en el camino deberás dejar ir apegos personales. Así es la lucha. Así es la vida.
Saúl y Cassandro encuentran el cuadrilátero ideal para vivir su identidad sexual y, aún sin pretenderlo, el combate será entre los dos. Y solo uno resultará vencedor.
Un elenco de soporte da solidez y taquilla. Lorenzo (Joaquín Cosío) un promotor poco ortodoxo, pero eficiente y Felipe (Bad Bunny), su joven ayudante, funcionan para mostrar la constante dualidad de Saúl y Cassandro. ¿Quién desea seducir a Felipe, Saúl o su alter ego?
Las melodías que se insertan durante la exhibición son exactas. Desde “Sobreviví” por Celia Cruz, “Fever” en la versión de La Lupe, “Hasta que te conocí” de Juan Gabriel y “Yes sir, I can bogie” de las españolas Baccará, aumentan la eficiencia de las escenas.
Así, en los noventa, mientras Juan Gabriel conquistaba el Palacio de Bellas Artes, Cassandro luchaba en pos de su estrellato definitivo. Carlos Monsiváis debe estar sonriendo en este momento.
Qué leer antes o después de la función
El lugar sin límites, de José Donoso. El Olivo es un pueblo miserable, en decadencia, como su burdel, regenteado por La Japonesita y su padre, La Manuela, viejo homosexual y travestí que se convierte en símbolo de la sordidez, la doble moral y la violencia de un mundo que se cae a pedazos.