Hace algunos años conocí en las aulas de Ciencias de la Comunicación de la Universidad de Sonora a Alejandra León.
La recuerdo muy bien, era líder entre sus compañeros.
Poco después toda entusiasta como es, me compartió que estaba en la radio.
He seguido su trayectoria. Siempre es muy satisfactorio para quienes estamos en el aula al frente de un grupo (o por lo menos lo es para mí), detectar a l@s ex alumn@s en el ejercicio de la profesión; más cuando se les ve plenos, felices realizando la actividad para la cual se formaron académicamente. Son esos estímulos que la docencia recibe y que jamás alcanzarían cifras en un cheque o transferencia electrónica.
Siempre que he coincidido con ella en algún evento propio de nuestra actividad en común, creo que no me equivoco cuando siento que es mutuo el gusto de vernos y la ocasión invariablemente se aprovecha para refrendar afectos personales y respeto profesional.
Por eso no puedo dejar de lamentar que haya tenido que pasar por tan bochornosa situación, al aire, en televisión. Situación que imagino, es por lo menos incómoda.
Me refiero al momento que se registró la semana pasada cuando José María Armenta quiso besarla o “robarle un beso” cuando estaban al aire en Telemax. Explicaría después que era una broma o un intento burdo de hacerse el chistoso.
A José María Armenta tengo poco tiempo de conocerle; su dicción y correcta expresión jalaban mi atención al principio de su incursión como maestro de ceremonias de los eventos de la Gobernadora del Estado.
Le buscaba la cara para identificar al autor de tan decoroso desempeño para una actividad de ese tipo.
Un amigo en común nos hizo coincidir y conversar en su programa de Radio Sonora, del cual por cierto, soy asidua radioescucha.
Como tal, he podido comprobar que el joven se preocupa por preparar sus contenidos y estudiar al personaje de su entrevista; que es profesional pues. Lo cual también se reconoce.
Esporádicos encuentros posteriores pero comunicación frecuente vía WhatsApp para intercambiar puntos de vista o simplemente el saludo, me han permitido también constatar la calidad humana de Chema Armenta.
Posterior al acontecimiento en referencia, vía redes sociales ofreció disculpas. Lo sentí sincero.
Las disculpas ¿Borran el bochornoso momento para la directamente afectada? No.
¿Disminuyen el enojo que entre algun@s televidentes despertó el hecho? No.
¿La indignación de amig@s y familiares de Ale? Tampoco.
El desafortunado incidente ¿Retrata de cuerpo entero al autor del mismo? No. Por supuesto que no.
La reacción en redes, ¿ha servido para algo? Definitivamente. Es más, creo que ha servido para mucho porque el tema se ha visibilizado, todas y todos aprendemos de este tipo de experiencias y a la vuelta del tiempo el saldo es positivo porque se fortalecen luchas, se discute el tema, se refrendan afectos y se definen posiciones.
El hecho no ha de pasar desapercibido pero tampoco es motivo de linchamiento para Chema Armenta que sin duda aprenderá la lección.
Tampoco para Ale es fácil en trance, en el que dicho sea de paso, ha recibido el respaldo, la solidaridad de su familia y amig@s; del gremio y de algunas asociaciones de la sociedad organizada.
Y la lección es para todos y todas quienes tenemos la alta responsabilidad de trabajar ante cámaras y micrófonos, la mayor parte en transmisiones en vivo lo cual nos vuelve muy vulnerables y ante ello uno de los caminos indicados es procurar la capacitación constante. Porque, queda claro, una broma de mal gusto en el caso de Chema, o una expresión pronunciada sin dimensionarlo, sin querer decirlo de forma literal como aquella desafortunada “Yo la mato” de Sergio Romano, marcan cortas o largas carreras profesionales.
Y en todo este contexto seguramente el Instituto Sonorense de las Mujeres, habrá de intensificar la divulgación del Modelo de protocolo de prevención y atención del hostigamiento sexual y acoso sexual en la administración pública, que precisamente el viernes pasado inició en Guaymas y Empalme con las actividades de difusión.
Twitter: @SoledadDurazo