/ martes 27 de agosto de 2019

Lo digo como es | Del aislamiento a la sororidad

En el tema de las recientes manifestaciones protagonizadas por mujeres, corremos el riesgo como sociedad, de que el referente sea las pintas en los monumentos y espacios públicos.

No estoy de acuerdo con esas acciones pero las entiendo como expresión de un hartazgo que alcanza límites que pueden ser rebasados y eso tampoco nos conviene a nadie.

Las crónicas amenazan con quedarse en estos hechos, en la forma, sin atacar el fondo.

Y el fondo está en las cifras que respaldan la protesta, en los hechos que más que números hablan de vidas cortadas, de corazones destrozados, de heridas que podrán cicatrizar más nunca desaparecer, de generaciones de huérfanos que ha dejado la violencia, de una sociedad frustrada por la falta de justicia y de una impunidad que sigue echando raíces.

Que la mirada reprobatoria hacia las pintas no nos impida ver qué es lo que hay antes de las consignas escritas con spray en muros y monumentos; con letra que refleja el temblor en las manos de quien guía el envase aspersor, un temblor que a su vez es el exterior de la desesperación e impotencia que se siente por dentro…

No nos quedemos en eso sin asumir que hay un fuerte problema de violencia hacia las mujeres y que a todos y a todas nos conviene frenar; frenar la violencia independientemente del género por supuesto.

Pero hablando de mujeres y de acuerdo a cifras oficiales en el primer cuatrimestre del año fueron 1,199 mexicanas asesinadas.

De acuerdo con la ONU de los 25 países en el mundo en los que más se violenta a las mujeres, 14 están de América Latina. Desafortunadamente México entre ellos.

Mucho se habla de las otras víctimas del feminicidio; de manera general está la sociedad como testigo de hechos atroces que inciden en la descomposición del tejido y que directa o indirectamente a todos nos toca pagar sus costos.

Los huérfanos, los hijos de esas mujeres asesinadas muchas de las cuales son jóvenes que dejan descendencia de pocos años y que por lógica se esperaría que quedara al cuidado de sus familiares, cuando éstos existen, cuando se habla de una familia mínimamente unida o integrada pero no hay una política de Estado que acoja estas víctimas, que les prepare para superar el trauma cuando tienen edad para asimilar lo que ha pasado o que les allane el camino y los prepare para enfrentarse a la vida solos.

La doctora Esther Pineda en la publicación Iberoamérica Social, dirige también su mirada a las madres de las víctimas que muchas veces son las que inician la búsqueda de la hija desaparecida. La victimización de estas mujeres dice la doctora Pineda, no se limita al dolor que de por sí trae el hecho, a las vueltas que provoca la burocracia sino también son victimizadas por los medios de comunicación cuando relatan las cosas con fuerte dosis de prejuicios y estereotipos… Además son utilizadas por los medios y las cadenas televisivas para aumentar su rating, sus lectores, seguidores y espectadores, de este modo son convocadas y entrevistadas durante la coyuntura, es decir, cuando recién ha ocurrido el crimen para imprimir mayores grados de dramatismo y sensacionalismo en la cobertura de los casos, pero posteriormente tanto las víctimas como las madres son olvidadas, despreciadas e ignoradas cuando ya no son útiles para aumentar los números de las corporaciones mediática. Finalmente cuando los responsables de estos crímenes son imputados y sometidos a un proceso judicial, las madres de las víctimas se enfrentan al sexismo y el clasismo presente en los retardos procesales, a investigaciones que pueden durar años, a juicios postergados; pero también a la revictimización expresada en el otorgamiento de penas menores por los delitos cometidos contra sus hijas, en el otorgamiento de beneficios procesales o en el sobreseimiento de los feminicidas”.

Nuestro país se sumó ya y en una adecuada reconsideración de su postura inicial, a la iniciativa Spotlight de la ONU y la Unión Europea que en principio contempla una inversión de 300 millones de pesos en los cinco municipios del país en los que “es más conflictivo ser mujer o niña” y que son Ecatepec y Naucalpan en el Estado de México, Ciudad Juárez y Chihuahua en Chihuahua y Chilpancingo en Guerrero. El programa durará cuatro años y la intención es replicar las acciones exitosas en otros rincones del país.

Lydia Cacho, periodista, activista que estoy segura no requiere mayor presentación, es la embajadora de este programa en nuestro país.

“Es momento de pasar del aislamiento a la sororidad. Es posible pensar globalmente y actuar de manera local”, fueron las palabras de la secretaria de Gobernación Olga Sánchez Cordero quien fue pieza fundamental para lograr la reconsideración en relación al cambio de posición sobre la ayuda internacional que tuvo el Gobierno mexicano; este programa internacional se suma al plan nacional para frenar los feminicidios lanzado en marzo pasado a nivel nacional.

Ayer inició un nuevo ciclo escolar en educación básica. ¿Cómo estamos mandando a nuestros niños, niñas y adolescentes de casa? ¿Cómo les recibimos en la escuela? ¿Cómo les apoyamos desde el rol que jugamos en la sociedad?

Por lo pronto no compartamos sus fotos, es lo que recomiendan las autoridades para protegerles y no exponerles a la delincuencia que no descansa.

www.soledaddurazo.com

@SoledadDurazo

En el tema de las recientes manifestaciones protagonizadas por mujeres, corremos el riesgo como sociedad, de que el referente sea las pintas en los monumentos y espacios públicos.

No estoy de acuerdo con esas acciones pero las entiendo como expresión de un hartazgo que alcanza límites que pueden ser rebasados y eso tampoco nos conviene a nadie.

Las crónicas amenazan con quedarse en estos hechos, en la forma, sin atacar el fondo.

Y el fondo está en las cifras que respaldan la protesta, en los hechos que más que números hablan de vidas cortadas, de corazones destrozados, de heridas que podrán cicatrizar más nunca desaparecer, de generaciones de huérfanos que ha dejado la violencia, de una sociedad frustrada por la falta de justicia y de una impunidad que sigue echando raíces.

Que la mirada reprobatoria hacia las pintas no nos impida ver qué es lo que hay antes de las consignas escritas con spray en muros y monumentos; con letra que refleja el temblor en las manos de quien guía el envase aspersor, un temblor que a su vez es el exterior de la desesperación e impotencia que se siente por dentro…

No nos quedemos en eso sin asumir que hay un fuerte problema de violencia hacia las mujeres y que a todos y a todas nos conviene frenar; frenar la violencia independientemente del género por supuesto.

Pero hablando de mujeres y de acuerdo a cifras oficiales en el primer cuatrimestre del año fueron 1,199 mexicanas asesinadas.

De acuerdo con la ONU de los 25 países en el mundo en los que más se violenta a las mujeres, 14 están de América Latina. Desafortunadamente México entre ellos.

Mucho se habla de las otras víctimas del feminicidio; de manera general está la sociedad como testigo de hechos atroces que inciden en la descomposición del tejido y que directa o indirectamente a todos nos toca pagar sus costos.

Los huérfanos, los hijos de esas mujeres asesinadas muchas de las cuales son jóvenes que dejan descendencia de pocos años y que por lógica se esperaría que quedara al cuidado de sus familiares, cuando éstos existen, cuando se habla de una familia mínimamente unida o integrada pero no hay una política de Estado que acoja estas víctimas, que les prepare para superar el trauma cuando tienen edad para asimilar lo que ha pasado o que les allane el camino y los prepare para enfrentarse a la vida solos.

La doctora Esther Pineda en la publicación Iberoamérica Social, dirige también su mirada a las madres de las víctimas que muchas veces son las que inician la búsqueda de la hija desaparecida. La victimización de estas mujeres dice la doctora Pineda, no se limita al dolor que de por sí trae el hecho, a las vueltas que provoca la burocracia sino también son victimizadas por los medios de comunicación cuando relatan las cosas con fuerte dosis de prejuicios y estereotipos… Además son utilizadas por los medios y las cadenas televisivas para aumentar su rating, sus lectores, seguidores y espectadores, de este modo son convocadas y entrevistadas durante la coyuntura, es decir, cuando recién ha ocurrido el crimen para imprimir mayores grados de dramatismo y sensacionalismo en la cobertura de los casos, pero posteriormente tanto las víctimas como las madres son olvidadas, despreciadas e ignoradas cuando ya no son útiles para aumentar los números de las corporaciones mediática. Finalmente cuando los responsables de estos crímenes son imputados y sometidos a un proceso judicial, las madres de las víctimas se enfrentan al sexismo y el clasismo presente en los retardos procesales, a investigaciones que pueden durar años, a juicios postergados; pero también a la revictimización expresada en el otorgamiento de penas menores por los delitos cometidos contra sus hijas, en el otorgamiento de beneficios procesales o en el sobreseimiento de los feminicidas”.

Nuestro país se sumó ya y en una adecuada reconsideración de su postura inicial, a la iniciativa Spotlight de la ONU y la Unión Europea que en principio contempla una inversión de 300 millones de pesos en los cinco municipios del país en los que “es más conflictivo ser mujer o niña” y que son Ecatepec y Naucalpan en el Estado de México, Ciudad Juárez y Chihuahua en Chihuahua y Chilpancingo en Guerrero. El programa durará cuatro años y la intención es replicar las acciones exitosas en otros rincones del país.

Lydia Cacho, periodista, activista que estoy segura no requiere mayor presentación, es la embajadora de este programa en nuestro país.

“Es momento de pasar del aislamiento a la sororidad. Es posible pensar globalmente y actuar de manera local”, fueron las palabras de la secretaria de Gobernación Olga Sánchez Cordero quien fue pieza fundamental para lograr la reconsideración en relación al cambio de posición sobre la ayuda internacional que tuvo el Gobierno mexicano; este programa internacional se suma al plan nacional para frenar los feminicidios lanzado en marzo pasado a nivel nacional.

Ayer inició un nuevo ciclo escolar en educación básica. ¿Cómo estamos mandando a nuestros niños, niñas y adolescentes de casa? ¿Cómo les recibimos en la escuela? ¿Cómo les apoyamos desde el rol que jugamos en la sociedad?

Por lo pronto no compartamos sus fotos, es lo que recomiendan las autoridades para protegerles y no exponerles a la delincuencia que no descansa.

www.soledaddurazo.com

@SoledadDurazo