No es de extrañar, los ataques que en días recientes se han dirigido a la persona de Natalia Rivera, la jefa de la oficina del Ejecutivo estatal.
Y aunque no es lo deseable es lo que se acostumbra o son las formas rudas de la política que buscan mermar una imagen pública de manera directa y de rebote hacia la gobernadora Claudia Pavlovich por la cercanía que tienen.
La verdad es que a Natalia podrán acusarla quizá de muchas cosas, pero no de incapacidad y tampoco de deshonestidad.
No exagero si afirmo que muchas mujeres, sobre todo políticas, se ven reflejadas en ella precisamente por esos dos atributos con los que transita: capacidad y honestidad.
Fue figura clave en la campaña de la ahora Gobernadora del Estado. Lo fue por su capacidad en el debate, su estructura mental y su compromiso con la transparencia.
Por eso ha sido también pieza clave en el gobierno del estado para llevar con orden la oficina desde la cual se coordinan y se armonizan acciones de gobierno.
Al arranque de la actual administración dejó de lado aspiraciones personales y renunció al espacio que había alcanzado en el Congreso del estado precisamente para sumarse a un proyecto de siete años, para sumarse al equipo directo de la gobernadora, coordinar su oficina y cuidar en séptimo año con base en procesos que tienen como sustento principal la transparencia y la rendición de cuentas.
En fin pues, que desempeños, trayectorias como la de Natalia Rivera se caracterizan por usar la cabeza y no los pies para hacer política y eso despierta también muchas envidias adentro y afuera de los equipos y estos ataques que ha recibido provocaron -por cierto- que mucha gente se dedicara a hablar bien de ella, particularmente a Ernesto Gándara.
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En política la capacidad y la honestidad pocas veces van juntas y cuando se reúnen despiertan especial envidia entre quienes no las poseen y por lo mismo la descalificación es una o la única estrategia que alcanzan a articular...y todavía en estos tiempos cuando el blanco es una mujer, los ataques se recrudecen.
