/ sábado 25 de mayo de 2019

Mi gusto es… (O la otra mirada)


Cuando yo arribé a Hermosillo por primera vez pensé que el camión que nos traía desde Los Mochis se había desviado y estábamos entrando a un rancho pues, acabo de despertar luego de algunas horas, vi una hilera de corrales llenos de vacas perezosas y obscuras.

Principian los ochentas y uno llegaba a la ciudad con una mochila de llantitas que guardaba ropa para un semestre y un montón de ilusiones confusas y dispersas que, aparentemente, habrían de irse acomodando para lograrse en un término de cinco años y ni uno más, con tal de regresar a la nacencia y allá devolver esfuerzos, agradecer desvelos, ser un hombre productivo, crecer, reproducirse en el imaginario convencional, ser un triunfador y morir.

En el olvido o en la trascendencia, pero morir. Todo tan rápido o tan eterno, según sea vea.

Pero resulta que esos planes, acaso trazados de manera inconsciente, se fueron postergando un año y otro más, hasta volverse duda o indecisión ante lo que va marcando el tiempo, los gustos, las querencias, los arraigos, los amores, los frutos al grado tal que uno no sabe ahora donde ha de quedar al final de sus días.

Mientras eso se define, aquí seguimos tratando de resolver embrollos como le pasa a cualquiera y consolidar proyectos personales, profesionales, pasionales y mundanos.

Desde entonces a la fecha, ya más de treinta años, Hermosillo ha embarnecido y pudiera ya no ser aquel rancho grande con el que me topé ese mes de agosto, una tarde de mucha incertidumbre revuelta con una ristra de ilusiones y otras tantas de nostalgia. Pudiera.

Y si lo es o no, ya cumplió otro año más de vida, aunque ya no sea tan chico y sencillo, pero aquí me quedé a vivir.

No lo es, pero a veces parece. Y lo es, porque intenta serlo, pese a todo.

Pese a los naranjos que ya no son tantos, pese al rio que ha dejado de correr, pese a las lluvias que hacen esperar, pese a la paz que ya no es tal, pese a los personajes que se han ido, pese a esa calle que ya no existe, aún lo es y lo será.

Por eso es mejor mirar para adelante, como si apenas empezara la fiesta y nunca se habría de terminar, porque, cuando eso pase, a mí, al menos, me hará pensar en el regreso y no sé hacia dónde habré de caminar.

Contacto: avilesdivan@hotmail.com

O en Facebook como Miguel Ángel Avilés Castro


Cuando yo arribé a Hermosillo por primera vez pensé que el camión que nos traía desde Los Mochis se había desviado y estábamos entrando a un rancho pues, acabo de despertar luego de algunas horas, vi una hilera de corrales llenos de vacas perezosas y obscuras.

Principian los ochentas y uno llegaba a la ciudad con una mochila de llantitas que guardaba ropa para un semestre y un montón de ilusiones confusas y dispersas que, aparentemente, habrían de irse acomodando para lograrse en un término de cinco años y ni uno más, con tal de regresar a la nacencia y allá devolver esfuerzos, agradecer desvelos, ser un hombre productivo, crecer, reproducirse en el imaginario convencional, ser un triunfador y morir.

En el olvido o en la trascendencia, pero morir. Todo tan rápido o tan eterno, según sea vea.

Pero resulta que esos planes, acaso trazados de manera inconsciente, se fueron postergando un año y otro más, hasta volverse duda o indecisión ante lo que va marcando el tiempo, los gustos, las querencias, los arraigos, los amores, los frutos al grado tal que uno no sabe ahora donde ha de quedar al final de sus días.

Mientras eso se define, aquí seguimos tratando de resolver embrollos como le pasa a cualquiera y consolidar proyectos personales, profesionales, pasionales y mundanos.

Desde entonces a la fecha, ya más de treinta años, Hermosillo ha embarnecido y pudiera ya no ser aquel rancho grande con el que me topé ese mes de agosto, una tarde de mucha incertidumbre revuelta con una ristra de ilusiones y otras tantas de nostalgia. Pudiera.

Y si lo es o no, ya cumplió otro año más de vida, aunque ya no sea tan chico y sencillo, pero aquí me quedé a vivir.

No lo es, pero a veces parece. Y lo es, porque intenta serlo, pese a todo.

Pese a los naranjos que ya no son tantos, pese al rio que ha dejado de correr, pese a las lluvias que hacen esperar, pese a la paz que ya no es tal, pese a los personajes que se han ido, pese a esa calle que ya no existe, aún lo es y lo será.

Por eso es mejor mirar para adelante, como si apenas empezara la fiesta y nunca se habría de terminar, porque, cuando eso pase, a mí, al menos, me hará pensar en el regreso y no sé hacia dónde habré de caminar.

Contacto: avilesdivan@hotmail.com

O en Facebook como Miguel Ángel Avilés Castro

ÚLTIMASCOLUMNAS