/ sábado 15 de junio de 2019

Mi gusto es… (O la otra mirada)

Las telenovelas no siempre tienen un final feliz. Yo al menos me acuerdo de dos, que terminaron como no queríamos. De lo que no me acuerdo es de sus nombres o sus títulos porque fue hace mucho, allá por los setentas, cuando nos amontonábamos en la sala toda la familia y veíamos los capítulos respectivos noche a noche.

Se murieron los buenos o no se murieron los malos, algo así pudo pasar, por eso digo que su terminación no fue lo que esperábamos. Y qué bien, pues dicen que las mejores historias son las impredecibles.

Es que la mayoría cierra con un beso de los protagonistas a quienes los villanos le hicieron la vida de cuadritos del primero al último episodio y no deja de ser bonito ese the end, pero lo mejor es que uno no sepa pa dónde fregado agarrará la trama y ahí estemos mordiéndonos las uñas, como estuvimos en suspenso tantas y tantas veces, no sólo en la casa y no sólo en el barrio sino en todo México, un país que, en materia de telenovelas, se pinta solo y no me lo pueden negar.

Hay algunas traídas de otro lado y adaptadas aquí, pero hay más con denominación de origen que han vuelto locos a otros países, nomás con puro llorar y llorar.

No pienso someter al análisis intelectual el papel que han tenido las telenovelas aquí, en cuanto a su influencia o enajenación social y esas cosas. Y no lo haré porque no soy intelectual ni quiero y porque ahorita sólo me interesa destacar los ratos de emoción, angustia, suspenso, grito, llanto, risas, mocos y suspiritos que tanta gente ha vivido gracias a las mentadas telenovelas.

En ellas han sido protagonistas glorias de la pantalla chica que adquirieron fama gracias a este popular género y ahora se vuelven inolvidables.

Sin lugar a dudas, una de esas celebridades, fue y será sin duda la bellísima Edith González que, como algunas de las telenovelas que vi de niño, tampoco tuvo un final feliz y hace un par de días nos dejó.

No dejó físicamente y nos dejó constancia de quien se entrega con perseverancia y honestidad a lo que le gusta, merece el reconocimiento sin regateos.

Cuántas veces habría muerto en sus personajes y cuántas más los televidentes de cepa la lloraron porque la mató fulano o volcó su carro, se incendió su casa o recibió un castigo mortal por tanto enredo. Cuántas. Pero ninguna como esta en la vida real, donde, tal noticia, hace que el corazón se achicopale por culpa de esta temprana muerte, aventurera.

Contacto: avilesdivan@hotmail.com

Facebook como Miguel Ángel Avilés Castro

Las telenovelas no siempre tienen un final feliz. Yo al menos me acuerdo de dos, que terminaron como no queríamos. De lo que no me acuerdo es de sus nombres o sus títulos porque fue hace mucho, allá por los setentas, cuando nos amontonábamos en la sala toda la familia y veíamos los capítulos respectivos noche a noche.

Se murieron los buenos o no se murieron los malos, algo así pudo pasar, por eso digo que su terminación no fue lo que esperábamos. Y qué bien, pues dicen que las mejores historias son las impredecibles.

Es que la mayoría cierra con un beso de los protagonistas a quienes los villanos le hicieron la vida de cuadritos del primero al último episodio y no deja de ser bonito ese the end, pero lo mejor es que uno no sepa pa dónde fregado agarrará la trama y ahí estemos mordiéndonos las uñas, como estuvimos en suspenso tantas y tantas veces, no sólo en la casa y no sólo en el barrio sino en todo México, un país que, en materia de telenovelas, se pinta solo y no me lo pueden negar.

Hay algunas traídas de otro lado y adaptadas aquí, pero hay más con denominación de origen que han vuelto locos a otros países, nomás con puro llorar y llorar.

No pienso someter al análisis intelectual el papel que han tenido las telenovelas aquí, en cuanto a su influencia o enajenación social y esas cosas. Y no lo haré porque no soy intelectual ni quiero y porque ahorita sólo me interesa destacar los ratos de emoción, angustia, suspenso, grito, llanto, risas, mocos y suspiritos que tanta gente ha vivido gracias a las mentadas telenovelas.

En ellas han sido protagonistas glorias de la pantalla chica que adquirieron fama gracias a este popular género y ahora se vuelven inolvidables.

Sin lugar a dudas, una de esas celebridades, fue y será sin duda la bellísima Edith González que, como algunas de las telenovelas que vi de niño, tampoco tuvo un final feliz y hace un par de días nos dejó.

No dejó físicamente y nos dejó constancia de quien se entrega con perseverancia y honestidad a lo que le gusta, merece el reconocimiento sin regateos.

Cuántas veces habría muerto en sus personajes y cuántas más los televidentes de cepa la lloraron porque la mató fulano o volcó su carro, se incendió su casa o recibió un castigo mortal por tanto enredo. Cuántas. Pero ninguna como esta en la vida real, donde, tal noticia, hace que el corazón se achicopale por culpa de esta temprana muerte, aventurera.

Contacto: avilesdivan@hotmail.com

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