/ sábado 18 de enero de 2020

Mi gusto es… (O la otra mirada) | De luchas, máscaras y Parkas

Yo tengo una máscara de La Parka. Me la regaló mi amigo Mario Moreno un 3 de marzo cuando yo cumplí años. Mario fue promotor de lucha libre en Sonora y me aseguró esa vez que la máscara era original y, si bien me acuerdo, había sido propiedad del luchador profesional que llevaba ese nombre.

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Mi hermano Nico, como Mario, también fue promotor de lucha libre pero allá en Baja California Sur. Un día, luego de darle mucha lata, por fin me regaló la camiseta de La Parka que tanto le había pedido. Él me afirmaba que se la había dado el hoy extinto ídolo, una de las tantas veces que acudió nos sólo a luchar ahí en el puerto, sino también a la casa de la colonia Los Olivos y por eso no la quería soltar. Hacía bien.

Mario, mi hermano y La Parka ya no están aquí en este plano, como se dice ahora. No me hagan mucho caso, pero quiero entender con esto, que la vida después de la muerte sí existe, sólo que en otro plano. Par acabarla de amolar, dicen que son siete planos.

Según una estudiosa del tema, entender los siete planos de la existencia o los siete cuerpos del ser humano, no es simple, ya que es difícil usar palabras para describir los niveles superiores al material. Pues vaya que sí.

De entrada, no sé si estos planos se recorren por turno de acuerdo a como te vayas muriendo o, por ejemplo, Mario, mi hermano y La Parka, pudieran en este momento ir jugando carreritas.

Mientras descifro el enigma, pienso en los tres que vivieron la vida a su manera cada uno con su propio duende.

También pienso en la lucha libre y en la lucha vivida diariamente por cada uno de ellos.

Y que la lucha libre no es más que la dramatización de la vida. Porque la lucha libre es tan real como esta vida mentirosa.

Golpes, llantos, risas, caídas, acrobacia, dolor, admiración, triunfo, derrota, celebración y sufrimiento.

Le digo que pienso en los tres, Mi hermano, Mario y Alfonso, quienes vivieron la vida a su manera cada uno con su propio duende.

De Nico y Mario y sobre todo del primero, conozco casi toda su vida como si fuera su biógrafo. De Mario no tanto, pero muchas cosas de luna y de sol, de atardeceres y amaneceres pudo confiarme. Eran diferentes peros les juro, porque me consta, que en más de tres episodios eran muy parecidos.

Ambos lucharon a dos de tres partidas con tal de seguir aquí pero un día a los dos los “derrotó” la Parca, esa otra, la indeseable.

A La Parka, esta que literalmente luchó hasta el final como ellos dos, se la llevó su desgraciada tocayita, ahí en esa cama de hospital.

La lucha contra la muerte es tan real como esta vida mentirosa.

Y todos al final habremos de portar la misma máscara.

Yo tengo una máscara de La Parka. Me la regaló mi amigo Mario Moreno un 3 de marzo cuando yo cumplí años. Mario fue promotor de lucha libre en Sonora y me aseguró esa vez que la máscara era original y, si bien me acuerdo, había sido propiedad del luchador profesional que llevaba ese nombre.

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Mi hermano Nico, como Mario, también fue promotor de lucha libre pero allá en Baja California Sur. Un día, luego de darle mucha lata, por fin me regaló la camiseta de La Parka que tanto le había pedido. Él me afirmaba que se la había dado el hoy extinto ídolo, una de las tantas veces que acudió nos sólo a luchar ahí en el puerto, sino también a la casa de la colonia Los Olivos y por eso no la quería soltar. Hacía bien.

Mario, mi hermano y La Parka ya no están aquí en este plano, como se dice ahora. No me hagan mucho caso, pero quiero entender con esto, que la vida después de la muerte sí existe, sólo que en otro plano. Par acabarla de amolar, dicen que son siete planos.

Según una estudiosa del tema, entender los siete planos de la existencia o los siete cuerpos del ser humano, no es simple, ya que es difícil usar palabras para describir los niveles superiores al material. Pues vaya que sí.

De entrada, no sé si estos planos se recorren por turno de acuerdo a como te vayas muriendo o, por ejemplo, Mario, mi hermano y La Parka, pudieran en este momento ir jugando carreritas.

Mientras descifro el enigma, pienso en los tres que vivieron la vida a su manera cada uno con su propio duende.

También pienso en la lucha libre y en la lucha vivida diariamente por cada uno de ellos.

Y que la lucha libre no es más que la dramatización de la vida. Porque la lucha libre es tan real como esta vida mentirosa.

Golpes, llantos, risas, caídas, acrobacia, dolor, admiración, triunfo, derrota, celebración y sufrimiento.

Le digo que pienso en los tres, Mi hermano, Mario y Alfonso, quienes vivieron la vida a su manera cada uno con su propio duende.

De Nico y Mario y sobre todo del primero, conozco casi toda su vida como si fuera su biógrafo. De Mario no tanto, pero muchas cosas de luna y de sol, de atardeceres y amaneceres pudo confiarme. Eran diferentes peros les juro, porque me consta, que en más de tres episodios eran muy parecidos.

Ambos lucharon a dos de tres partidas con tal de seguir aquí pero un día a los dos los “derrotó” la Parca, esa otra, la indeseable.

A La Parka, esta que literalmente luchó hasta el final como ellos dos, se la llevó su desgraciada tocayita, ahí en esa cama de hospital.

La lucha contra la muerte es tan real como esta vida mentirosa.

Y todos al final habremos de portar la misma máscara.

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