/ sábado 25 de enero de 2020

Mi gusto es… (O la otra mirada) | El singular crecimiento de una ciudad y su parir como una araña

Supongo que hay un especialista determinado o un grupo interdisciplinario que estudia todo eso, pero yo nomás me conformo con observar, si quieren con morbo, el crecimiento paulatino de un comercio formal y un comercio informal alrededor de un edificio público o de ese fraccionamiento o de aquel hotel, donde hace unos meses no había nada y en un dos por tres ya hay un negocio por cada tipo de exigencias.

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Para bien o para mal, no hay ciudad que se salve, me parece.

Si no me cree, haga usted la prueba y recuerde cuando en la suya se estaba haciendo tal hospital o una clínica nueva, una colonia o un gran centro comercial de esos que han invadido este país. En la mayoría de los casos, en las calles aledañas a esa obra que de pronto terminaron, no había nada o casi nada.

Si me apuran, estaba despoblado.

Pero es cuestión de días para que aquello empiece a parir como una araña, tienditas por aquí, changarros por allá, una fonda ahí, una cafetería acá, y una fuente de sodas de este otro lado. Ya se acordaron ¿verdad?

Parece que se llevaran un pedazo de ciudad y trajeran otra. Como si en una obra de teatro, de un acto a otro, unos gigantes cambiaran la escenografía, vamos a decir austera, escasa, solitaria y en su lugar echara toda la carne al asador, trayendo un día sí y otro también lo que encontró a su paso o lo que la gran puesta en escena fuese requiriendo.

Más canijo aún: hay algunos que están a la expectativa para aprovechar cualquier espacio de oportunidad y sabedores de que en tal o cual lado de la ciudad se abrirá otra unidad del IMSS, por decirlo así, pa luego es tarde, retiran sus ahorritos del banco o de donde lo tengan y a los días ya inauguraron una taquería que abre de las siete de la mañana hasta las seis de la tarde y, si me apuran, toda la noche.

Para cuando ponen la primera piedra de lo que será una más de las promesas cumplidas del gobernante que quieran, Don Chuy o Don Chava ya tiene rato despachando la especialidad de la casa, porque sabe bien que después los permisos o el punto quizá aumente de precio.

Y así como él llegará la tienda de conveniencia, la doña que hace tacos dorados o al vapor, el bolero con todo y silla, las tortas ahogadas y un carrito que oferta toda clase de dulces y demás antojos para el tentempié.

En los nuevos fraccionamientos, colonias y hasta en las cerradas, no es la excepción, aunque afuerita o ahí de manera discreta. Pero de que llegan para quedarse, llegan, se vayan unos o vengan otros.

El expendio es infaltable (me han dicho); el puesto de hamburguesas, una paletería, el taller, la estética unisex con nombre apantallador o muy, la llantera más adelante, escasamente las cerrajerías, el abarrotes o la casetita en la banqueta y así lo que quieran sumar , sea comercio lícito o ilícito porque también se da.

No les estoy hablando en particular de esta ciudad sino de todas, salvo que ese especialista de quien no me supe el nombre, me diga lo contrario.

Tampoco juzgo ahora sí esa forma de crecer es buena o es mala o es normal o es vanguardista o es tercermundista o está por acabarse este planeta.

Que eso lo haga ese profesionista de quien no me supe el nombre.

Yo sólo puntualizo en el singular crecimiento de una ciudad y su parir como una araña. Punto.

Supongo que hay un especialista determinado o un grupo interdisciplinario que estudia todo eso, pero yo nomás me conformo con observar, si quieren con morbo, el crecimiento paulatino de un comercio formal y un comercio informal alrededor de un edificio público o de ese fraccionamiento o de aquel hotel, donde hace unos meses no había nada y en un dos por tres ya hay un negocio por cada tipo de exigencias.

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Para bien o para mal, no hay ciudad que se salve, me parece.

Si no me cree, haga usted la prueba y recuerde cuando en la suya se estaba haciendo tal hospital o una clínica nueva, una colonia o un gran centro comercial de esos que han invadido este país. En la mayoría de los casos, en las calles aledañas a esa obra que de pronto terminaron, no había nada o casi nada.

Si me apuran, estaba despoblado.

Pero es cuestión de días para que aquello empiece a parir como una araña, tienditas por aquí, changarros por allá, una fonda ahí, una cafetería acá, y una fuente de sodas de este otro lado. Ya se acordaron ¿verdad?

Parece que se llevaran un pedazo de ciudad y trajeran otra. Como si en una obra de teatro, de un acto a otro, unos gigantes cambiaran la escenografía, vamos a decir austera, escasa, solitaria y en su lugar echara toda la carne al asador, trayendo un día sí y otro también lo que encontró a su paso o lo que la gran puesta en escena fuese requiriendo.

Más canijo aún: hay algunos que están a la expectativa para aprovechar cualquier espacio de oportunidad y sabedores de que en tal o cual lado de la ciudad se abrirá otra unidad del IMSS, por decirlo así, pa luego es tarde, retiran sus ahorritos del banco o de donde lo tengan y a los días ya inauguraron una taquería que abre de las siete de la mañana hasta las seis de la tarde y, si me apuran, toda la noche.

Para cuando ponen la primera piedra de lo que será una más de las promesas cumplidas del gobernante que quieran, Don Chuy o Don Chava ya tiene rato despachando la especialidad de la casa, porque sabe bien que después los permisos o el punto quizá aumente de precio.

Y así como él llegará la tienda de conveniencia, la doña que hace tacos dorados o al vapor, el bolero con todo y silla, las tortas ahogadas y un carrito que oferta toda clase de dulces y demás antojos para el tentempié.

En los nuevos fraccionamientos, colonias y hasta en las cerradas, no es la excepción, aunque afuerita o ahí de manera discreta. Pero de que llegan para quedarse, llegan, se vayan unos o vengan otros.

El expendio es infaltable (me han dicho); el puesto de hamburguesas, una paletería, el taller, la estética unisex con nombre apantallador o muy, la llantera más adelante, escasamente las cerrajerías, el abarrotes o la casetita en la banqueta y así lo que quieran sumar , sea comercio lícito o ilícito porque también se da.

No les estoy hablando en particular de esta ciudad sino de todas, salvo que ese especialista de quien no me supe el nombre, me diga lo contrario.

Tampoco juzgo ahora sí esa forma de crecer es buena o es mala o es normal o es vanguardista o es tercermundista o está por acabarse este planeta.

Que eso lo haga ese profesionista de quien no me supe el nombre.

Yo sólo puntualizo en el singular crecimiento de una ciudad y su parir como una araña. Punto.

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