/ sábado 15 de enero de 2022

Mi gusto es… (O la otra mirada) | Qué risa… 

El primer maestro de inglés que tuve en la secundaria, decía que la risa únicamente abundaba en la cara de los tontos.

Esto lo comentó frente a la mitad del grupo porque el resto ya se había salido, sin que él se diera cuenta y afuera nomás se escuchaban las puras carcajadas.

De maestro tenía muchos años y, de edad, tenía más, no sé cuántos, pero yo le calculo todos como para que hubiera hecho miles de cosas, entre otras, reírse y reírse mucho, pero estaba convencido de esa premisa que les comento al principio y, supongo, que ni haciéndole cosquillas lo haríamos cambiar de opinión.

Admiro al Memo, al Alfredo, a Marigé y a otros apreciados amigos más, que dominan ese idioma a la perfección ya que yo no tengo esa virtud (en realidad no tengo ninguna) pero supongo que esa confesión de que la risa blablabla…, aquel profe nos la expresó en español, único idioma que apenas domino, de lo contrario no le hubiera entendido ni papas.

Tan así fue como ahora se los cuento que se me quedó grabada para siempre.

No dije nada pero mi memoria sí y aquí está la prueba de que nunca lo olvidé, si se trataba de registrarla por si lo quería contar en mi casa al regresar de clases ese mismo que ocurrió o en el barrio entre la raza que nos juntábamos, abajo del poste o en el rancho, donde ha pasado la vida a puro golpe de bromas o muchos años después, frente al pizarrón de fusilamiento, donde el coronel Miguelito habría de recordar aquella tarde remota en que su profe se lo llevó a evocar recuerdos y lo escogió como tema para esta semana.

Ese teacher acaso es el pretexto nomás, el material didáctico o lo materia prima de la que ahora me apropio, por haber dicho expresamente lo que ya dije, pero en realidad lo que deseo destacar es que no puedo concebir que alguien en este planeta —así hable francés, alemán, húngaro, árabe, japonés, o purépecha— considere que reírte es sinónimo de estupidez.

Y no es un asunto de estar viejo o estar joven, para hacerlo o no hacerlo. No. Conozco a más un adulto mayor haciendo reír y haciendo por reír, lo cual no es tan fácil o difícil,según lo vean. Sé de adolescentes que no ríen ni pagándoles.

No lo dice este tontito que leen, me lo encontré en una página del ABC del bienestar cuya redactora fue Melissa González y aquí lo cito:

“La risa, además de ser una forma más de expresar emocionalmente bienestar y felicidad, también ha demostrado tener una función altamente beneficiosa a nivel neurobiológico. Cuando nuestro sistema nervioso percibe un estímulo que nos provoca risa, se ponen en marcha muchos de los neurotransmisores implicados en procesos biológicos del día a día. Nuestro cerebro, al parecer, libera endorfinas y oxitocina, sustancias involucradas en producir efecto analgésico, sensación de placer, estado de relajación y fortalecimiento del sistema inmunitario”.

Eso lo concluyen lo que saben y me enteré recientemente pero, la neta, no creo que lo anterior sea el motivo para que yo suelte las curas si algo me parece gracioso o me provoca una risotada.

Imagínense en una reunión:

“Perdón, señores, no puedo reírme y me tendré que aguantar porque la risa únicamente abunda en la cara de los tontos”.

Imagínense a cualquiera explicando las razones: “No vayan a tomarlo a mal, pero si ahorita no paraba de reírme, es porque quería fortalecer mi sistema inmunológico…”

Por Dios, ex profe de inglés ¿quién le dijo a usted esa barbaridad? (calmados, esto lo estoy preguntando desde una ouija, pero hasta ahorita, nadie contesta).

Mientras me devuelven la llamada, yo les traigo aquí, lo que ya otras veces les he citado:

“El hombre sufre tan terriblemente en el mundo que se ha visto obligado a inventar la risa”. (Friedrich Nietzsche).

“Es una ley de la compensación justa, equitativa y saludable, que, así como hay contagio en la enfermedad y las penas, nada en el mundo resulta más contagioso que la risa y el buen humor”. (Charles Dickens).

Ignoro si mi profe leía a estos autores o si lo hizo, arremetería contra sus libros.

¿Por qué? Porque eran prorrisa y él un antirrisa. Hagan de cuenta los provacunas, recibiendo improperios de los antivacunas. Algo así.

La risa no está compuesta por una suspensión de microorganismos atenuados o muertos que se introduce en el organismo para prevenir y tratar determinadas enfermedades infecciosas.

No.

Pero llega a ser un infalible antídoto para desaparecer, momentáneamente o para siempre, algunas intoxicaciones: tristeza, agüite, pesadumbre, desolación, melancolía, ansiedad, estrés, tensión, dolor y otras cargas.

Ahora entiendo a ese filósofo griego, René Casados, cuando decía: “Sonríe y la fuerza estará contigo…” y te apuntaba con el dedo , como si te quisiera picar un ojo.

No quiero imagi...bueno, sí quiero: imagínense en un cuarto, a solas, o en un ring o en aquel salón de clases, a Nietzsche, a Charles Dickens, a René Casados y a mi profe, debatiendo sobre el tema.

No lo quiero hacer, porque me daría mucha risa o como esa otra mitad del grupo, soltaría la carcajada.


El primer maestro de inglés que tuve en la secundaria, decía que la risa únicamente abundaba en la cara de los tontos.

Esto lo comentó frente a la mitad del grupo porque el resto ya se había salido, sin que él se diera cuenta y afuera nomás se escuchaban las puras carcajadas.

De maestro tenía muchos años y, de edad, tenía más, no sé cuántos, pero yo le calculo todos como para que hubiera hecho miles de cosas, entre otras, reírse y reírse mucho, pero estaba convencido de esa premisa que les comento al principio y, supongo, que ni haciéndole cosquillas lo haríamos cambiar de opinión.

Admiro al Memo, al Alfredo, a Marigé y a otros apreciados amigos más, que dominan ese idioma a la perfección ya que yo no tengo esa virtud (en realidad no tengo ninguna) pero supongo que esa confesión de que la risa blablabla…, aquel profe nos la expresó en español, único idioma que apenas domino, de lo contrario no le hubiera entendido ni papas.

Tan así fue como ahora se los cuento que se me quedó grabada para siempre.

No dije nada pero mi memoria sí y aquí está la prueba de que nunca lo olvidé, si se trataba de registrarla por si lo quería contar en mi casa al regresar de clases ese mismo que ocurrió o en el barrio entre la raza que nos juntábamos, abajo del poste o en el rancho, donde ha pasado la vida a puro golpe de bromas o muchos años después, frente al pizarrón de fusilamiento, donde el coronel Miguelito habría de recordar aquella tarde remota en que su profe se lo llevó a evocar recuerdos y lo escogió como tema para esta semana.

Ese teacher acaso es el pretexto nomás, el material didáctico o lo materia prima de la que ahora me apropio, por haber dicho expresamente lo que ya dije, pero en realidad lo que deseo destacar es que no puedo concebir que alguien en este planeta —así hable francés, alemán, húngaro, árabe, japonés, o purépecha— considere que reírte es sinónimo de estupidez.

Y no es un asunto de estar viejo o estar joven, para hacerlo o no hacerlo. No. Conozco a más un adulto mayor haciendo reír y haciendo por reír, lo cual no es tan fácil o difícil,según lo vean. Sé de adolescentes que no ríen ni pagándoles.

No lo dice este tontito que leen, me lo encontré en una página del ABC del bienestar cuya redactora fue Melissa González y aquí lo cito:

“La risa, además de ser una forma más de expresar emocionalmente bienestar y felicidad, también ha demostrado tener una función altamente beneficiosa a nivel neurobiológico. Cuando nuestro sistema nervioso percibe un estímulo que nos provoca risa, se ponen en marcha muchos de los neurotransmisores implicados en procesos biológicos del día a día. Nuestro cerebro, al parecer, libera endorfinas y oxitocina, sustancias involucradas en producir efecto analgésico, sensación de placer, estado de relajación y fortalecimiento del sistema inmunitario”.

Eso lo concluyen lo que saben y me enteré recientemente pero, la neta, no creo que lo anterior sea el motivo para que yo suelte las curas si algo me parece gracioso o me provoca una risotada.

Imagínense en una reunión:

“Perdón, señores, no puedo reírme y me tendré que aguantar porque la risa únicamente abunda en la cara de los tontos”.

Imagínense a cualquiera explicando las razones: “No vayan a tomarlo a mal, pero si ahorita no paraba de reírme, es porque quería fortalecer mi sistema inmunológico…”

Por Dios, ex profe de inglés ¿quién le dijo a usted esa barbaridad? (calmados, esto lo estoy preguntando desde una ouija, pero hasta ahorita, nadie contesta).

Mientras me devuelven la llamada, yo les traigo aquí, lo que ya otras veces les he citado:

“El hombre sufre tan terriblemente en el mundo que se ha visto obligado a inventar la risa”. (Friedrich Nietzsche).

“Es una ley de la compensación justa, equitativa y saludable, que, así como hay contagio en la enfermedad y las penas, nada en el mundo resulta más contagioso que la risa y el buen humor”. (Charles Dickens).

Ignoro si mi profe leía a estos autores o si lo hizo, arremetería contra sus libros.

¿Por qué? Porque eran prorrisa y él un antirrisa. Hagan de cuenta los provacunas, recibiendo improperios de los antivacunas. Algo así.

La risa no está compuesta por una suspensión de microorganismos atenuados o muertos que se introduce en el organismo para prevenir y tratar determinadas enfermedades infecciosas.

No.

Pero llega a ser un infalible antídoto para desaparecer, momentáneamente o para siempre, algunas intoxicaciones: tristeza, agüite, pesadumbre, desolación, melancolía, ansiedad, estrés, tensión, dolor y otras cargas.

Ahora entiendo a ese filósofo griego, René Casados, cuando decía: “Sonríe y la fuerza estará contigo…” y te apuntaba con el dedo , como si te quisiera picar un ojo.

No quiero imagi...bueno, sí quiero: imagínense en un cuarto, a solas, o en un ring o en aquel salón de clases, a Nietzsche, a Charles Dickens, a René Casados y a mi profe, debatiendo sobre el tema.

No lo quiero hacer, porque me daría mucha risa o como esa otra mitad del grupo, soltaría la carcajada.


ÚLTIMASCOLUMNAS