/ lunes 16 de mayo de 2022

Minutos de lectura | Conocer a  la bestia

Las campañas políticas exasperan los ánimos y minimizan las complejidades. Generalmente, se habla de problemas fáciles de resolver y de voluntad política como ingrediente principal para solucionar lo que, a ojos del externo, está mal hecho. Y en gran medida la visión externa que señala y exige mejores prácticas gubernamentales, representa una buena guía de fácil acceso para implementar aspectos susceptibles de mejora. Quienes aspiran o recién inician ocupando cargos gubernamentales, asumen que bajo su responsabilidad todo será mejor. Luego la realidad los alcanza.

Aunado a esta errónea concepción, vivimos tiempos en donde las leyes son cada vez más angostas, incisivas y progresivamente extenuantes. Los procesos burocráticos a partir de los nuevos sistemas nacionales y estatales anticorrupción provocan agonías tramitológicas. Además, hay nuevos compendios legales de contabilidad gubernamental, lineamientos en los órganos internos de control y mayores exigencias en los contratos colectivos de trabajo sindicales. El estricto control de procesos en el ejercicio y cuidado de los recursos públicos se acompañan también de auditorías en tiempo real, de revisiones fiscales y de permanentes mecanismos de transparencia ciudadana aderezados con una activa participación de expertos y todólogos en redes sociales. Los decretos de austeridad que tijeretean presupuestos son constantes y para nada novedosos. Conocer a la bestia es un requisito prioritario entonces para entender la dimensión y la complejidad de administrar las encomiendas públicas.

Es así como la realidad se impone: las distintas dependencias de gobierno, en sus distintos órdenes y jerarquías, requieren de funcionarias y funcionarios públicos profesionales, respetuosos, asertivos, formales y honestos si su intención primaria es ejercer un buen gobierno. Administrar la institucionalidad, proponer y ejercer políticas públicas, solucionar problemas, evaluarse y retroalimentarse es la tarea básica que deben realizar. Entender que el Gobierno funciona y se perfecciona gracias a los instrumentos permanentes de revisión ciudadana, debe ser el mantra.

Las instancias culturales requieren mención aparte. Entre las causas que generan la dificultad de administrar y dirigir dependencias culturales se encuentra la inexplicable y permanente reducción presupuestaria; el desconocimiento de la gestión pública, sus procedimientos y sus técnicas en un aparato gubernamental leonino en donde todo se devora todo; la naturaleza creativa de la población a la que atienden que dificulta su medición y por ende, la justificación de sus necesidades y resultados; la falta de entendimiento y sensibilidad hacia una comunidad cuyas necesidades son infinitas; el desfase institucional motivado por la transición reciente de subsector a sector gubernamental así como la poca visibilidad y nula consideración para clasificarlo como sector prioritario, entre otros.

Por eso, antes o ahora, en tiempos de evidentes y lastimosos problemas debemos recordar con humildad y sensatez que no es lo mismo ser borracho a cantinero.


Las campañas políticas exasperan los ánimos y minimizan las complejidades. Generalmente, se habla de problemas fáciles de resolver y de voluntad política como ingrediente principal para solucionar lo que, a ojos del externo, está mal hecho. Y en gran medida la visión externa que señala y exige mejores prácticas gubernamentales, representa una buena guía de fácil acceso para implementar aspectos susceptibles de mejora. Quienes aspiran o recién inician ocupando cargos gubernamentales, asumen que bajo su responsabilidad todo será mejor. Luego la realidad los alcanza.

Aunado a esta errónea concepción, vivimos tiempos en donde las leyes son cada vez más angostas, incisivas y progresivamente extenuantes. Los procesos burocráticos a partir de los nuevos sistemas nacionales y estatales anticorrupción provocan agonías tramitológicas. Además, hay nuevos compendios legales de contabilidad gubernamental, lineamientos en los órganos internos de control y mayores exigencias en los contratos colectivos de trabajo sindicales. El estricto control de procesos en el ejercicio y cuidado de los recursos públicos se acompañan también de auditorías en tiempo real, de revisiones fiscales y de permanentes mecanismos de transparencia ciudadana aderezados con una activa participación de expertos y todólogos en redes sociales. Los decretos de austeridad que tijeretean presupuestos son constantes y para nada novedosos. Conocer a la bestia es un requisito prioritario entonces para entender la dimensión y la complejidad de administrar las encomiendas públicas.

Es así como la realidad se impone: las distintas dependencias de gobierno, en sus distintos órdenes y jerarquías, requieren de funcionarias y funcionarios públicos profesionales, respetuosos, asertivos, formales y honestos si su intención primaria es ejercer un buen gobierno. Administrar la institucionalidad, proponer y ejercer políticas públicas, solucionar problemas, evaluarse y retroalimentarse es la tarea básica que deben realizar. Entender que el Gobierno funciona y se perfecciona gracias a los instrumentos permanentes de revisión ciudadana, debe ser el mantra.

Las instancias culturales requieren mención aparte. Entre las causas que generan la dificultad de administrar y dirigir dependencias culturales se encuentra la inexplicable y permanente reducción presupuestaria; el desconocimiento de la gestión pública, sus procedimientos y sus técnicas en un aparato gubernamental leonino en donde todo se devora todo; la naturaleza creativa de la población a la que atienden que dificulta su medición y por ende, la justificación de sus necesidades y resultados; la falta de entendimiento y sensibilidad hacia una comunidad cuyas necesidades son infinitas; el desfase institucional motivado por la transición reciente de subsector a sector gubernamental así como la poca visibilidad y nula consideración para clasificarlo como sector prioritario, entre otros.

Por eso, antes o ahora, en tiempos de evidentes y lastimosos problemas debemos recordar con humildad y sensatez que no es lo mismo ser borracho a cantinero.