/ lunes 9 de mayo de 2022

Minutos de lectura | Defendamos el valor de la cultura

De acuerdo con un levantamiento realizado por la institución encargada de la política cultural en Sonora previo a la pandemia, para marzo de 2020 existían cerca de 30 mil personas dedicadas a la actividad cultural, formal o informalmente. Además, se tenían registradas cerca de 144 bibliotecas, 25 galerías, 25 librerías, 22 teatros y 40 museos en todo el Estado.

El tema cultural no debe ser visto entonces como un tema menor. A nivel nacional, según la información más reciente, el Producto Interno Bruto cultural aporta más del 3% a la economía mexicana y si se consideran todos los elementos de la industria creativa o naranja en lo general, el porcentaje aumenta a más del 7% del PIB según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).

Darle visibilidad al sector como un ente económico potente, activo y del que dependen familias, empresas y creaciones, es prioridad. Quienes participan en la gestión cultural pública o privada, deben saber también que sus acciones inciden directamente en el eslabón de una cadena que aún sigue siendo frágil pero valiosa. La concientización de una ciudadanía informada y defensora del trabajo de la comunidad cultural abona a visibilizar al sector como necesario e importante para el desarrollo humano y económico de nuestro estado y nuestro país. En la medida en que las instancias culturales, la ciudadanía y la comunidad artística sepan y defiendan sus grandiosas aportaciones, existirá un bloque que exija la que da: valor sin regateos. Nada más ni nada menos. El minimizar o invisibilizar el tamaño y valor de la cultura es un proceso autodestructivo del que todos podemos ser parte. Cuidado.

Es importante entonces conocer planteamientos básicos para tener certeza y conocimiento del valor de las aportaciones culturales: ¿cuántas personas integran la comunidad artística? ¿Existe un registro formal y actualizado de ello? ¿Hay mediciones y registros periódicos a nivel federal, estatal o municipal de la actividad cultural y su derrama económica? ¿A cuánto ascienden los ingresos promedios de una persona dedicada a cualquier expresión artística?

Por otro lado, también es relevante plantearnos la pregunta: ¿A quiénes deben atender las instituciones culturales en México? Así como el Sector Salud debe trabajar para brindar servicios médicos a cualquier persona, también debe atender a la comunidad médica y sus necesidades, su profesionalización y su avance. Así como las autoridades educativas deben trabajar para las y los estudiantes, también deben trabajar para la comunidad de profesores que son el brazo operativo del sistema. Las instancias culturales deben tener claridad y enfoque para atender tanto a públicos consumidores directos de la actividad cultural, como también a la comunidad artística y ofrecer alternativas a sus necesidades, a su profesionalización, su avance y propuestas de valor. Es válido tener prioridades; lo que no es válido es tener parcialidades. Es válido priorizar programas comunitarios de atención directa; lo que no es válido es invisibilizar todo lo demás. Atender a los públicos es tan importante como atender al artista que está frente a esos públicos.

Digamos no a la invisibilización del valor de la cultura. Digamos no a la satanización del artista desde las instituciones ni a la minimización de sus aportaciones. Su inserción poco visible en la economía tiene una explicación; la naturaleza creativa, apasionada, crítica e incisiva de cada agente cultural no debe ser elemento de juicio para culpar y señalar falta de conocimiento en la gestión o posible dispersión en sus resultados. Al final de cuentas, ya lo decíamos: la prioridad del artista es el proceso creativo y no todo lo demás. Valorar la actividad cultural y conocer su dimensión, empieza reconociendo que el artista es un ente creativo que nos necesita —hoy más que nunca— como público y como aliados.

¡Hasta pronto!


De acuerdo con un levantamiento realizado por la institución encargada de la política cultural en Sonora previo a la pandemia, para marzo de 2020 existían cerca de 30 mil personas dedicadas a la actividad cultural, formal o informalmente. Además, se tenían registradas cerca de 144 bibliotecas, 25 galerías, 25 librerías, 22 teatros y 40 museos en todo el Estado.

El tema cultural no debe ser visto entonces como un tema menor. A nivel nacional, según la información más reciente, el Producto Interno Bruto cultural aporta más del 3% a la economía mexicana y si se consideran todos los elementos de la industria creativa o naranja en lo general, el porcentaje aumenta a más del 7% del PIB según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).

Darle visibilidad al sector como un ente económico potente, activo y del que dependen familias, empresas y creaciones, es prioridad. Quienes participan en la gestión cultural pública o privada, deben saber también que sus acciones inciden directamente en el eslabón de una cadena que aún sigue siendo frágil pero valiosa. La concientización de una ciudadanía informada y defensora del trabajo de la comunidad cultural abona a visibilizar al sector como necesario e importante para el desarrollo humano y económico de nuestro estado y nuestro país. En la medida en que las instancias culturales, la ciudadanía y la comunidad artística sepan y defiendan sus grandiosas aportaciones, existirá un bloque que exija la que da: valor sin regateos. Nada más ni nada menos. El minimizar o invisibilizar el tamaño y valor de la cultura es un proceso autodestructivo del que todos podemos ser parte. Cuidado.

Es importante entonces conocer planteamientos básicos para tener certeza y conocimiento del valor de las aportaciones culturales: ¿cuántas personas integran la comunidad artística? ¿Existe un registro formal y actualizado de ello? ¿Hay mediciones y registros periódicos a nivel federal, estatal o municipal de la actividad cultural y su derrama económica? ¿A cuánto ascienden los ingresos promedios de una persona dedicada a cualquier expresión artística?

Por otro lado, también es relevante plantearnos la pregunta: ¿A quiénes deben atender las instituciones culturales en México? Así como el Sector Salud debe trabajar para brindar servicios médicos a cualquier persona, también debe atender a la comunidad médica y sus necesidades, su profesionalización y su avance. Así como las autoridades educativas deben trabajar para las y los estudiantes, también deben trabajar para la comunidad de profesores que son el brazo operativo del sistema. Las instancias culturales deben tener claridad y enfoque para atender tanto a públicos consumidores directos de la actividad cultural, como también a la comunidad artística y ofrecer alternativas a sus necesidades, a su profesionalización, su avance y propuestas de valor. Es válido tener prioridades; lo que no es válido es tener parcialidades. Es válido priorizar programas comunitarios de atención directa; lo que no es válido es invisibilizar todo lo demás. Atender a los públicos es tan importante como atender al artista que está frente a esos públicos.

Digamos no a la invisibilización del valor de la cultura. Digamos no a la satanización del artista desde las instituciones ni a la minimización de sus aportaciones. Su inserción poco visible en la economía tiene una explicación; la naturaleza creativa, apasionada, crítica e incisiva de cada agente cultural no debe ser elemento de juicio para culpar y señalar falta de conocimiento en la gestión o posible dispersión en sus resultados. Al final de cuentas, ya lo decíamos: la prioridad del artista es el proceso creativo y no todo lo demás. Valorar la actividad cultural y conocer su dimensión, empieza reconociendo que el artista es un ente creativo que nos necesita —hoy más que nunca— como público y como aliados.

¡Hasta pronto!