/ domingo 20 de enero de 2019

Reflexión dominical | Domingo II del tiempo ordinario


“Tú, en cambio, has guardado el vino mejor hasta ahora”

Isaías 62,1-5

1 Corintios 12,4-11

Juan 2,1-11

El texto del evangelio de este segundo domingo del tiempo ordinario nos narra el primer milagro realizado por Jesús: La conversión del agua en vino en las bodas de Caná.

Conviene decir que, detrás del hecho prodigioso que nuestro Señor lleva a cabo, encontramos una enseñanza más profunda. En efecto, atendiendo al evangelio de san Juan, las “señales milagrosas” que Jesús obra, encierran un gran simbolismo y, además, una enseñanza teológica elevada.

Comencemos con lo que el profeta Isaías expresa en la primera lectura. Dios, por medio del profeta, anuncia que los tiempos mesiánicos en los que manifestará plenamente la salvación a su pueblo serán semejantes a una boda. En esta boda, Dios se desposa con su pueblo: “el Señor se ha complacido en ti y se ha desposado con tu tierra. Como un joven se desposa con una doncella, se desposará contigo tu hacedor…”. Obviamente estos desposorios, en los que Dios es el esposo y el pueblo de Israel la esposa, son motivo de gloria, de fiesta y de alegría. Israel (como esposa) ya no será llamada “Abandonada” ni “Desolada”, sino más bien: “Mi favorita” y “Desposada”.

Con este texto de Isaías comprendemos mejor lo que san Juan nos narra como “el primero de los signos” realizado por Jesús. La narración contiene grandes enseñanzas. En primer lugar destacamos a los tres grandes protagonistas: Jesús, María y los discípulos. Son mencionados también: el novio (sin nombre y sin un rol significativo), los sirvientes y el encargado de la fiesta o mayordomo. De la novia no se dice absolutamente nada.

En esta fiesta de bodas sucede lo inesperado: llega a faltar vino. Sin lugar a duda, el vino viene a ser, junto con Jesús y María, la clave de lectura (es decir, la palabra o elemento importante) del relato. María, la madre de Jesús, interviene comentándole a su hijo: “Ya no tienen vino”. La respuesta de Jesús contiene dos expresiones muy interesantes: “Mujer” y “todavía no llega mi hora”. La hora de Jesús es el tiempo de su pasión y muerte en la cruz; padeciendo Jesús por nosotros, Dios lleva a cabo plenamente la salvación del género humano; y en tal acontecimiento de dolor, está presente también María, a quien Jesús la vuelve a llamar “Mujer”.

Asimismo, las palabras de María dirigidas a los sirvientes son importantes: “Hagan lo que él les diga”. Dios Padre en el bautismo de Jesús, y la Santísima Virgen María en este relato de las bodas de Caná, nos dicen que debemos escuchar las palabras de Jesús, debemos poner atención a su mensaje, a lo que él nos diga.

El agua de las tinajas que servía para las purificaciones de los judíos es transformada en vino, y no cualquier clase de vino, sino: “el vino mejor”, así lo expresa el mayordomo al novio: “Todo mundo sirve primero el vino mejor… Tú, en cambio, has guardado el vino mejor hasta ahora”. En realidad se nos está diciendo que Jesús es el vino mejor, es el vino nuevo, han llegado con él los desposorios de Dios con su pueblo, ha llegado el tiempo de la Alianza Nueva y eterna; lo antiguo ha pasado, ahora Jesús es la Plenitud de la salvación.

San Juan concluye el relato con un maravilloso comentario: “Esto que Jesús hizo… fue el primero de sus signos. Así manifestó su gloria y sus discípulos creyeron en él”. Este comentario final, aplicado a nuestra vida, expresa que nosotros, contemplando la palabra, la gloria y el poder de Jesús, debemos de creer en él.

Pidamos al Señor en la eucaristía, que sepamos aprovechar nuestro convite dominical pregustando la esperanza alegre de las bodas eternas del Cordero. Amén.

¡Que tengan un excelente domingo!


Monseñor Ruy Rendón Leal. Arzobispo de Hermosillo.


“Tú, en cambio, has guardado el vino mejor hasta ahora”

Isaías 62,1-5

1 Corintios 12,4-11

Juan 2,1-11

El texto del evangelio de este segundo domingo del tiempo ordinario nos narra el primer milagro realizado por Jesús: La conversión del agua en vino en las bodas de Caná.

Conviene decir que, detrás del hecho prodigioso que nuestro Señor lleva a cabo, encontramos una enseñanza más profunda. En efecto, atendiendo al evangelio de san Juan, las “señales milagrosas” que Jesús obra, encierran un gran simbolismo y, además, una enseñanza teológica elevada.

Comencemos con lo que el profeta Isaías expresa en la primera lectura. Dios, por medio del profeta, anuncia que los tiempos mesiánicos en los que manifestará plenamente la salvación a su pueblo serán semejantes a una boda. En esta boda, Dios se desposa con su pueblo: “el Señor se ha complacido en ti y se ha desposado con tu tierra. Como un joven se desposa con una doncella, se desposará contigo tu hacedor…”. Obviamente estos desposorios, en los que Dios es el esposo y el pueblo de Israel la esposa, son motivo de gloria, de fiesta y de alegría. Israel (como esposa) ya no será llamada “Abandonada” ni “Desolada”, sino más bien: “Mi favorita” y “Desposada”.

Con este texto de Isaías comprendemos mejor lo que san Juan nos narra como “el primero de los signos” realizado por Jesús. La narración contiene grandes enseñanzas. En primer lugar destacamos a los tres grandes protagonistas: Jesús, María y los discípulos. Son mencionados también: el novio (sin nombre y sin un rol significativo), los sirvientes y el encargado de la fiesta o mayordomo. De la novia no se dice absolutamente nada.

En esta fiesta de bodas sucede lo inesperado: llega a faltar vino. Sin lugar a duda, el vino viene a ser, junto con Jesús y María, la clave de lectura (es decir, la palabra o elemento importante) del relato. María, la madre de Jesús, interviene comentándole a su hijo: “Ya no tienen vino”. La respuesta de Jesús contiene dos expresiones muy interesantes: “Mujer” y “todavía no llega mi hora”. La hora de Jesús es el tiempo de su pasión y muerte en la cruz; padeciendo Jesús por nosotros, Dios lleva a cabo plenamente la salvación del género humano; y en tal acontecimiento de dolor, está presente también María, a quien Jesús la vuelve a llamar “Mujer”.

Asimismo, las palabras de María dirigidas a los sirvientes son importantes: “Hagan lo que él les diga”. Dios Padre en el bautismo de Jesús, y la Santísima Virgen María en este relato de las bodas de Caná, nos dicen que debemos escuchar las palabras de Jesús, debemos poner atención a su mensaje, a lo que él nos diga.

El agua de las tinajas que servía para las purificaciones de los judíos es transformada en vino, y no cualquier clase de vino, sino: “el vino mejor”, así lo expresa el mayordomo al novio: “Todo mundo sirve primero el vino mejor… Tú, en cambio, has guardado el vino mejor hasta ahora”. En realidad se nos está diciendo que Jesús es el vino mejor, es el vino nuevo, han llegado con él los desposorios de Dios con su pueblo, ha llegado el tiempo de la Alianza Nueva y eterna; lo antiguo ha pasado, ahora Jesús es la Plenitud de la salvación.

San Juan concluye el relato con un maravilloso comentario: “Esto que Jesús hizo… fue el primero de sus signos. Así manifestó su gloria y sus discípulos creyeron en él”. Este comentario final, aplicado a nuestra vida, expresa que nosotros, contemplando la palabra, la gloria y el poder de Jesús, debemos de creer en él.

Pidamos al Señor en la eucaristía, que sepamos aprovechar nuestro convite dominical pregustando la esperanza alegre de las bodas eternas del Cordero. Amén.

¡Que tengan un excelente domingo!


Monseñor Ruy Rendón Leal. Arzobispo de Hermosillo.

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