/ domingo 2 de agosto de 2020

Reto lector sonorense | Matar, crónicas que son puentes entre infiernos y lectores

La cárcel, los asesinos y el barrio bravo de Las Pilas siempre vienen a la mente cuando se dice el nombre de Carlos Sánchez. Estas han sido las obsesiones que han inspirado desde la infancia al autor de “Matar crónicas desde el infierno”, quien desde pequeño desarrolló un vínculo con el antiguo presidio —ese que ahora es el museo regional del INAH— y que en su memoria sigue siendo ese lugar de encuentros a donde acompañaba a sus camaradas para visitar amigos y parientes.

ACCEDE A NUESTRA EDICIÓN DIGITAL EN UN SOLO LUGAR Y DESDE CUALQUIER DISPOSITIVO ¡SUSCRÍBETE AQUÍ!

Formado en el periodismo de manera silvestre, aprendiendo el oficio reporteando, cargando la cámara y la grabadora, Carlos se hizo de una pluma libre de ataduras intelectuales o académicas, con una voz propia, cercana a la gente y a las calles del barrio. Con ese oficio que el autor de “Matar” forjó registrando las voces del barrio es que sus crónicas logran el efecto de convertirse en una conversación donde los lectores podemos escuchar la oralidad de las personas que hablan a través de la palabra escrita. Y precisamente esa es la fuerza de los textos de Matar, porque a través de ellos escuchamos las palabras de los asesinos que nos cuentan sus historias casi a viva voz, sin filtros o consideración alguna. Son ellos hablando y mostrándose tal cual vivieron el acto de quitarle la vida a sus víctimas.

De manera irónica, aun con lo tétrico que se escucha que en el libro de Matar nos hablan los asesinos, sus crónicas componen un libro vital. En donde no existen juicios de valor, ni tampoco apología de la violencia, simplemente se plantea un diálogo honesto, sin ningún tipo de caretas o formas de autocensura, para que los lectores puedan conocer la versión de los protagonistas que cuentan sus historias a través de las crónicas de Carlos Sánchez.

Es precisamente el diálogo sin juicios lo que hace vital a los textos de Matar, así como que, desde la primera edición del Instituto Sonorense de Cultura por haber ganado el Concurso del Libro Sonorense en el 2010, las crónicas se ganaron la complicidad de sus lectores para poder llegar a una tercera edición con textos nuevos. En esta ocasión es la editorial Proceso la que asume la responsabilidad de llevar a la más emblemática obra de Carlos Sánchez alcanzar nuevos lectores. Pasando por un recorrido que tomó varios años para recoger las historias en el centro penitenciario para menores infractores de Hermosillo, y otros más en encontrar la manera de ser publicado, así como dos ediciones donde se fue ganando a pulso un reconocimiento nacional.

Ahora con la tercera edición de Matar, los lectores que se acerquen a las crónicas encontrarán nuevos textos donde podrán seguir conociendo la versión de los asesinos y reconocer cómo son seres humanos influenciados por el contexto de sus vidas, de sus barrios, familias, la sociedad y la cultura donde crecieron. Los textos no buscan la exoneración, simplemente son un puente para conocer la mente de los asesinos, su contexto, sus historias de vida, para permitirles al lector encontrar puntos de coincidencias e identificación, porque al final de cuenta somos personas que podemos matar o ser víctimas de alguien que mata.


La cárcel, los asesinos y el barrio bravo de Las Pilas siempre vienen a la mente cuando se dice el nombre de Carlos Sánchez. Estas han sido las obsesiones que han inspirado desde la infancia al autor de “Matar crónicas desde el infierno”, quien desde pequeño desarrolló un vínculo con el antiguo presidio —ese que ahora es el museo regional del INAH— y que en su memoria sigue siendo ese lugar de encuentros a donde acompañaba a sus camaradas para visitar amigos y parientes.

ACCEDE A NUESTRA EDICIÓN DIGITAL EN UN SOLO LUGAR Y DESDE CUALQUIER DISPOSITIVO ¡SUSCRÍBETE AQUÍ!

Formado en el periodismo de manera silvestre, aprendiendo el oficio reporteando, cargando la cámara y la grabadora, Carlos se hizo de una pluma libre de ataduras intelectuales o académicas, con una voz propia, cercana a la gente y a las calles del barrio. Con ese oficio que el autor de “Matar” forjó registrando las voces del barrio es que sus crónicas logran el efecto de convertirse en una conversación donde los lectores podemos escuchar la oralidad de las personas que hablan a través de la palabra escrita. Y precisamente esa es la fuerza de los textos de Matar, porque a través de ellos escuchamos las palabras de los asesinos que nos cuentan sus historias casi a viva voz, sin filtros o consideración alguna. Son ellos hablando y mostrándose tal cual vivieron el acto de quitarle la vida a sus víctimas.

De manera irónica, aun con lo tétrico que se escucha que en el libro de Matar nos hablan los asesinos, sus crónicas componen un libro vital. En donde no existen juicios de valor, ni tampoco apología de la violencia, simplemente se plantea un diálogo honesto, sin ningún tipo de caretas o formas de autocensura, para que los lectores puedan conocer la versión de los protagonistas que cuentan sus historias a través de las crónicas de Carlos Sánchez.

Es precisamente el diálogo sin juicios lo que hace vital a los textos de Matar, así como que, desde la primera edición del Instituto Sonorense de Cultura por haber ganado el Concurso del Libro Sonorense en el 2010, las crónicas se ganaron la complicidad de sus lectores para poder llegar a una tercera edición con textos nuevos. En esta ocasión es la editorial Proceso la que asume la responsabilidad de llevar a la más emblemática obra de Carlos Sánchez alcanzar nuevos lectores. Pasando por un recorrido que tomó varios años para recoger las historias en el centro penitenciario para menores infractores de Hermosillo, y otros más en encontrar la manera de ser publicado, así como dos ediciones donde se fue ganando a pulso un reconocimiento nacional.

Ahora con la tercera edición de Matar, los lectores que se acerquen a las crónicas encontrarán nuevos textos donde podrán seguir conociendo la versión de los asesinos y reconocer cómo son seres humanos influenciados por el contexto de sus vidas, de sus barrios, familias, la sociedad y la cultura donde crecieron. Los textos no buscan la exoneración, simplemente son un puente para conocer la mente de los asesinos, su contexto, sus historias de vida, para permitirles al lector encontrar puntos de coincidencias e identificación, porque al final de cuenta somos personas que podemos matar o ser víctimas de alguien que mata.