/ jueves 25 de junio de 2020

Reto lector sonorense | Volando a ras de la historia del Valle del Yaqui

El desarrollo de drones ha permitido que imágenes del mundo vistas desde arriba estén al alcance de todo mundo, pero antes, esa mirada era un privilegio exclusivo de los pilotos.

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Pedro Islas, uno de los personajes de A ras de vuelo, sabía perfectamente que esa mirada de piloto le permitiría conocer mejor la tierra para saber cómo trabajarla. Y al igual que él, todos los personajes de la novela de María Antonieta Mendívil, tiene una relación particular e íntima con el vuelo, con ver el mundo desde una perspectiva poco habitual.

Sin ser una novela histórica, pero sí situada en un momento trascendental de la historia del Valle del Yaqui, el de la Revolución Verde; la novela de María Antonieta nos cuenta la vida de tres generaciones de pilotos en la familia Islas. En las tres generaciones de Islas la autora describirá las transformaciones que tendrá el Valle del Yaqui, pasando del ejido y su reparto de la tierra comunal al sistema agroindustrial de explotación para la exportación. Esta forma de situar la trama de la novela hace que tenga un aire histórico, porque los momentos del valle que son descritos parten de eventos reales que fueron documentados y que la autora usó como punto de partida para crear la atmósfera donde se desarrollan sus personajes.

El tío Gabriel, un enamorado de las acrobacias aéreas que encontró en la aerofumigación la forma de vivir del vuelo, Pedro Islas, quien consolidó la empresa familiar, aunque su verdadera pasión siempre fue trabajar la tierra, y Daniel Islas, hijo de Pedro, el Ícaro apasionado por volar a quien se le queman las alas. Todos ellos representan un areté del piloto aerofumigador, pero también del hombre y de la masculinidad asociada al momento histórico de una región y su sociedad.

Para tener un contrapunto lingüístico y discursivo al mundo tan masculino de la aviación en el valle, es que María Antonieta introduce al personaje de Agnes, una mujer piloto que es objeto erótico entre tanta masculinidad tóxica, pero también es símbolo feminista de las mujeres que se abren camino en el mundo de los hombres.

La lectura de A ras de vuelo nos transporta a una época del Valle del Yaqui y permite a los lectores conocer las transformaciones sociales del campo sonorense al mismo tiempo que lleva a la intimidad de los dramas familiares que se viven el mundo rural. Quienes lean esta novela, que en el 2011 fue considerada una de las mejores del año, se encontrarán con una novelista que ha perfeccionado el oficio de la creación literaria, creando personajes con una voz propia, diferenciada a pesar de sus similitudes, pero sobre todo que son llevados al límite de su areté. Y es por este oficio que los personajes se vuelven completamente memorables.

Volar con la narrativa de María Antonieta Mendívil es por una parte acercarse a conocer la intimidad histórica del Valle del Yaqui, pero por otra parte es conocer la naturaleza humana de quienes relacionan sus vidas con el vuelo y a ver al mundo desde las alturas.


El desarrollo de drones ha permitido que imágenes del mundo vistas desde arriba estén al alcance de todo mundo, pero antes, esa mirada era un privilegio exclusivo de los pilotos.

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Pedro Islas, uno de los personajes de A ras de vuelo, sabía perfectamente que esa mirada de piloto le permitiría conocer mejor la tierra para saber cómo trabajarla. Y al igual que él, todos los personajes de la novela de María Antonieta Mendívil, tiene una relación particular e íntima con el vuelo, con ver el mundo desde una perspectiva poco habitual.

Sin ser una novela histórica, pero sí situada en un momento trascendental de la historia del Valle del Yaqui, el de la Revolución Verde; la novela de María Antonieta nos cuenta la vida de tres generaciones de pilotos en la familia Islas. En las tres generaciones de Islas la autora describirá las transformaciones que tendrá el Valle del Yaqui, pasando del ejido y su reparto de la tierra comunal al sistema agroindustrial de explotación para la exportación. Esta forma de situar la trama de la novela hace que tenga un aire histórico, porque los momentos del valle que son descritos parten de eventos reales que fueron documentados y que la autora usó como punto de partida para crear la atmósfera donde se desarrollan sus personajes.

El tío Gabriel, un enamorado de las acrobacias aéreas que encontró en la aerofumigación la forma de vivir del vuelo, Pedro Islas, quien consolidó la empresa familiar, aunque su verdadera pasión siempre fue trabajar la tierra, y Daniel Islas, hijo de Pedro, el Ícaro apasionado por volar a quien se le queman las alas. Todos ellos representan un areté del piloto aerofumigador, pero también del hombre y de la masculinidad asociada al momento histórico de una región y su sociedad.

Para tener un contrapunto lingüístico y discursivo al mundo tan masculino de la aviación en el valle, es que María Antonieta introduce al personaje de Agnes, una mujer piloto que es objeto erótico entre tanta masculinidad tóxica, pero también es símbolo feminista de las mujeres que se abren camino en el mundo de los hombres.

La lectura de A ras de vuelo nos transporta a una época del Valle del Yaqui y permite a los lectores conocer las transformaciones sociales del campo sonorense al mismo tiempo que lleva a la intimidad de los dramas familiares que se viven el mundo rural. Quienes lean esta novela, que en el 2011 fue considerada una de las mejores del año, se encontrarán con una novelista que ha perfeccionado el oficio de la creación literaria, creando personajes con una voz propia, diferenciada a pesar de sus similitudes, pero sobre todo que son llevados al límite de su areté. Y es por este oficio que los personajes se vuelven completamente memorables.

Volar con la narrativa de María Antonieta Mendívil es por una parte acercarse a conocer la intimidad histórica del Valle del Yaqui, pero por otra parte es conocer la naturaleza humana de quienes relacionan sus vidas con el vuelo y a ver al mundo desde las alturas.