/ martes 26 de abril de 2022

Salud y bienestar | Después de la tormenta ¿viene la calma?

Los programas de salud en situaciones de emergencia se han dirigido básicamente a la atención inmediata, cubriendo en primera instancia la resolución de problemas médicos que atentan contra la integridad de la población, limitando o mitigando las secuelas así como los daños a la infraestructura.

Por diversos motivos políticos, económicos y de gestión (entre otros), aún son muchas las regiones que no están adecuadamente preparadas para hacer frente a un desastre, generando en sus habitantes incertidumbre y sostenida exposición a elevados niveles de estrés.

Se han descrito las consecuencias más frecuentes sobre la salud mental de las comunidades afectadas, entre ellas el trastorno de estrés postraumático y el trastorno depresivo. En este sentido, la Organización Panamericana de la Salud señala que las emergencias y desastres implican una perturbación psicosocial que sobrepasa la capacidad de manejo o afrontamiento de la población afectada.

Es indudable que en situaciones de emergencia se da un incremento de reacciones emocionales intensas y puede ser que algunas de esas emociones no se hayan experimentado anteriormente, ya que cada persona es diferente y puede responder de distinta manera. La gran mayoría de estas manifestaciones pueden ser una reacción normal; sin embargo, hay poblaciones que pueden ver afectada de forma importante su salud emocional.

Las infecciones que causan más revuelo en la comunidad médica y en los medios de comunicación son las que combinan una infección grave asociada a alta mortalidad y que son de origen desconocido.

Durante el brote de SARS la mayoría de los países percibieron un riesgo mayor del que pretendían las alertas, debido a las diferentes opiniones y a la información que se actualizaba día a día.

Durante el brote de AH1N1 en Estados Unidos la organización “The National Biodefense Science Board” reconoció que las medidas de atención para la salud mental fueron vitales para preservar la seguridad y la salud de la población. Las recomendaciones se enfatizaron para población vulnerable y se concentraron en intervenciones de educación, capacitación y comunicación efectiva. Algunos efectos de la pandemia en México han sido compras de pánico y saqueos de establecimientos, lo que provocó desabasto de productos de limpieza e higiene personal y más adelante falta de medicamentos, y como resultado intensas sensaciones de temor, ansiedad e inseguridad de la población.

Trabajar en un hospital durante un brote infeccioso puede desencadenar trauma psicológico en el personal de salud. Se estima que 20% de las personas expuestas a eventos traumáticos pueden desarrollar trastorno de estrés postraumático. Comprender el impacto emocional de los trabajadores de la salud expuestos a infecciones emergentes, en términos de angustia y trastorno, es relevante para su bienestar y desarrollo laboral. La evidencia científica confirma la importancia de proteger al personal de salud durante una pandemia y ofrecer estrategias de intervención para reducir el impacto en su salud emocional.

Hasta el momento no se cuenta con estudios de investigación que involucren una valoración e intervención estructurada de apoyo individual y en grupos pequeños que aporten al conocimiento de las reacciones emocionales en situaciones de este tipo.

México ocupa el primer lugar en muertes de personal médico por COVID-19, el riesgo de muerte por Covid-19 de un trabajador de salud es cuatro veces mayor que en Estados Unidos y ocho veces más alto que en Brasil. Aunado a esto, y considerando la alta demanda de servicios de salud y la limitación de recursos, ha propiciado que el personal que se encuentra en la primera línea de atención presente afectaciones psicológicas. Se dice que después de la tormenta viene la calma, pero…¿será así?


Los programas de salud en situaciones de emergencia se han dirigido básicamente a la atención inmediata, cubriendo en primera instancia la resolución de problemas médicos que atentan contra la integridad de la población, limitando o mitigando las secuelas así como los daños a la infraestructura.

Por diversos motivos políticos, económicos y de gestión (entre otros), aún son muchas las regiones que no están adecuadamente preparadas para hacer frente a un desastre, generando en sus habitantes incertidumbre y sostenida exposición a elevados niveles de estrés.

Se han descrito las consecuencias más frecuentes sobre la salud mental de las comunidades afectadas, entre ellas el trastorno de estrés postraumático y el trastorno depresivo. En este sentido, la Organización Panamericana de la Salud señala que las emergencias y desastres implican una perturbación psicosocial que sobrepasa la capacidad de manejo o afrontamiento de la población afectada.

Es indudable que en situaciones de emergencia se da un incremento de reacciones emocionales intensas y puede ser que algunas de esas emociones no se hayan experimentado anteriormente, ya que cada persona es diferente y puede responder de distinta manera. La gran mayoría de estas manifestaciones pueden ser una reacción normal; sin embargo, hay poblaciones que pueden ver afectada de forma importante su salud emocional.

Las infecciones que causan más revuelo en la comunidad médica y en los medios de comunicación son las que combinan una infección grave asociada a alta mortalidad y que son de origen desconocido.

Durante el brote de SARS la mayoría de los países percibieron un riesgo mayor del que pretendían las alertas, debido a las diferentes opiniones y a la información que se actualizaba día a día.

Durante el brote de AH1N1 en Estados Unidos la organización “The National Biodefense Science Board” reconoció que las medidas de atención para la salud mental fueron vitales para preservar la seguridad y la salud de la población. Las recomendaciones se enfatizaron para población vulnerable y se concentraron en intervenciones de educación, capacitación y comunicación efectiva. Algunos efectos de la pandemia en México han sido compras de pánico y saqueos de establecimientos, lo que provocó desabasto de productos de limpieza e higiene personal y más adelante falta de medicamentos, y como resultado intensas sensaciones de temor, ansiedad e inseguridad de la población.

Trabajar en un hospital durante un brote infeccioso puede desencadenar trauma psicológico en el personal de salud. Se estima que 20% de las personas expuestas a eventos traumáticos pueden desarrollar trastorno de estrés postraumático. Comprender el impacto emocional de los trabajadores de la salud expuestos a infecciones emergentes, en términos de angustia y trastorno, es relevante para su bienestar y desarrollo laboral. La evidencia científica confirma la importancia de proteger al personal de salud durante una pandemia y ofrecer estrategias de intervención para reducir el impacto en su salud emocional.

Hasta el momento no se cuenta con estudios de investigación que involucren una valoración e intervención estructurada de apoyo individual y en grupos pequeños que aporten al conocimiento de las reacciones emocionales en situaciones de este tipo.

México ocupa el primer lugar en muertes de personal médico por COVID-19, el riesgo de muerte por Covid-19 de un trabajador de salud es cuatro veces mayor que en Estados Unidos y ocho veces más alto que en Brasil. Aunado a esto, y considerando la alta demanda de servicios de salud y la limitación de recursos, ha propiciado que el personal que se encuentra en la primera línea de atención presente afectaciones psicológicas. Se dice que después de la tormenta viene la calma, pero…¿será así?