/ martes 18 de enero de 2022

Salud y bienestar | El dilema del Vick VapoRub

En México ya comenzó la aplicación de la tercera dosis y se anuncia que será necesaria una cuarta, como ya se administra en Israel y otros países. Después, suponemos, vendrán la quinta, la sexta, la séptima y todas las que los sistemas de salud consideren necesarias, explicablemente espantados por la pandemia y sus efectos económicos, educativos, sociales y políticos.

Para los países pobres, México lo es, esa vacunación interminable es sencillamente incosteable, pero se plantea como indispensable. Lo peor es que muchos de los vacunados mueren abatidos por un virus que todavía no comprendemos del todo.

El avance imparable de la cuarta “ola” de Covid vuelve a poner el foco en el dilema de proteger la economía o la salud pública con políticas de confinamiento. Las decisiones son cada vez más complejas para el Gobierno porque el país afronta la peor escalada de contagios de toda la pandemia, a la vez que una recuperación amenazada por la desaceleración y el meteoro de la inflación.

De cualquier forma, tienen tomada la decisión de privilegiar la primera por considerar que nadie aguantaría regresar al aislamiento como forma de frenar una enfermedad que, además, parece que llegó para quedarse.

El Gobierno no planea hacer ajustes a la estrategia anticovid, pese a que la velocidad de propagación de ómicron implique retos diferentes a las cepas anteriores. Su menor letalidad le permite recuperar la idea de la inmunidad de rebaño con que ha coqueteado en la crisis sanitaria, además, ahora, con 80 millones de vacunados, más las resistencias de los que ya se han infectado. En su agenda no se aprecia ninguna valoración de cómo enfrentar esta nueva etapa que, sin embargo, puede volver a poner contra la pared el sistema de salud por la acumulación de contagios y la demanda explosiva de atención médica.

Es un error considerar la nueva cepa como una gripa y minimizar el riesgo de saturación de la red sanitaria. El Gobierno federal ha desestimado correcciones al plan anticovid para evitar que la escalada de “positivos” termine por rebasar el sistema de salud. Esto es lo que tratan de evitar Tamaulipas o Baja California con una mayor supresión de actividades, al llegar a registrar más de 1,000 nuevos casos diarios.

Lo cierto es que la economía tampoco es inmune a la fuerte propagación, que se traduce en ausentismo laboral y más desabasto de insumos. Y sin programas de ayuda para que la industria o los servicios puedan amortiguar la nueva normalidad. Pero, sobre todo, sin que la estrategia actual de mitigación parezca ayudar a revertir la baja en la expectativa de crecimiento para 2022 ni lograr contener la preocupación sanitaria por un virus que nos acompañará a lo largo del año. Ésta es otra razón para ajustar el plan, por ejemplo, ampliando el alcance de la población vacunada, pruebas en fronteras y aeropuertos o escalonamiento de horarios laborales para reducir la población presencial en empleos y oficinas, así como desarrollo del home office, en donde por cierto, había funcionado bien.

Los nuevos desafíos de la pandemia obligarían a revisar las estrategias sanitarias, aunque siga agilizándose la vacunación que, como acierto del Gobierno, ha logrado extenderse a cerca del 60% de la población. No obstante que la exclusión de menores de 15 años de la vacuna preserva bolsones endémicos de contagios que nos harán convivir con el virus mucho más tiempo del que nunca hubiéramos querido.

Hace unos días, el secretario de Salud, el médico Alcocer, se atrevió a recomendar en casos leves los tés, paracetamol y ungüentos como el Vick VapoRub, declaración que le costó casi un linchamiento, lo cierto es que los funcionarios actuales parecen dirigirse a una población (que de antemano saben) no tiene acceso a servicios de salud y normalizan hasta cierto punto la escasez con un producto que si sirviera, estaría ya en el cuadro básico.


En México ya comenzó la aplicación de la tercera dosis y se anuncia que será necesaria una cuarta, como ya se administra en Israel y otros países. Después, suponemos, vendrán la quinta, la sexta, la séptima y todas las que los sistemas de salud consideren necesarias, explicablemente espantados por la pandemia y sus efectos económicos, educativos, sociales y políticos.

Para los países pobres, México lo es, esa vacunación interminable es sencillamente incosteable, pero se plantea como indispensable. Lo peor es que muchos de los vacunados mueren abatidos por un virus que todavía no comprendemos del todo.

El avance imparable de la cuarta “ola” de Covid vuelve a poner el foco en el dilema de proteger la economía o la salud pública con políticas de confinamiento. Las decisiones son cada vez más complejas para el Gobierno porque el país afronta la peor escalada de contagios de toda la pandemia, a la vez que una recuperación amenazada por la desaceleración y el meteoro de la inflación.

De cualquier forma, tienen tomada la decisión de privilegiar la primera por considerar que nadie aguantaría regresar al aislamiento como forma de frenar una enfermedad que, además, parece que llegó para quedarse.

El Gobierno no planea hacer ajustes a la estrategia anticovid, pese a que la velocidad de propagación de ómicron implique retos diferentes a las cepas anteriores. Su menor letalidad le permite recuperar la idea de la inmunidad de rebaño con que ha coqueteado en la crisis sanitaria, además, ahora, con 80 millones de vacunados, más las resistencias de los que ya se han infectado. En su agenda no se aprecia ninguna valoración de cómo enfrentar esta nueva etapa que, sin embargo, puede volver a poner contra la pared el sistema de salud por la acumulación de contagios y la demanda explosiva de atención médica.

Es un error considerar la nueva cepa como una gripa y minimizar el riesgo de saturación de la red sanitaria. El Gobierno federal ha desestimado correcciones al plan anticovid para evitar que la escalada de “positivos” termine por rebasar el sistema de salud. Esto es lo que tratan de evitar Tamaulipas o Baja California con una mayor supresión de actividades, al llegar a registrar más de 1,000 nuevos casos diarios.

Lo cierto es que la economía tampoco es inmune a la fuerte propagación, que se traduce en ausentismo laboral y más desabasto de insumos. Y sin programas de ayuda para que la industria o los servicios puedan amortiguar la nueva normalidad. Pero, sobre todo, sin que la estrategia actual de mitigación parezca ayudar a revertir la baja en la expectativa de crecimiento para 2022 ni lograr contener la preocupación sanitaria por un virus que nos acompañará a lo largo del año. Ésta es otra razón para ajustar el plan, por ejemplo, ampliando el alcance de la población vacunada, pruebas en fronteras y aeropuertos o escalonamiento de horarios laborales para reducir la población presencial en empleos y oficinas, así como desarrollo del home office, en donde por cierto, había funcionado bien.

Los nuevos desafíos de la pandemia obligarían a revisar las estrategias sanitarias, aunque siga agilizándose la vacunación que, como acierto del Gobierno, ha logrado extenderse a cerca del 60% de la población. No obstante que la exclusión de menores de 15 años de la vacuna preserva bolsones endémicos de contagios que nos harán convivir con el virus mucho más tiempo del que nunca hubiéramos querido.

Hace unos días, el secretario de Salud, el médico Alcocer, se atrevió a recomendar en casos leves los tés, paracetamol y ungüentos como el Vick VapoRub, declaración que le costó casi un linchamiento, lo cierto es que los funcionarios actuales parecen dirigirse a una población (que de antemano saben) no tiene acceso a servicios de salud y normalizan hasta cierto punto la escasez con un producto que si sirviera, estaría ya en el cuadro básico.