/ martes 1 de octubre de 2019

Salud y bienestar | El etiquetado de alimentos

Las enfermedades crónicas no transmisibles son hoy, la principal causa de muerte en el mundo. La diabetes y la hipertensión siguen ganando terreno y alentadas por la obesidad continúan siendo un dolor de cabeza para cualquier sistema de salud.

Gran parte de estas enfermedades se encuentran relacionadas con la alimentación, que es un factor modificable y que, por lo tanto, puede prevenirlas o reducir su riesgo. Sin embargo es difícil incidir en la población sobre cómo cambiar sus hábitos.

A escala poblacional se ha recomendado disminuir el consumo de energía a partir de grasas saturadas, azúcares simples adicionales y sodio, los cuales se encuentran de manera frecuente en los productos alimenticios procesados en cantidades que contribuyen a exceder los límites máximos de ingestión diaria recomendada, lo que incrementa el riesgo de enfermedades.

Y es que pocos o casi ninguno quiere disminuir la ingesta de comidas o alimentos por algo que argumentan frecuentemente en consulta: no me pasa nada. ¿Quién cambiaría un refresco de cola muy frío por un vaso con agua? ¿Unos tacos de carne asada por un plato con vegetales?

Entre las políticas y acciones reconocidas como costo efectivas para el control de la obesidad y las enfermedades no transmisibles en la población, se encuentra la orientación sobre la elección de alimentos saludables, a través de un Sistema de Etiquetado Frontal de Alimentos y Bebidas. Esto forma parte del conjunto de políticas implementadas con la intención de contrarrestar la llamada epidemia de obesidad, en conjunto con otras estrategias como la regulación de la venta de alimentos en el entorno escolar, las campañas educativas, la regulación de la publicidad de alimentos y bebidas densamente energéticos dirigidos a la población infantil y el impuesto a las bebidas azucaradas.

La Secretaría de Salud solicitó en noviembre de 2017 al Instituto Nacional de Salud Pública la constitución de un grupo de expertos académicos en etiquetado, independientes y libres de conflictos de interés, con la encomienda de emitir una postura para contribuir al desarrollo de un sistema de etiquetado para productos industrializados que proporcione información útil para facilitar la decisión de compra, identificando el contenido de energía, nutrimentos e ingredientes en los componentes, cuyo exceso en la dieta puede ser perjudicial para la salud como azúcares añadidos, sodio, grasas totales, grasas saturadas y energía.

Los estudios desarrollados en México sobre el tema indican que el etiquetado actual es difícil de comprender por la mayor parte de la población, incluso entre la población de alta escolaridad. Además, existe 10% de la población que, por no saber leer o por tener dificultad para comprender la lectura, no tiene acceso a la información que contiene la etiqueta de los productos industrializados. No existe evidencia de que el sistema que se utiliza actualmente sea comprendido o contribuya a tomar decisiones más saludables entre los consumidores.

Actuales funcionarios iniciaron diálogo sobre la necesidad de impulsar una legislación que permita modificar el etiquetado frontal de alimentos empaquetados, para fomentar una cultura de buena alimentación y beneficiar a los consumidores. Por una parte, una de las actuales propuestas es la etiqueta de advertencia, la cual es para llamar la atención sobre el exceso de grasa, sodio, azúcar, mientras que la segunda propuesta busca ser informativa y descriptiva sobre cuántas calorías, grasas, etcétera, contiene el producto.

Durante el Foro Tecnología Innovación y Etiquetado Frontal, la nutrióloga Aída Fayad, dijo algo muy certero; que “si no educamos de nada sirve el etiquetado”. Y no le falta razón dadas las experiencias con el etiquetado de calorías o contenido energético en las etiquetas, si no se comprende no habrá resultados. Sobre todo en los hábitos alimenticios que pocos están dispuestos a modificar, pero que si no hacen algo hoy, mañana podrían lamentarlo.

Las enfermedades crónicas no transmisibles son hoy, la principal causa de muerte en el mundo. La diabetes y la hipertensión siguen ganando terreno y alentadas por la obesidad continúan siendo un dolor de cabeza para cualquier sistema de salud.

Gran parte de estas enfermedades se encuentran relacionadas con la alimentación, que es un factor modificable y que, por lo tanto, puede prevenirlas o reducir su riesgo. Sin embargo es difícil incidir en la población sobre cómo cambiar sus hábitos.

A escala poblacional se ha recomendado disminuir el consumo de energía a partir de grasas saturadas, azúcares simples adicionales y sodio, los cuales se encuentran de manera frecuente en los productos alimenticios procesados en cantidades que contribuyen a exceder los límites máximos de ingestión diaria recomendada, lo que incrementa el riesgo de enfermedades.

Y es que pocos o casi ninguno quiere disminuir la ingesta de comidas o alimentos por algo que argumentan frecuentemente en consulta: no me pasa nada. ¿Quién cambiaría un refresco de cola muy frío por un vaso con agua? ¿Unos tacos de carne asada por un plato con vegetales?

Entre las políticas y acciones reconocidas como costo efectivas para el control de la obesidad y las enfermedades no transmisibles en la población, se encuentra la orientación sobre la elección de alimentos saludables, a través de un Sistema de Etiquetado Frontal de Alimentos y Bebidas. Esto forma parte del conjunto de políticas implementadas con la intención de contrarrestar la llamada epidemia de obesidad, en conjunto con otras estrategias como la regulación de la venta de alimentos en el entorno escolar, las campañas educativas, la regulación de la publicidad de alimentos y bebidas densamente energéticos dirigidos a la población infantil y el impuesto a las bebidas azucaradas.

La Secretaría de Salud solicitó en noviembre de 2017 al Instituto Nacional de Salud Pública la constitución de un grupo de expertos académicos en etiquetado, independientes y libres de conflictos de interés, con la encomienda de emitir una postura para contribuir al desarrollo de un sistema de etiquetado para productos industrializados que proporcione información útil para facilitar la decisión de compra, identificando el contenido de energía, nutrimentos e ingredientes en los componentes, cuyo exceso en la dieta puede ser perjudicial para la salud como azúcares añadidos, sodio, grasas totales, grasas saturadas y energía.

Los estudios desarrollados en México sobre el tema indican que el etiquetado actual es difícil de comprender por la mayor parte de la población, incluso entre la población de alta escolaridad. Además, existe 10% de la población que, por no saber leer o por tener dificultad para comprender la lectura, no tiene acceso a la información que contiene la etiqueta de los productos industrializados. No existe evidencia de que el sistema que se utiliza actualmente sea comprendido o contribuya a tomar decisiones más saludables entre los consumidores.

Actuales funcionarios iniciaron diálogo sobre la necesidad de impulsar una legislación que permita modificar el etiquetado frontal de alimentos empaquetados, para fomentar una cultura de buena alimentación y beneficiar a los consumidores. Por una parte, una de las actuales propuestas es la etiqueta de advertencia, la cual es para llamar la atención sobre el exceso de grasa, sodio, azúcar, mientras que la segunda propuesta busca ser informativa y descriptiva sobre cuántas calorías, grasas, etcétera, contiene el producto.

Durante el Foro Tecnología Innovación y Etiquetado Frontal, la nutrióloga Aída Fayad, dijo algo muy certero; que “si no educamos de nada sirve el etiquetado”. Y no le falta razón dadas las experiencias con el etiquetado de calorías o contenido energético en las etiquetas, si no se comprende no habrá resultados. Sobre todo en los hábitos alimenticios que pocos están dispuestos a modificar, pero que si no hacen algo hoy, mañana podrían lamentarlo.