/ martes 4 de junio de 2019

Salud y bienestar | La enfermedad del malestar social



Indagar sobre los acontecimientos sociales experimentados recientemente en Sonora, como el caso de los feminicidios y el brutal golpe a una mujer en un negocio, es remitirnos a una serie de malestares, resultado del ordenamiento social que se expresan de manera enfermiza, sobre todo en este tiempo caracterizado como la modernización tardía donde se normaliza la incertidumbre, la sociedad de riesgo, la sociedad de la decepción, ante el nuevo orden social conocido como globalización; ¿Normalizamos los hechos violentos? ¿La indignación?

Vivimos aterrorizados por la vida cotidiana, por nuestro cuerpo, por el entorno social que se observa violento, por la crisis ambiental, por la indiferencia del Estado ante la demanda de educación, trabajo o mejores condiciones de vida de las mayorías. A todo ello se suma la ola de violencia a nivel global incluso en aquellas ciudades que se denominaban así mismas como “tranquilas”.

En la actualidad dicho malestar se agudiza, por un lado, ante los procesos de modernización, es decir, esta compleja trama de experiencias que son a la vez individuales y colectivas, analizadas desde una lógica donde la integración psicosocial de los individuos ante la falta de oportunidades laborales, educativas, de salud y de seguridad, que trae como correlato otras expresiones de violencia derivadas de este malestar ante la exclusión y desigualdad social.

Si consideramos que el malestar refiere también una representación colectiva que la sociedad forma acerca de sí misma, diremos entonces, que el malestar en nuestro país se expresa bajo la forma de sufrimiento e incertidumbre ante los miles de muertos en los últimos siete años de guerra contra el narcotráfico, con expresiones inusitadas de violencia.

Todo ello ante un Estado ausente y pasivo, ciego y sordo al clamor de la gente; impunidad que acrecienta el riesgo de la población a ser víctimas de desapariciones forzadas y secuestros.

Al respecto la Organización Mundial de la Salud reconoce un aumento de las enfermedades mentales, y entre los factores de riesgo identifica: pobreza extrema, desempleo, trabajo precario, baja instrucción educativa, víctimas de violencia, migración y refugiados, indígenas, mujeres, hombres, niños y ancianos maltratados o abandonados, personas con discapacidad o con enfermedades crónicas como la Diabetes, el VIH-Sida, entre otras

El malestar que se gesta ante una sociedad con una democracia incipiente, que proclama el Estado de Derecho así como el reconocimiento de los Derechos Humanos, pero donde persisten rasgos autoritarios, corrupción en todos los niveles gubernamentales, el cinismo rampante por parte de los servidores públicos e ineficiencia en la rendición de cuentas y la violación a los derechos de los ciudadanos.

Es necesario buscar nuevas formas de regular los conflictos de intereses, por otros medios que no sean el de la violencia, apostemos pues a que de este sufrimiento surja la capacidad resiliente y empática de la población para lograr reconfigurar, nuevamente, el punto de partida de nuestra condición humana. De ahí la importancia que la medicina mire a las personas no como enfermedades, ni como un conjunto de signos y síntomas, sino como seres humanos que crecen, se desarrollan, se emocionan, sienten y padecen en contextos sociales, mismos que signan su existencia y múltiples modos de andar por la vida.

El malestar social es ya un problema de salud pública, y hay que generar una medicina que ayude a combatir este mal, comenzando con nosotros mismos.

Dr. César Álvarez Pacheco

Correo: cesar_ap@hotmail.com

Twitter: @cesar_alvarezp

Huatabampo, Sonora.



Indagar sobre los acontecimientos sociales experimentados recientemente en Sonora, como el caso de los feminicidios y el brutal golpe a una mujer en un negocio, es remitirnos a una serie de malestares, resultado del ordenamiento social que se expresan de manera enfermiza, sobre todo en este tiempo caracterizado como la modernización tardía donde se normaliza la incertidumbre, la sociedad de riesgo, la sociedad de la decepción, ante el nuevo orden social conocido como globalización; ¿Normalizamos los hechos violentos? ¿La indignación?

Vivimos aterrorizados por la vida cotidiana, por nuestro cuerpo, por el entorno social que se observa violento, por la crisis ambiental, por la indiferencia del Estado ante la demanda de educación, trabajo o mejores condiciones de vida de las mayorías. A todo ello se suma la ola de violencia a nivel global incluso en aquellas ciudades que se denominaban así mismas como “tranquilas”.

En la actualidad dicho malestar se agudiza, por un lado, ante los procesos de modernización, es decir, esta compleja trama de experiencias que son a la vez individuales y colectivas, analizadas desde una lógica donde la integración psicosocial de los individuos ante la falta de oportunidades laborales, educativas, de salud y de seguridad, que trae como correlato otras expresiones de violencia derivadas de este malestar ante la exclusión y desigualdad social.

Si consideramos que el malestar refiere también una representación colectiva que la sociedad forma acerca de sí misma, diremos entonces, que el malestar en nuestro país se expresa bajo la forma de sufrimiento e incertidumbre ante los miles de muertos en los últimos siete años de guerra contra el narcotráfico, con expresiones inusitadas de violencia.

Todo ello ante un Estado ausente y pasivo, ciego y sordo al clamor de la gente; impunidad que acrecienta el riesgo de la población a ser víctimas de desapariciones forzadas y secuestros.

Al respecto la Organización Mundial de la Salud reconoce un aumento de las enfermedades mentales, y entre los factores de riesgo identifica: pobreza extrema, desempleo, trabajo precario, baja instrucción educativa, víctimas de violencia, migración y refugiados, indígenas, mujeres, hombres, niños y ancianos maltratados o abandonados, personas con discapacidad o con enfermedades crónicas como la Diabetes, el VIH-Sida, entre otras

El malestar que se gesta ante una sociedad con una democracia incipiente, que proclama el Estado de Derecho así como el reconocimiento de los Derechos Humanos, pero donde persisten rasgos autoritarios, corrupción en todos los niveles gubernamentales, el cinismo rampante por parte de los servidores públicos e ineficiencia en la rendición de cuentas y la violación a los derechos de los ciudadanos.

Es necesario buscar nuevas formas de regular los conflictos de intereses, por otros medios que no sean el de la violencia, apostemos pues a que de este sufrimiento surja la capacidad resiliente y empática de la población para lograr reconfigurar, nuevamente, el punto de partida de nuestra condición humana. De ahí la importancia que la medicina mire a las personas no como enfermedades, ni como un conjunto de signos y síntomas, sino como seres humanos que crecen, se desarrollan, se emocionan, sienten y padecen en contextos sociales, mismos que signan su existencia y múltiples modos de andar por la vida.

El malestar social es ya un problema de salud pública, y hay que generar una medicina que ayude a combatir este mal, comenzando con nosotros mismos.

Dr. César Álvarez Pacheco

Correo: cesar_ap@hotmail.com

Twitter: @cesar_alvarezp

Huatabampo, Sonora.