/ martes 30 de marzo de 2021

Salud y bienestar | La estrategia de vacunación por Covid-19

La pandemia de Covid-19 ha causado en menos de un año niveles de enfermedad y muerte sólo comparables con los producidos por las epidemias de obesidad, diabetes y enfermedades metabólicas. Los efectos sobre la economía han sido también desproporcionados; se prevé que la pobreza y la desigualdad aumenten significativamente como resultado de la crisis causada por la pandemia. Así como lo lee estimado lector, mayor crisis.

Sigue a El Sol de Hermosillo en Google News y mantente informado con las noticias más recientes

En este contexto, las vacunas contra Covid-19 representan una gran esperanza. A fines de enero de 2021, la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios, el órgano regulador de la Secretaría de Salud, ha aprobado dos vacunas para uso de emergencia en México y se espera que otras más se aprueben pronto. Desafortunadamente, la aprobación de las vacunas no se traduce en acceso inmediato a ellas.

Pese a lo que se diga, durante los próximos meses, las dosis de vacunas que lleguen a México serán insuficientes para alcanzar niveles altos de cobertura que reduzcan sensiblemente la mortalidad por Covid-19. La disponibilidad limitada de vacunas se debe a factores fuera del control de nuestro país: los sistemas de producción y distribución existentes no están preparados para satisfacer la demanda global de escala sin precedentes que estamos observando.

Además, los países de ingresos altos tienen mayor poder adquisitivo y de negociación para tener prioridad en el acceso a las vacunas, en particular si la producción está dentro de su territorio, ya lo vimos con el país vecino. La escasez es un elemento clave para el diseño de la estrategia de vacunación, porque la selección cuidadosa de quiénes recibirán las primeras dosis permitirá sacar el mayor provecho a las dosis disponibles.

Para ello, la Secretaría de Salud conformó el Grupo Técnico Asesor de Vacunación Covid-19 para desarrollar recomendaciones sobre la estrategia de vacunación, tomando en cuenta la mejor evidencia disponible. Uno de los primeros consensos, fue que el objetivo de la estrategia de vacunación debía ser la reducción de la mortalidad por Covid-19.

En función de esto, las recomendaciones del grupo esencialmente son vacunar primero al personal de salud y después la población de acuerdo con su riesgo de muerte que, como se sabe, es significativamente mayor entre adultos mayores y con comorbilidades, sobre todo los que viven en regiones pobres y con alta densidad poblacional. Iniciar la vacunación con el personal médico de primera línea es una recomendación consistente a nivel internacional. Darles prioridad a estas personas, además de atender el principio ético de reciprocidad, es estratégico para los próximos meses en los que se esperan más contagios y muertes.

Aun así existen médicos y personal de primera línea que no han sido vacunados en su institución. Los datos que se tienen indican que la carga de mortalidad es mayor en zonas urbanas y metropolitanas que en áreas rurales. Estos datos no son perfectos, ya que es posible que exista un subregistro de las personas que fallecen en áreas rurales. La estrategia que de forma más rápida evita el mayor número de muertes es la que prioriza al personal de salud, a los municipios con mayor mortalidad y a las personas mayores de 50 años.

Al vacunar al personal de salud y a las personas mayores de 50 años, quienes representan aproximadamente 20% de la población, se esperaría una disminución de hasta 80% en la mortalidad total por Covid-19, dependiendo de la eficacia de las vacunas. Esto, además, se traduciría en menor saturación de hospitales y en mayor espacio para atender a las personas más jóvenes, que tienen un menor riesgo de morir. Con esta estrategia, aun estando lejos de alcanzar la inmunidad de grupo, se podrían reactivar sectores sociales y económicos y podría disminuir el riesgo para la vida de las personas más susceptibles; y con esto llegaríamos a la protección de los susceptibles.

La pandemia de Covid-19 ha causado en menos de un año niveles de enfermedad y muerte sólo comparables con los producidos por las epidemias de obesidad, diabetes y enfermedades metabólicas. Los efectos sobre la economía han sido también desproporcionados; se prevé que la pobreza y la desigualdad aumenten significativamente como resultado de la crisis causada por la pandemia. Así como lo lee estimado lector, mayor crisis.

Sigue a El Sol de Hermosillo en Google News y mantente informado con las noticias más recientes

En este contexto, las vacunas contra Covid-19 representan una gran esperanza. A fines de enero de 2021, la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios, el órgano regulador de la Secretaría de Salud, ha aprobado dos vacunas para uso de emergencia en México y se espera que otras más se aprueben pronto. Desafortunadamente, la aprobación de las vacunas no se traduce en acceso inmediato a ellas.

Pese a lo que se diga, durante los próximos meses, las dosis de vacunas que lleguen a México serán insuficientes para alcanzar niveles altos de cobertura que reduzcan sensiblemente la mortalidad por Covid-19. La disponibilidad limitada de vacunas se debe a factores fuera del control de nuestro país: los sistemas de producción y distribución existentes no están preparados para satisfacer la demanda global de escala sin precedentes que estamos observando.

Además, los países de ingresos altos tienen mayor poder adquisitivo y de negociación para tener prioridad en el acceso a las vacunas, en particular si la producción está dentro de su territorio, ya lo vimos con el país vecino. La escasez es un elemento clave para el diseño de la estrategia de vacunación, porque la selección cuidadosa de quiénes recibirán las primeras dosis permitirá sacar el mayor provecho a las dosis disponibles.

Para ello, la Secretaría de Salud conformó el Grupo Técnico Asesor de Vacunación Covid-19 para desarrollar recomendaciones sobre la estrategia de vacunación, tomando en cuenta la mejor evidencia disponible. Uno de los primeros consensos, fue que el objetivo de la estrategia de vacunación debía ser la reducción de la mortalidad por Covid-19.

En función de esto, las recomendaciones del grupo esencialmente son vacunar primero al personal de salud y después la población de acuerdo con su riesgo de muerte que, como se sabe, es significativamente mayor entre adultos mayores y con comorbilidades, sobre todo los que viven en regiones pobres y con alta densidad poblacional. Iniciar la vacunación con el personal médico de primera línea es una recomendación consistente a nivel internacional. Darles prioridad a estas personas, además de atender el principio ético de reciprocidad, es estratégico para los próximos meses en los que se esperan más contagios y muertes.

Aun así existen médicos y personal de primera línea que no han sido vacunados en su institución. Los datos que se tienen indican que la carga de mortalidad es mayor en zonas urbanas y metropolitanas que en áreas rurales. Estos datos no son perfectos, ya que es posible que exista un subregistro de las personas que fallecen en áreas rurales. La estrategia que de forma más rápida evita el mayor número de muertes es la que prioriza al personal de salud, a los municipios con mayor mortalidad y a las personas mayores de 50 años.

Al vacunar al personal de salud y a las personas mayores de 50 años, quienes representan aproximadamente 20% de la población, se esperaría una disminución de hasta 80% en la mortalidad total por Covid-19, dependiendo de la eficacia de las vacunas. Esto, además, se traduciría en menor saturación de hospitales y en mayor espacio para atender a las personas más jóvenes, que tienen un menor riesgo de morir. Con esta estrategia, aun estando lejos de alcanzar la inmunidad de grupo, se podrían reactivar sectores sociales y económicos y podría disminuir el riesgo para la vida de las personas más susceptibles; y con esto llegaríamos a la protección de los susceptibles.