/ martes 3 de mayo de 2022

Salud y bienestar | Lactancia y medio ambiente

La importancia de la práctica de la lactancia materna ha quedado demostrada con evidencia científica por los beneficios que aporta a la salud infantil, materna y bienestar de la familia. Tiene múltiples beneficios incluso para el medio ambiente; sí, leyó usted bien.

Los beneficios de la lactancia se prolongan hasta la edad adulta, contribuyendo con un fuerte impacto en la disminución de la morbilidad y mortalidad.

Estudios sobre el tema complejo de la alimentación infantil siempre se han centrado en los resultados de salud, con implicaciones muy importantes en las enfermedades del niño y de la madre en el corto y largo plazo, pero estudios recientes han destacado el costo ambiental después de décadas de falta de inversión en servicios de apoyo a la lactancia materna, principalmente en el área de educación, tanto para la sociedad, futuras madres y al personal de salud, lo que ha dificultado una elevación en las cifras de lactancia materna a nivel mundial.

La lactancia materna es, además, el mejor alimento inicial que puede recibir un recién nacido y en forma exclusiva hasta los 6 meses, además de ser un medicamento, tanto en la prevención de enfermedades como cuando el bebé está enfermo; también actúa como un mensajero en la programación nutricional de los niños y favorece un vínculo afectivo fundamental entre la mamá y el bebé. Todo esto sin ningún costo ambiental.

En cambio, la producción de fórmulas infantiles, que en el sentido más amplio serían innecesarias para los recién nacidos y niños pequeños, exacerba el daño ambiental y debe ser una cuestión de creciente preocupación global, ya que el consumo de dichas fórmulas a nivel mundial persiste y representa un problema ambiental y de salud pública.

La industria alimentaria para la preparación de fórmulas infantiles como de derivados de leche, contribuye con alrededor de 30% de los gases de efecto invernadero mundiales.

Un estudio reciente mostró que 550 millones de latas de fórmula infantil, generan 86,000 toneladas de metal y 364,000 toneladas de papel; son agregados a los basureros cada año. La industria de fórmulas gasta en mercadeo mundial más de 156 mil millones de pesos al año: 1,207 pesos por cada niño nacido. Los costos para el entorno incluyen el uso de papel, residuos plásticos y costos de transporte en múltiples etapas en la producción, comercialización y venta de sucedáneos de la leche materna.

Como la leche de vaca en polvo es nutricionalmente inadecuada para un lactante en desarrollo, la fórmula se complementa con aditivos tales como aceites de palma, coco, colza y girasol; hongos, algas y aceites de pescado; además de minerales y vitaminas. No está claro si estos suplementos son nutricionalmente óptimos para un desarrollo adecuado. Su producción tiene un innegable efecto sobre el medio ambiente. El aceite de palma se utiliza en uno de cada dos productos de supermercado bajo la etiqueta “grasa o aceite vegetal”. Su alto contenido en grasas saturadas no lo hace recomendable para la salud, pero tampoco lo es para el medio ambiente. Su cultivo intensivo en países como Indonesia y Malasia ha provocado la destrucción de grandes bosques tropicales, ha puesto en peligro de extinción a gran cantidad de seres vivos, como el orangután, ha incrementado las emisiones de CO2, implicadas en el cambio climático, y ha dañado los hábitats de las zonas de cultivo.

Sólo existen 40-50 plantas procesadoras de fórmulas en todo el mundo, que producen aproximadamente 3.8 millones de toneladas de fórmula infantil cada año. Las millas acumuladas en el transporte de materias primas e ingredientes a estas plantas y transporte de fórmula terminada a los consumidores en todo el mundo son considerables.

La lactancia humana es una responsabilidad social a la que todos podemos contribuir. Se requiere de un enfoque con múltiples objetivos, incluida la inversión en educación en personal de salud, para que todos puedan apoyar a las madres en su proceso y así reducir la huella de carbono en todas las esferas de la vida.

La importancia de la práctica de la lactancia materna ha quedado demostrada con evidencia científica por los beneficios que aporta a la salud infantil, materna y bienestar de la familia. Tiene múltiples beneficios incluso para el medio ambiente; sí, leyó usted bien.

Los beneficios de la lactancia se prolongan hasta la edad adulta, contribuyendo con un fuerte impacto en la disminución de la morbilidad y mortalidad.

Estudios sobre el tema complejo de la alimentación infantil siempre se han centrado en los resultados de salud, con implicaciones muy importantes en las enfermedades del niño y de la madre en el corto y largo plazo, pero estudios recientes han destacado el costo ambiental después de décadas de falta de inversión en servicios de apoyo a la lactancia materna, principalmente en el área de educación, tanto para la sociedad, futuras madres y al personal de salud, lo que ha dificultado una elevación en las cifras de lactancia materna a nivel mundial.

La lactancia materna es, además, el mejor alimento inicial que puede recibir un recién nacido y en forma exclusiva hasta los 6 meses, además de ser un medicamento, tanto en la prevención de enfermedades como cuando el bebé está enfermo; también actúa como un mensajero en la programación nutricional de los niños y favorece un vínculo afectivo fundamental entre la mamá y el bebé. Todo esto sin ningún costo ambiental.

En cambio, la producción de fórmulas infantiles, que en el sentido más amplio serían innecesarias para los recién nacidos y niños pequeños, exacerba el daño ambiental y debe ser una cuestión de creciente preocupación global, ya que el consumo de dichas fórmulas a nivel mundial persiste y representa un problema ambiental y de salud pública.

La industria alimentaria para la preparación de fórmulas infantiles como de derivados de leche, contribuye con alrededor de 30% de los gases de efecto invernadero mundiales.

Un estudio reciente mostró que 550 millones de latas de fórmula infantil, generan 86,000 toneladas de metal y 364,000 toneladas de papel; son agregados a los basureros cada año. La industria de fórmulas gasta en mercadeo mundial más de 156 mil millones de pesos al año: 1,207 pesos por cada niño nacido. Los costos para el entorno incluyen el uso de papel, residuos plásticos y costos de transporte en múltiples etapas en la producción, comercialización y venta de sucedáneos de la leche materna.

Como la leche de vaca en polvo es nutricionalmente inadecuada para un lactante en desarrollo, la fórmula se complementa con aditivos tales como aceites de palma, coco, colza y girasol; hongos, algas y aceites de pescado; además de minerales y vitaminas. No está claro si estos suplementos son nutricionalmente óptimos para un desarrollo adecuado. Su producción tiene un innegable efecto sobre el medio ambiente. El aceite de palma se utiliza en uno de cada dos productos de supermercado bajo la etiqueta “grasa o aceite vegetal”. Su alto contenido en grasas saturadas no lo hace recomendable para la salud, pero tampoco lo es para el medio ambiente. Su cultivo intensivo en países como Indonesia y Malasia ha provocado la destrucción de grandes bosques tropicales, ha puesto en peligro de extinción a gran cantidad de seres vivos, como el orangután, ha incrementado las emisiones de CO2, implicadas en el cambio climático, y ha dañado los hábitats de las zonas de cultivo.

Sólo existen 40-50 plantas procesadoras de fórmulas en todo el mundo, que producen aproximadamente 3.8 millones de toneladas de fórmula infantil cada año. Las millas acumuladas en el transporte de materias primas e ingredientes a estas plantas y transporte de fórmula terminada a los consumidores en todo el mundo son considerables.

La lactancia humana es una responsabilidad social a la que todos podemos contribuir. Se requiere de un enfoque con múltiples objetivos, incluida la inversión en educación en personal de salud, para que todos puedan apoyar a las madres en su proceso y así reducir la huella de carbono en todas las esferas de la vida.