/ martes 16 de julio de 2019

Salud y bienestar | Los accidentes y su impacto

Los eventos que producen lesiones no suelen ser aleatorios o inevitables. Por esta razón, en algunos círculos se ha empezado a evitar el uso del término “accidente”. Hay quien piensa, sin embargo, que se trata de un concepto comprendido por el grueso de la población y por esta razón debería seguir siendo utilizado en tanto que ayuda a resaltar su importancia en términos de salud pública.

Otro problema asociado al uso de esta expresión es la amplia gama de eventos que incluye este término: desde choques vehiculares y atropellamientos hasta lesiones por terremotos. La constante es la presencia de una lesión física ocasionada por una causa externa en un evento que se supone no fue intencional.

En México, una de cada 10 muertes se atribuye a accidentes, que se concentran de manera muy destacada en los individuos en edad productiva. Según datos de la Encuesta Nacional de Salud, cada año más de dos millones de personas mayores de 18 años de edad sufren lesiones a consecuencia de eventos no intencionales, principalmente caídas y accidentes de tránsito.

Con el fin de resaltar la importancia de los accidentes vehiculares en la salud poblacional, cabe mencionar que 10% del total de lesiones no intencionales ocurren en la aparente seguridad de los hogares y mayormente ¡en vacaciones! No existen muchas causas de mortalidad que hayan tenido un incremento tan acelerado como éste en los últimos años. Sin embargo, la mortalidad es sólo una de las facetas del problema.

A escala internacional se estima que por cada muerte relacionada con accidentes de tráfico hay 50 individuos con lesiones de diversa magnitud. En México la relación es mucho más estrecha: una muerte por siete lesiones, lo que nos habla de una altísima letalidad de estos eventos en nuestro contexto.

La atención oportuna y algunas medidas regulares de prevención pueden reducir la letalidad de los accidentes de tráfico, pero frecuentemente no evitan las secuelas discapacitantes a mediano y largo plazo. El impacto de estas secuelas en el desarrollo personal, familiar y económico apenas comienza a ser vislumbrado.

En muchos países se ha documentado una reducción importante de la letalidad de los accidentes vehiculares con medidas tan sencillas como la obligatoriedad del uso del cinturón de seguridad; el uso de casco entre los motociclistas; la prohibición de que los niños viajen en los asientos delanteros de los automóviles; la reducción de los límites de velocidad permitida; el control del consumo de alcohol entre los automovilistas, y el uso de luces aun durante el día.

En el corto plazo se requiere de legislaciones enérgicas y de mecanismos que en verdad estimulen el cumplimiento de las normas. ¿Cómo se logrará esto? Con una adecuación legislativa y del marco jurídico; contando con recursos técnicos (policía y tecnología), que nos permitan mantener una vigilancia para el control y la supervisión del cumplimiento de las normas que se emiten fomentando valores cívicos con la educación y para concientización de los ciudadanos la cultura del autocuidado; mejorando atención a víctimas, atención prehospitalaria, ampliando programas de prevención sobre el consumo de alcohol en jóvenes y estimulando la participación ciudadana para una colaboración multisectorial, ¿se podrá? Veremos.

Dr. César Álvarez Pacheco

Correo: cesar_ap@hotmail.com

Twitter: @cesar_alvarezp

Huatabampo, Sonora.

Los eventos que producen lesiones no suelen ser aleatorios o inevitables. Por esta razón, en algunos círculos se ha empezado a evitar el uso del término “accidente”. Hay quien piensa, sin embargo, que se trata de un concepto comprendido por el grueso de la población y por esta razón debería seguir siendo utilizado en tanto que ayuda a resaltar su importancia en términos de salud pública.

Otro problema asociado al uso de esta expresión es la amplia gama de eventos que incluye este término: desde choques vehiculares y atropellamientos hasta lesiones por terremotos. La constante es la presencia de una lesión física ocasionada por una causa externa en un evento que se supone no fue intencional.

En México, una de cada 10 muertes se atribuye a accidentes, que se concentran de manera muy destacada en los individuos en edad productiva. Según datos de la Encuesta Nacional de Salud, cada año más de dos millones de personas mayores de 18 años de edad sufren lesiones a consecuencia de eventos no intencionales, principalmente caídas y accidentes de tránsito.

Con el fin de resaltar la importancia de los accidentes vehiculares en la salud poblacional, cabe mencionar que 10% del total de lesiones no intencionales ocurren en la aparente seguridad de los hogares y mayormente ¡en vacaciones! No existen muchas causas de mortalidad que hayan tenido un incremento tan acelerado como éste en los últimos años. Sin embargo, la mortalidad es sólo una de las facetas del problema.

A escala internacional se estima que por cada muerte relacionada con accidentes de tráfico hay 50 individuos con lesiones de diversa magnitud. En México la relación es mucho más estrecha: una muerte por siete lesiones, lo que nos habla de una altísima letalidad de estos eventos en nuestro contexto.

La atención oportuna y algunas medidas regulares de prevención pueden reducir la letalidad de los accidentes de tráfico, pero frecuentemente no evitan las secuelas discapacitantes a mediano y largo plazo. El impacto de estas secuelas en el desarrollo personal, familiar y económico apenas comienza a ser vislumbrado.

En muchos países se ha documentado una reducción importante de la letalidad de los accidentes vehiculares con medidas tan sencillas como la obligatoriedad del uso del cinturón de seguridad; el uso de casco entre los motociclistas; la prohibición de que los niños viajen en los asientos delanteros de los automóviles; la reducción de los límites de velocidad permitida; el control del consumo de alcohol entre los automovilistas, y el uso de luces aun durante el día.

En el corto plazo se requiere de legislaciones enérgicas y de mecanismos que en verdad estimulen el cumplimiento de las normas. ¿Cómo se logrará esto? Con una adecuación legislativa y del marco jurídico; contando con recursos técnicos (policía y tecnología), que nos permitan mantener una vigilancia para el control y la supervisión del cumplimiento de las normas que se emiten fomentando valores cívicos con la educación y para concientización de los ciudadanos la cultura del autocuidado; mejorando atención a víctimas, atención prehospitalaria, ampliando programas de prevención sobre el consumo de alcohol en jóvenes y estimulando la participación ciudadana para una colaboración multisectorial, ¿se podrá? Veremos.

Dr. César Álvarez Pacheco

Correo: cesar_ap@hotmail.com

Twitter: @cesar_alvarezp

Huatabampo, Sonora.