/ martes 31 de agosto de 2021

Salud y bienestar | Primero los niños

Hoy día, la salud se encuentra bajo grave amenaza de sufrir nuevos embates por enfermedades infecciosas que se encontraban bajo control o eliminadas, esto como consecuencia de las caídas en forma generalizada de las coberturas de vacunación. Hoy nos encontramos ante un inminente regreso a clases presenciales con una “nueva normalidad” y sus diversos riesgos ¿Qué pensarán los padres de familia?

El 16 de julio de 2020 la Unicef alertó a México por una caída histórica en la cobertura de vacunación para la población infantil mexicana. Algunas de las vacunas que registraron fuertes caídas en el suministro fueron la vacuna BCG (la del nacimiento), de acuerdo con informes, únicamente 76% de los niños en México recibieron dicha vacuna en 2019, con una reducción de 20% en 2018. Comportamiento similar fue en el porcentaje de niños vacunados contra la difteria y el tétanos con 84% en 2019, cuando estas dosis de DPT habían alcanzado hasta 99% en 2015 y 90% en 2018.

Preocupa entonces el desajuste en materia de salud que provocó la emergencia sanitaria por Covid-19, y preocupa aún más que no estén vacunados para este virus. La Organización Panamericana de la Salud ha estimado que por cada 10 niños que mueran por Covid-19, morirán 100 niños más por enfermedades prevenibles por vacunación.

La evolución de esta pandemia trajo consigo la limitación de actividades de primera necesidad, tales como: desplazamientos a centros laborales, reducción del transporte de viajeros, cierre de locales de actividades culturales, artísticas, deportivas y similares; además se suspendió la actividad escolar presencial para aproximadamente 138 billones de niños en todo el mundo.

Ahora bien, entre los efectos directos de la enfermedad por Covid-19 en niños, se pueden incluir: trastornos del sueño y el apetito, dificultad para atender, hiperactividad e irritabilidad. En escolares pueden aparecer síntomas de angustia como palpitaciones, hiperventilación y diarreas, asociados generalmente a procesos de somatización como dolores de cabeza; también pueden manifestarse señales de depresión con sentimientos de tristeza y abandono. La regresión emocional y conductual es más frecuente en preescolares y escolares pequeños, pero también ocurre en adolescentes. La hospitalización del menor agrava la reacción ante el estrés que ocasiona la enfermedad.

Esto es preocupante, ya que en los últimos años se ha reportado incremento en el número de neumonías, así como enfermedades invasivas. Se menciona además que la experiencia mundial en niños coincide en que la mayor parte de los pacientes son asintomáticos o tienen enfermedad de leve a moderada. Sin embargo, en los últimos dos meses se han identificado niños con una significativa respuesta inflamatoria sistémica. Este grupo de pacientes ha requerido cuidados intensivos y la participación multidisciplinaria de médicos, es decir, el Covid y sus diversas cepas se han vuelto más agresivas y ahora con los infantes. Este particular síndrome comparte características con otros procesos inflamatorios pediátricos: enfermedad de Kawasaki, síndrome de choque tóxico, sepsis bacteriana y una respuesta exagerada inmunológica que puede ser dañina y hasta mortal.

Suele manifestarse con un cuadro de dolor abdominal intenso y concentraciones elevadas de marcadores de inflamación. Los retos actuales nos enfrentan no sólo a vencer el miedo de los padres a llevar a sus hijos a los hospitales y centros de salud a vacunar, sino a evitar al máximo las oportunidades perdidas por desabasto de vacunas, como ya fue mencionado con la vacuna BCG, que por largos periodos se ha negado a la población bajo la excusa de estar agotado su abasto a nivel nacional, lo que se considero se verá reflejado en un incremento de formas graves de tuberculosis. Viene el regreso a clases, vemos las nuevas cepas y por si fuera poco aún no hemos visto los estragos por la falta de vacunación.

Hoy día, la salud se encuentra bajo grave amenaza de sufrir nuevos embates por enfermedades infecciosas que se encontraban bajo control o eliminadas, esto como consecuencia de las caídas en forma generalizada de las coberturas de vacunación. Hoy nos encontramos ante un inminente regreso a clases presenciales con una “nueva normalidad” y sus diversos riesgos ¿Qué pensarán los padres de familia?

El 16 de julio de 2020 la Unicef alertó a México por una caída histórica en la cobertura de vacunación para la población infantil mexicana. Algunas de las vacunas que registraron fuertes caídas en el suministro fueron la vacuna BCG (la del nacimiento), de acuerdo con informes, únicamente 76% de los niños en México recibieron dicha vacuna en 2019, con una reducción de 20% en 2018. Comportamiento similar fue en el porcentaje de niños vacunados contra la difteria y el tétanos con 84% en 2019, cuando estas dosis de DPT habían alcanzado hasta 99% en 2015 y 90% en 2018.

Preocupa entonces el desajuste en materia de salud que provocó la emergencia sanitaria por Covid-19, y preocupa aún más que no estén vacunados para este virus. La Organización Panamericana de la Salud ha estimado que por cada 10 niños que mueran por Covid-19, morirán 100 niños más por enfermedades prevenibles por vacunación.

La evolución de esta pandemia trajo consigo la limitación de actividades de primera necesidad, tales como: desplazamientos a centros laborales, reducción del transporte de viajeros, cierre de locales de actividades culturales, artísticas, deportivas y similares; además se suspendió la actividad escolar presencial para aproximadamente 138 billones de niños en todo el mundo.

Ahora bien, entre los efectos directos de la enfermedad por Covid-19 en niños, se pueden incluir: trastornos del sueño y el apetito, dificultad para atender, hiperactividad e irritabilidad. En escolares pueden aparecer síntomas de angustia como palpitaciones, hiperventilación y diarreas, asociados generalmente a procesos de somatización como dolores de cabeza; también pueden manifestarse señales de depresión con sentimientos de tristeza y abandono. La regresión emocional y conductual es más frecuente en preescolares y escolares pequeños, pero también ocurre en adolescentes. La hospitalización del menor agrava la reacción ante el estrés que ocasiona la enfermedad.

Esto es preocupante, ya que en los últimos años se ha reportado incremento en el número de neumonías, así como enfermedades invasivas. Se menciona además que la experiencia mundial en niños coincide en que la mayor parte de los pacientes son asintomáticos o tienen enfermedad de leve a moderada. Sin embargo, en los últimos dos meses se han identificado niños con una significativa respuesta inflamatoria sistémica. Este grupo de pacientes ha requerido cuidados intensivos y la participación multidisciplinaria de médicos, es decir, el Covid y sus diversas cepas se han vuelto más agresivas y ahora con los infantes. Este particular síndrome comparte características con otros procesos inflamatorios pediátricos: enfermedad de Kawasaki, síndrome de choque tóxico, sepsis bacteriana y una respuesta exagerada inmunológica que puede ser dañina y hasta mortal.

Suele manifestarse con un cuadro de dolor abdominal intenso y concentraciones elevadas de marcadores de inflamación. Los retos actuales nos enfrentan no sólo a vencer el miedo de los padres a llevar a sus hijos a los hospitales y centros de salud a vacunar, sino a evitar al máximo las oportunidades perdidas por desabasto de vacunas, como ya fue mencionado con la vacuna BCG, que por largos periodos se ha negado a la población bajo la excusa de estar agotado su abasto a nivel nacional, lo que se considero se verá reflejado en un incremento de formas graves de tuberculosis. Viene el regreso a clases, vemos las nuevas cepas y por si fuera poco aún no hemos visto los estragos por la falta de vacunación.