/ lunes 28 de enero de 2019

Sin Medias Tintas | Construyendo puentes

Pues sí, Peña/Maloro dejaron una administración con problemas. No existen sin embargo las administraciones perfectas en el mundo; todas dejan acciones o programas pendientes.

Estoy seguro de que en su justa dimensión, se tomaron las decisiones consideradas apropiadas para atender las necesidades de una sociedad que exige soluciones prontas y más competencia y preparación de sus autoridades –aunque no haya siempre retribución del compromiso social–.

Además, recordemos que para eso fueron elegidos, para tomar decisiones, y con ellas auxiliarse en la administración de los recursos públicos, es decir, el dinero que todos aportamos a través de los muy variados impuestos impuestos; no vaya a usted a creer que estos son opcionales.

Ahora bien, cuando las administraciones son realmente “un cochinero”, porque durante el tiempo que estuvieron a cargo no resolvieron a atendieron la problemática social o al menos los bienes sociales mínimos como la educación, la seguridad pública y la salud, entonces sí se cuenta con los elementos para echarles en cara la incompetencia de su administración.

Si es el caso de la administración de Peña/Maloro, pues hasta el momento la sociedad no ha visto nada claro de que se aplique todo el rigor de la ley en las partes que corresponda. Si hubo corrupción, ésta debe castigarse. Así de sencillo.

Pero si en ese cochinero referido se trata de desvanecer la incompetencia de la administración entrante, entonces andamos mal, y esto es señal inequívoca del error cometido por los votantes.

Hasta el momento, la administración de AMLO/Célida se ha distinguido más por la mala planificación para resolver problemas, con estrategias de operación poco claras y violación a las leyes –particularmente la Ley de Adquisiciones para la compra de pipas/carros de basura–, que por la brillantez o la innovación de su actuación.

La complejidad del país en que vivimos y la complejidad misma de la sociedad mexicana vienen con el paquete cuando decidieron “esforzarse por el pueblo”. Se entiende que no cualquiera podría hacerse cargo de una administración; pero al menos hay que demostrar en los hechos que sí existe voluntad para alcanzar el bienestar de los ciudadanos.

Y así como se tomó la decisión de enfrentar esa circunstancia, también hay que afrontar las consecuencias de cada error o acierto, sin responsabilizar a otros, máxime cuando ninguno de esos otros ha sido enjuiciado y no se tiene más datos que los dicho por las actuales autoridades. Así no se vale. Eso es propaganda. Hay más interés político en esas acusaciones que interés social por el beneficio común… y eso que el objetivo de la política es el bien común. ¿Entonces, dónde quedamos nosotros los ciudadanos?

El detalle está en que el tiempo pasa y no se aprecia avance alguno, o al menos nada tangible para la mayoría. Sí hay beneficios para ciertos grupos, pero las nuevas autoridades deben recordar que fueron elegidos para gobernar para todos.

No han sabido tender puentes de diálogo y esa incompetencia sin duda tendrá consecuencias negativas, porque la gente quiere ser escuchada, pero sobre todo atendida en sus problemas. El no hacerlo así provoca esa desilusión que conduce a la desmoralización… y de eso ya estamos cansados, ¿o no?

Pues sí, Peña/Maloro dejaron una administración con problemas. No existen sin embargo las administraciones perfectas en el mundo; todas dejan acciones o programas pendientes.

Estoy seguro de que en su justa dimensión, se tomaron las decisiones consideradas apropiadas para atender las necesidades de una sociedad que exige soluciones prontas y más competencia y preparación de sus autoridades –aunque no haya siempre retribución del compromiso social–.

Además, recordemos que para eso fueron elegidos, para tomar decisiones, y con ellas auxiliarse en la administración de los recursos públicos, es decir, el dinero que todos aportamos a través de los muy variados impuestos impuestos; no vaya a usted a creer que estos son opcionales.

Ahora bien, cuando las administraciones son realmente “un cochinero”, porque durante el tiempo que estuvieron a cargo no resolvieron a atendieron la problemática social o al menos los bienes sociales mínimos como la educación, la seguridad pública y la salud, entonces sí se cuenta con los elementos para echarles en cara la incompetencia de su administración.

Si es el caso de la administración de Peña/Maloro, pues hasta el momento la sociedad no ha visto nada claro de que se aplique todo el rigor de la ley en las partes que corresponda. Si hubo corrupción, ésta debe castigarse. Así de sencillo.

Pero si en ese cochinero referido se trata de desvanecer la incompetencia de la administración entrante, entonces andamos mal, y esto es señal inequívoca del error cometido por los votantes.

Hasta el momento, la administración de AMLO/Célida se ha distinguido más por la mala planificación para resolver problemas, con estrategias de operación poco claras y violación a las leyes –particularmente la Ley de Adquisiciones para la compra de pipas/carros de basura–, que por la brillantez o la innovación de su actuación.

La complejidad del país en que vivimos y la complejidad misma de la sociedad mexicana vienen con el paquete cuando decidieron “esforzarse por el pueblo”. Se entiende que no cualquiera podría hacerse cargo de una administración; pero al menos hay que demostrar en los hechos que sí existe voluntad para alcanzar el bienestar de los ciudadanos.

Y así como se tomó la decisión de enfrentar esa circunstancia, también hay que afrontar las consecuencias de cada error o acierto, sin responsabilizar a otros, máxime cuando ninguno de esos otros ha sido enjuiciado y no se tiene más datos que los dicho por las actuales autoridades. Así no se vale. Eso es propaganda. Hay más interés político en esas acusaciones que interés social por el beneficio común… y eso que el objetivo de la política es el bien común. ¿Entonces, dónde quedamos nosotros los ciudadanos?

El detalle está en que el tiempo pasa y no se aprecia avance alguno, o al menos nada tangible para la mayoría. Sí hay beneficios para ciertos grupos, pero las nuevas autoridades deben recordar que fueron elegidos para gobernar para todos.

No han sabido tender puentes de diálogo y esa incompetencia sin duda tendrá consecuencias negativas, porque la gente quiere ser escuchada, pero sobre todo atendida en sus problemas. El no hacerlo así provoca esa desilusión que conduce a la desmoralización… y de eso ya estamos cansados, ¿o no?