/ jueves 7 de mayo de 2020

Sin medias tintas | El gran reto


Omar Alí López Herrera

Muchas personas me han preguntado cuándo regresaremos a la normalidad. La respuesta es sencilla: Nunca. Al menos no a la normalidad como la conocíamos.

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El coronavirus llegó para quedarse y su presencia implicará nuevos protocolos de vida social.

Por ejemplo, el regreso a la escuela significará la posibilidad de que maestros y estudiantes puedan infectarse.

El regreso al trabajo y cualquier actividad cotidiana implicará lo mismo. ¿Sabe cuánto papel se maneja por ejemplo en los gobiernos? Todas las labores que antes realizábamos las deberemos de hacer mañana bajo estrictos protocolos de seguridad sanitaria… y no hay más mientras no se tenga una vacuna, insisto.

Se aproxima un gran reto para la sociedad mexicana. Estamos tan acostumbrados a lo fácil que la reactivación social no será nada sencilla, y mucho menos la económica. Habrá que acostumbrarse a las filas, al aislamiento social, a la tolerancia, a los desobedientes (los inmortales) y a hacer las cosas de manera diferente.

Muchos dicen que al año muere más gente de influenza o diabetes que por coronavirus; es más, aseguran hay más muertes por la violencia.

De acuerdo, es verdad, pero ¿quién será el valiente en exponerse a la Covid-19? Nadie en su sano juicio quiere poner en riesgo su salud, pero la descoordinación y los cambios de opinión de las autoridades sanitarias en el manejo de la pandemia ponen en entredicho todo esfuerzo ciudadano.

Recordemos que los mexicanos sólo requerimos de un resquicio para saltarnos la norma; lo traemos tatuado en los genes (el que no transa, no avanza).

Hay que asimilar los tiempos venideros para hacer más fácil la transición. Mientras más rápido se determinen los protocolos para regresar a las actividades cotidianas, tendremos más oportunidad de ajustarnos.

Pero tampoco se espere para enseñarle a los suyos a cómo cuidarse, particularmente a los niños y personas mayores.

Todos juntos deberemos trabajar mucho con la población que todavía duda de la existencia del virus, o asegura que en los hospitales están enfermando a los pacientes, inyectándoles sustancias extrañas para matarlos, y no dejan ver a los difuntos porque no quieren ser evidenciados.

Es como el “existe el diablo y sí lo creemos, pero nos dicen que existe Dios y lo ponemos en duda”.

El gran reto será entonces retomar la vida diaria sin afectar mucho nuestra comunidad como sociedad.

De nada nos servirá la intolerancia o el enojo contra quienes no se cuidan o no siguen los protocolos dentro de la escuela, bancos, supermercados, maquiladoras, oficinas, farmacias, hospitales, restaurantes, cafeterías, bares, etcétera.

Aquí sí, lo que hagamos por nosotros mismos marcará la diferencia.


Omar Alí López Herrera

Muchas personas me han preguntado cuándo regresaremos a la normalidad. La respuesta es sencilla: Nunca. Al menos no a la normalidad como la conocíamos.

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El coronavirus llegó para quedarse y su presencia implicará nuevos protocolos de vida social.

Por ejemplo, el regreso a la escuela significará la posibilidad de que maestros y estudiantes puedan infectarse.

El regreso al trabajo y cualquier actividad cotidiana implicará lo mismo. ¿Sabe cuánto papel se maneja por ejemplo en los gobiernos? Todas las labores que antes realizábamos las deberemos de hacer mañana bajo estrictos protocolos de seguridad sanitaria… y no hay más mientras no se tenga una vacuna, insisto.

Se aproxima un gran reto para la sociedad mexicana. Estamos tan acostumbrados a lo fácil que la reactivación social no será nada sencilla, y mucho menos la económica. Habrá que acostumbrarse a las filas, al aislamiento social, a la tolerancia, a los desobedientes (los inmortales) y a hacer las cosas de manera diferente.

Muchos dicen que al año muere más gente de influenza o diabetes que por coronavirus; es más, aseguran hay más muertes por la violencia.

De acuerdo, es verdad, pero ¿quién será el valiente en exponerse a la Covid-19? Nadie en su sano juicio quiere poner en riesgo su salud, pero la descoordinación y los cambios de opinión de las autoridades sanitarias en el manejo de la pandemia ponen en entredicho todo esfuerzo ciudadano.

Recordemos que los mexicanos sólo requerimos de un resquicio para saltarnos la norma; lo traemos tatuado en los genes (el que no transa, no avanza).

Hay que asimilar los tiempos venideros para hacer más fácil la transición. Mientras más rápido se determinen los protocolos para regresar a las actividades cotidianas, tendremos más oportunidad de ajustarnos.

Pero tampoco se espere para enseñarle a los suyos a cómo cuidarse, particularmente a los niños y personas mayores.

Todos juntos deberemos trabajar mucho con la población que todavía duda de la existencia del virus, o asegura que en los hospitales están enfermando a los pacientes, inyectándoles sustancias extrañas para matarlos, y no dejan ver a los difuntos porque no quieren ser evidenciados.

Es como el “existe el diablo y sí lo creemos, pero nos dicen que existe Dios y lo ponemos en duda”.

El gran reto será entonces retomar la vida diaria sin afectar mucho nuestra comunidad como sociedad.

De nada nos servirá la intolerancia o el enojo contra quienes no se cuidan o no siguen los protocolos dentro de la escuela, bancos, supermercados, maquiladoras, oficinas, farmacias, hospitales, restaurantes, cafeterías, bares, etcétera.

Aquí sí, lo que hagamos por nosotros mismos marcará la diferencia.