/ lunes 19 de agosto de 2019

Sin medias tintas | El humor social

¿Alguna vez se ha preguntado “cómo se siente” la sociedad?

No es una pregunta fácil de contestar. Si cuando nos preguntamos a nosotros mismos tenemos dificultades para decirlo, más complicado resultará hablar por un colectivo.

Es un asunto complejo. Se trata de una mezcla del sentimiento que cada habitante del país tiene como producto de la relación con sus gobernantes y demás gobernados, y que se manifiesta en el nacionalismo o patriotismo; es decir, en un orgullo de pertenencia.

Seguramente en su familia ha tenido encuentros y desencuentros. Las más comunes de las diferencias familiares son porque su pariente no le regresó el dinero prestado o fracasó un negocio; luego están las emocionales, como cuando no se perdona algún maltrato; y por último las diferencias políticas.

Al saber de estas situaciones particulares, usted conocerá el humor familiar. Sabe, por ejemplo, qué tan útil será una convocatoria para una reunión y se da una idea de cómo resultará todo. Incluso tomará sus precauciones contra los familiares incómodos.

Para conocer el humor social debemos hacer un ejercicio similar, sólo que se requiere incluir a todas las familias en el país, para de ahí extraer datos que permitan a su vez crear una panorámica del “sentimiento de la nación”. Por eso las evaluaciones son importantes, porque gracias a ellas podemos conocer con algo de certeza cuál es el ánimo de la sociedad y así impulsar lo positivo, o bien corregir lo que se está haciendo mal.

Los medios de comunicación siempre han jugado un papel importantísimo en la conformación del humor social, y ahora se les suman las redes sociales. También han estado presentes las encuestadoras, los llamados líderes de opinión, los intelectuales, el narco, el crimen organizado, y todo lo demás que se le ocurra y que afecte el entorno social a través de la paz o la violencia, la salud, la educación, etcétera.

Una “forma” de comunicación de los gobiernos con la sociedad es a través de los servicios que le presta. Y todos sabemos lo que sucede cuando tenemos calles con baches, interrupciones en el suministro eléctrico, corrupción de funcionarios y abusos de autoridad: se incrementa el sentimiento de animadversión hacia los gobiernos, particularmente en aquellos ciudadanos que sí pagamos impuestos y esperamos verlos traducidos en beneficios o en mejores condiciones para vivir.

Pocas veces se había visto en México lo que vemos ahora: desavenencias sociales ocasionadas por polarización política. Quizá sólo durante la época posterior a movimientos sociales como la Independencia o la Revolución se suscitaron en el país eventos como los que estamos presenciando. De hecho, ni en las épocas más álgidas del poder ejercido por el PRI se habían manifestado de esta forma; había cuando menos intenciones de diálogo, hoy no.

Y seguramente lo anterior se debe a la presencia de dos factores: la impunidad y la prisa por cambiar de régimen. El enojo por la actuación de los anteriores gobiernos supera en creces la permisividad a los desaciertos de la cuarta transformación. Pero la pregunta es si México está preparado para enfrentar este tipo de situaciones sociales. Yo creo que no.

Las muestras de enojo social en contra de las instituciones van en aumento y, lo peor, se están normalizando. Es decir, a pocos les importa ver ese tipo de actos. El detalle está en que como nadie experimenta en cabeza ajena, esperaremos a ser víctimas de algún suceso donde se violenten nuestros derechos para protestar.

Ojalá y me equivoque.

¿Alguna vez se ha preguntado “cómo se siente” la sociedad?

No es una pregunta fácil de contestar. Si cuando nos preguntamos a nosotros mismos tenemos dificultades para decirlo, más complicado resultará hablar por un colectivo.

Es un asunto complejo. Se trata de una mezcla del sentimiento que cada habitante del país tiene como producto de la relación con sus gobernantes y demás gobernados, y que se manifiesta en el nacionalismo o patriotismo; es decir, en un orgullo de pertenencia.

Seguramente en su familia ha tenido encuentros y desencuentros. Las más comunes de las diferencias familiares son porque su pariente no le regresó el dinero prestado o fracasó un negocio; luego están las emocionales, como cuando no se perdona algún maltrato; y por último las diferencias políticas.

Al saber de estas situaciones particulares, usted conocerá el humor familiar. Sabe, por ejemplo, qué tan útil será una convocatoria para una reunión y se da una idea de cómo resultará todo. Incluso tomará sus precauciones contra los familiares incómodos.

Para conocer el humor social debemos hacer un ejercicio similar, sólo que se requiere incluir a todas las familias en el país, para de ahí extraer datos que permitan a su vez crear una panorámica del “sentimiento de la nación”. Por eso las evaluaciones son importantes, porque gracias a ellas podemos conocer con algo de certeza cuál es el ánimo de la sociedad y así impulsar lo positivo, o bien corregir lo que se está haciendo mal.

Los medios de comunicación siempre han jugado un papel importantísimo en la conformación del humor social, y ahora se les suman las redes sociales. También han estado presentes las encuestadoras, los llamados líderes de opinión, los intelectuales, el narco, el crimen organizado, y todo lo demás que se le ocurra y que afecte el entorno social a través de la paz o la violencia, la salud, la educación, etcétera.

Una “forma” de comunicación de los gobiernos con la sociedad es a través de los servicios que le presta. Y todos sabemos lo que sucede cuando tenemos calles con baches, interrupciones en el suministro eléctrico, corrupción de funcionarios y abusos de autoridad: se incrementa el sentimiento de animadversión hacia los gobiernos, particularmente en aquellos ciudadanos que sí pagamos impuestos y esperamos verlos traducidos en beneficios o en mejores condiciones para vivir.

Pocas veces se había visto en México lo que vemos ahora: desavenencias sociales ocasionadas por polarización política. Quizá sólo durante la época posterior a movimientos sociales como la Independencia o la Revolución se suscitaron en el país eventos como los que estamos presenciando. De hecho, ni en las épocas más álgidas del poder ejercido por el PRI se habían manifestado de esta forma; había cuando menos intenciones de diálogo, hoy no.

Y seguramente lo anterior se debe a la presencia de dos factores: la impunidad y la prisa por cambiar de régimen. El enojo por la actuación de los anteriores gobiernos supera en creces la permisividad a los desaciertos de la cuarta transformación. Pero la pregunta es si México está preparado para enfrentar este tipo de situaciones sociales. Yo creo que no.

Las muestras de enojo social en contra de las instituciones van en aumento y, lo peor, se están normalizando. Es decir, a pocos les importa ver ese tipo de actos. El detalle está en que como nadie experimenta en cabeza ajena, esperaremos a ser víctimas de algún suceso donde se violenten nuestros derechos para protestar.

Ojalá y me equivoque.