/ jueves 5 de noviembre de 2020

Sin medias tintas | La justicia

La justicia es la virtud social por excelencia y todos deseamos y esperamos vivir en una sociedad justa; pero alcanzar este nivel no resulta nada sencillo.

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Desde el código del rey Urukagina (2380-2360 a.C.) de Lagash (Iraq) hasta nuestros días han transcurrido milenios; pero la esencia se ha mantenido: Se requieren reglas para la convivencia humana en sociedad.

Urukagina se autonombró rey después de derrocar a Lugalanda y su esposa, quienes al parecer habían abusado del poder haciéndose de tierras ajenas e incrementando los impuestos a los gobernados.

Se supone que el cumplimiento de ciertas normas de comportamiento apegadas al bien común representan la garantía de lo que la mayoría determina como justicia, o Estado de Derecho, como se le llama actualmente, y tal cumplimiento es para todos los que integran una sociedad, sin excepciones.

Desde el código referido, pasando por el Código de Hammurabi, la Ley de las 12 tablas, el código de Justiniano y otros tantos textos antiguos de leyes escritas, se buscaba regular las conductas entre los hombres porque las injusticias eran comunes.

Precisamente Aristóteles explicó la virtud de la justicia partiendo de la injusticia, y clarificaba que el cumplimiento de las leyes y de la justicia generaba las condiciones para una vida buena y acciones buenas, es decir, el ser feliz. En síntesis, cuando se cumplen las leyes los ciudadanos son felices, y en sentido inverso, cuando no se cumplen, hay malestar.

¡Y en México lo somos!

Mi justicia también debe ser la del vecino y en ocasiones olvidamos la de los demás por egoísmo; pero lo molesto son las excepciones de la balanza en la aplicación de la Ley, como el caso de aquella mujer indígena liberada anticipadamente después de pasar tres años en prisión por pagar un cuaderno con un billete que ella desconocía era falso, la liberación por órdenes superiores de líderes de cárteles de drogas, o que servidores públicos muestren sin pudor riquezas inalcanzables para el hombre común.

¿Cuántos casos de injusticia habrá en este país?

Yo conozco uno de cerca: Ozier, joven bueno, hermosillense y sin vicios, es detenido por agentes ministeriales sin mediar orden de aprehensión. Aun así, durante la audiencia inicial del juicio oral CP 1319-2020, la jueza declara legal su detención, y el MP le imputa el delito de robo con violencia en las personas cometido por dos personas, basándose en la identificación de los afectados mediante una fotografía de Facebook en la cual aparece junto con el autor intelectual del robo.

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Lo vinculan a proceso y el MP solicita tres meses para complementar su investigación de año; pero por lo que se ve, el verdadero delito de Ozier fue tomarse una foto con las personas equivocadas.


La justicia es la virtud social por excelencia y todos deseamos y esperamos vivir en una sociedad justa; pero alcanzar este nivel no resulta nada sencillo.

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Desde el código del rey Urukagina (2380-2360 a.C.) de Lagash (Iraq) hasta nuestros días han transcurrido milenios; pero la esencia se ha mantenido: Se requieren reglas para la convivencia humana en sociedad.

Urukagina se autonombró rey después de derrocar a Lugalanda y su esposa, quienes al parecer habían abusado del poder haciéndose de tierras ajenas e incrementando los impuestos a los gobernados.

Se supone que el cumplimiento de ciertas normas de comportamiento apegadas al bien común representan la garantía de lo que la mayoría determina como justicia, o Estado de Derecho, como se le llama actualmente, y tal cumplimiento es para todos los que integran una sociedad, sin excepciones.

Desde el código referido, pasando por el Código de Hammurabi, la Ley de las 12 tablas, el código de Justiniano y otros tantos textos antiguos de leyes escritas, se buscaba regular las conductas entre los hombres porque las injusticias eran comunes.

Precisamente Aristóteles explicó la virtud de la justicia partiendo de la injusticia, y clarificaba que el cumplimiento de las leyes y de la justicia generaba las condiciones para una vida buena y acciones buenas, es decir, el ser feliz. En síntesis, cuando se cumplen las leyes los ciudadanos son felices, y en sentido inverso, cuando no se cumplen, hay malestar.

¡Y en México lo somos!

Mi justicia también debe ser la del vecino y en ocasiones olvidamos la de los demás por egoísmo; pero lo molesto son las excepciones de la balanza en la aplicación de la Ley, como el caso de aquella mujer indígena liberada anticipadamente después de pasar tres años en prisión por pagar un cuaderno con un billete que ella desconocía era falso, la liberación por órdenes superiores de líderes de cárteles de drogas, o que servidores públicos muestren sin pudor riquezas inalcanzables para el hombre común.

¿Cuántos casos de injusticia habrá en este país?

Yo conozco uno de cerca: Ozier, joven bueno, hermosillense y sin vicios, es detenido por agentes ministeriales sin mediar orden de aprehensión. Aun así, durante la audiencia inicial del juicio oral CP 1319-2020, la jueza declara legal su detención, y el MP le imputa el delito de robo con violencia en las personas cometido por dos personas, basándose en la identificación de los afectados mediante una fotografía de Facebook en la cual aparece junto con el autor intelectual del robo.

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