/ lunes 20 de mayo de 2019

Sin Medias Tintas /  La Policía Vecinal

Hace varios años le hice una propuesta formal a las autoridades del municipio de Hermosillo, para implementar un programa piloto que permitiera enfrentar con éxito los problemas de inseguridad que empezaban a incrementarse en mi colonia.

Se denominaba PVF o Policía Vecinal Fovissste, y no era otra cosa más que un plan de coordinación entre autoridades y vecinos para apoyarnos mutuamente y enfrentar el problema de la inseguridad con un enfoque meramente preventivo.

El programa planteaba estrategias y acciones específicas de cómo incidir en los actos delictivos con la colaboración de personal voluntario de las colonias, en el entendido de que su labor sería meramente preventiva, es decir, encaminada a evitar la comisión de hechos delictivos y a evitar que los ciudadanos se conviertan en víctimas o en autores.Confieso que la idea del Policía Vecinal no fue de quien escribe, sino que la adecué de un texto español que hablaba sobre la Policía de Barrio.

Ajusté la propuesta a la organización de las autoridades policiales de Hermosillo, y la conformación social particular de mi colonia. En mi perspectiva la idea de España era muy buena y el proyecto fácilmente podría adecuarse a nuestro municipio. Allá, sin embargo, sí funcionó bien y se sigue utilizando, mientras que aquí no convencí a nadie o quizá no hostigué al ayuntamiento lo suficiente para implementarla, o quizá no se vio como negocio… Quién sabe.

Después de un intento y fracaso para implementarse en Hermosillo años después de la presentación de la PVF, hoy veo con gusto que el programa de Policía de Barrio se está llevando a cabo en Cajeme y, si bien pudiera funcionar, creo que no lo hará mientras no exista verdadera voluntad de la autoridad para solucionar el problema de la inseguridad.

Se deben delegar algunas funciones de Seguridad Pública a la Policía de Barrio que, como dije, está conformada por ciudadanos voluntarios. Ése fue precisamente uno de los argumentos que en su momento me dieron en contra del proyecto. Es decir, que al estar conformada por ciudadanos, la Policía Vecinal podría caer en excesos o abusos.

Y me blandieron ese argumento como la espada de Damocles, como si la Policía Municipal perteneciera a la congregación de las Carmelitas Descalzas.

Los tiempos han cambiado y se requiere más acción de la sociedad para aceptar su responsabilidad en el problema de la inseguridad, y aprovechando precisamente el nuevo marco jurídico creado para los comités ciudadanos de participación social, en mi colonia le estamos entrando de lleno al problema, sin esperar a que las autoridades municipal es reaccionen. Porque hay dos caminos para enfrentar el asunto, el primero es no hacer algo y el otro es entrarle.

Y ante lo que ya sabemos que sucederá si no hacemos algo, lo mejor es entrarle; aunque batallemos y enfrentemos los problemas jurídicos inherentes, que por cierto confrontan a los buenos contra los malos pero defienden más a los malos.

Mientras los ayuntamientos y los congresos representantes del pueblo sigan ensimismados en cómo hacer negocios y en las luchas por el Poder, las y los ciudadanos tenemos la obligación moral de dejarle a las próximas generaciones un mejor espacio para vivir, y así evitar que luego nos echen en cara de que no fuimos valientes y no supimos enfrentar el problema.

Dependerá de cada uno de nosotros el darnos cuenta a tiempo de que todavía podemos solucionarlo. ¿O quién vendrá a salvarnos?

Hace varios años le hice una propuesta formal a las autoridades del municipio de Hermosillo, para implementar un programa piloto que permitiera enfrentar con éxito los problemas de inseguridad que empezaban a incrementarse en mi colonia.

Se denominaba PVF o Policía Vecinal Fovissste, y no era otra cosa más que un plan de coordinación entre autoridades y vecinos para apoyarnos mutuamente y enfrentar el problema de la inseguridad con un enfoque meramente preventivo.

El programa planteaba estrategias y acciones específicas de cómo incidir en los actos delictivos con la colaboración de personal voluntario de las colonias, en el entendido de que su labor sería meramente preventiva, es decir, encaminada a evitar la comisión de hechos delictivos y a evitar que los ciudadanos se conviertan en víctimas o en autores.Confieso que la idea del Policía Vecinal no fue de quien escribe, sino que la adecué de un texto español que hablaba sobre la Policía de Barrio.

Ajusté la propuesta a la organización de las autoridades policiales de Hermosillo, y la conformación social particular de mi colonia. En mi perspectiva la idea de España era muy buena y el proyecto fácilmente podría adecuarse a nuestro municipio. Allá, sin embargo, sí funcionó bien y se sigue utilizando, mientras que aquí no convencí a nadie o quizá no hostigué al ayuntamiento lo suficiente para implementarla, o quizá no se vio como negocio… Quién sabe.

Después de un intento y fracaso para implementarse en Hermosillo años después de la presentación de la PVF, hoy veo con gusto que el programa de Policía de Barrio se está llevando a cabo en Cajeme y, si bien pudiera funcionar, creo que no lo hará mientras no exista verdadera voluntad de la autoridad para solucionar el problema de la inseguridad.

Se deben delegar algunas funciones de Seguridad Pública a la Policía de Barrio que, como dije, está conformada por ciudadanos voluntarios. Ése fue precisamente uno de los argumentos que en su momento me dieron en contra del proyecto. Es decir, que al estar conformada por ciudadanos, la Policía Vecinal podría caer en excesos o abusos.

Y me blandieron ese argumento como la espada de Damocles, como si la Policía Municipal perteneciera a la congregación de las Carmelitas Descalzas.

Los tiempos han cambiado y se requiere más acción de la sociedad para aceptar su responsabilidad en el problema de la inseguridad, y aprovechando precisamente el nuevo marco jurídico creado para los comités ciudadanos de participación social, en mi colonia le estamos entrando de lleno al problema, sin esperar a que las autoridades municipal es reaccionen. Porque hay dos caminos para enfrentar el asunto, el primero es no hacer algo y el otro es entrarle.

Y ante lo que ya sabemos que sucederá si no hacemos algo, lo mejor es entrarle; aunque batallemos y enfrentemos los problemas jurídicos inherentes, que por cierto confrontan a los buenos contra los malos pero defienden más a los malos.

Mientras los ayuntamientos y los congresos representantes del pueblo sigan ensimismados en cómo hacer negocios y en las luchas por el Poder, las y los ciudadanos tenemos la obligación moral de dejarle a las próximas generaciones un mejor espacio para vivir, y así evitar que luego nos echen en cara de que no fuimos valientes y no supimos enfrentar el problema.

Dependerá de cada uno de nosotros el darnos cuenta a tiempo de que todavía podemos solucionarlo. ¿O quién vendrá a salvarnos?