/ jueves 16 de abril de 2020

Sin medias tintas | La unidad somos todos

Ante lo que estamos viviendo, quiero rescatar parte de un texto que escribí hace tiempo.

Imagine un mundo donde todos hicieran lo mismo para sobrevivir. Así fue la Humanidad en sus inicios. Todo se reducía a alimentarse y protegerse del peligro. Así de sencillo. No había nada más.

RECIBE LAS NOTICIAS DE EL SOL DE HERMOSILLO DIRECTO EN TU CELULAR, SUSCRÍBETE AQUÍ

Confucio dijo una vez que “La vida es realmente simple, pero insistimos en complicarla”, y la complicación llegó con el sentido de propiedad: ‘esto es sólo mío’. De ahí nace el egoísmo y no al revés (seguramente como consecuencia del reflejo animal por defender la comida).

Las emociones humanas —los defectos— nos explican cómo estamos enfrentando esta crisis.

Recuerde que los niños nacen como un cántaro vacío y éste se va llenando mientras crecen. Los responsables del contenido son los padres y el entorno, nadie más. Si llenamos el cántaro con agua pura, todos podrán beber de él; pero si ensuciamos esa agua y lo seguimos llenando, será un cántaro aislado del que nadie querrá tomar.

Desde pequeños somos instruidos para seguir ciertos códigos que nos permitan coexistir con los demás pero no necesariamente a ser empáticos. La educación recibida en casa insta cada vez más a sus integrantes a combatir, haciendo énfasis en que el dinero es equivalente al éxito y un cuerpo ejercitado es equivalente a mejores oportunidades de reproducción; una educación más cara es equivalente a certeza de triunfo, etcétera.

Sin embargo, si evaluamos nuestra vida por la forma en cómo nos relacionamos con el entorno, entonces tenemos serios problemas. En las formas simples de la cotidianeidad seguimos fracasando, al grado de que hemos llegado a creernos merecedores de todo y responsables de nada.

Si algo sucede frente a nuestros ojos, no podemos cerrarlos y hacer como que nada pasa. Existen personas con malas actitudes, es cierto; pero de todos los ciudadanos depende quitarles el halo de impunidad que se han creado, ¿o acaso no nos damos cuenta de que ese mismo comportamiento de indiferencia lo usamos en otras partes?

Somos buenos para reclamar a los gobiernos y malos para reclamarnos entre nosotros, pero no olvidemos que los gobiernos son encabezados por ciudadanos como usted y como yo, seleccionados por nosotros mismos. ¿Entonces?

Así como no todos tenemos la capacidad para administrar un municipio, un Estado o un país, tampoco significa que todos los integrantes de una administración sean eficientes por igual. Por eso, la corresponsabilidad ciudadana nos permitirá avanzar más rápido hacia mejores estados de bienestar social; los gobiernos solos no pueden.

Todos somos uno, y lo que no hacemos por los demás tampoco lo haremos por nosotros mismos; aunque creamos que sí y sigamos fingiendo que somos felices.

Ante lo que estamos viviendo, quiero rescatar parte de un texto que escribí hace tiempo.

Imagine un mundo donde todos hicieran lo mismo para sobrevivir. Así fue la Humanidad en sus inicios. Todo se reducía a alimentarse y protegerse del peligro. Así de sencillo. No había nada más.

RECIBE LAS NOTICIAS DE EL SOL DE HERMOSILLO DIRECTO EN TU CELULAR, SUSCRÍBETE AQUÍ

Confucio dijo una vez que “La vida es realmente simple, pero insistimos en complicarla”, y la complicación llegó con el sentido de propiedad: ‘esto es sólo mío’. De ahí nace el egoísmo y no al revés (seguramente como consecuencia del reflejo animal por defender la comida).

Las emociones humanas —los defectos— nos explican cómo estamos enfrentando esta crisis.

Recuerde que los niños nacen como un cántaro vacío y éste se va llenando mientras crecen. Los responsables del contenido son los padres y el entorno, nadie más. Si llenamos el cántaro con agua pura, todos podrán beber de él; pero si ensuciamos esa agua y lo seguimos llenando, será un cántaro aislado del que nadie querrá tomar.

Desde pequeños somos instruidos para seguir ciertos códigos que nos permitan coexistir con los demás pero no necesariamente a ser empáticos. La educación recibida en casa insta cada vez más a sus integrantes a combatir, haciendo énfasis en que el dinero es equivalente al éxito y un cuerpo ejercitado es equivalente a mejores oportunidades de reproducción; una educación más cara es equivalente a certeza de triunfo, etcétera.

Sin embargo, si evaluamos nuestra vida por la forma en cómo nos relacionamos con el entorno, entonces tenemos serios problemas. En las formas simples de la cotidianeidad seguimos fracasando, al grado de que hemos llegado a creernos merecedores de todo y responsables de nada.

Si algo sucede frente a nuestros ojos, no podemos cerrarlos y hacer como que nada pasa. Existen personas con malas actitudes, es cierto; pero de todos los ciudadanos depende quitarles el halo de impunidad que se han creado, ¿o acaso no nos damos cuenta de que ese mismo comportamiento de indiferencia lo usamos en otras partes?

Somos buenos para reclamar a los gobiernos y malos para reclamarnos entre nosotros, pero no olvidemos que los gobiernos son encabezados por ciudadanos como usted y como yo, seleccionados por nosotros mismos. ¿Entonces?

Así como no todos tenemos la capacidad para administrar un municipio, un Estado o un país, tampoco significa que todos los integrantes de una administración sean eficientes por igual. Por eso, la corresponsabilidad ciudadana nos permitirá avanzar más rápido hacia mejores estados de bienestar social; los gobiernos solos no pueden.

Todos somos uno, y lo que no hacemos por los demás tampoco lo haremos por nosotros mismos; aunque creamos que sí y sigamos fingiendo que somos felices.