/ martes 7 de mayo de 2019

Sin medias tintas | Los malos van ganando

Hace tiempo escribí acerca de mi deseo de que en la sociedad actual existiéramos más personas que aspiramos a hacer el bien que aquellas afanosas en hacer el mal. Si bien no tengo suficientes elementos para firmar mi deseo cumplido —menos hoy, ante la evidente polarización—, sí me preocupan las acciones de los malos y de cómo la ley hace cada vez más complicada la procuración de la justicia.

Consideremos que los hacedores del mal no esperan una respuesta similar a sus acciones por parte de los que hacen el bien. En otras palabras, los buenos no actúan como los malos; pero el detalle está en que es cada vez más común ver sufrir a los buenos.

Y le pondré a usted tres ejemplos de lo anterior:

Recientemente una persona se presentó ante un juzgado para responder a una denuncia por amenazas con violencia que él le hiciera a alguien hace más o menos un año atrás. Acudió tras su tercer citatorio, ya que supuestamente había hecho caso omiso a dos anteriores.

Al asistir al juzgado, el mundo se le vino encima. Ahí mismo, después de declarar, le cumplimentaron una orden de aprehensión y le dictaron prisión preventiva; un procedimiento por demás irregular. Pero eso no es todo, si bien no niega haber amenazado a la persona que lo denuncia, lo hizo porque ésta se presentó en su pequeño terreno acompañado de otras cuatro personas, a mitad de la noche y allanando su propiedad. ¿Usted no amenazaría a cuatro personas que entran a su casa sin permiso?

La cuestión es que el demandado le debe 500 mil pesos al demandante por un inmueble vendido y está usando la cárcel como mecanismo de presión para cobrarle.

En otro caso interesante, una servidora pública del Ayuntamiento de Hermosillo es despedida por negarse a aceptar el acoso del que es víctima por parte de su jefe. Tras 18 años de servicio, es acusada de ser parte “del equipo del Maloro” y, con esa supuesta justificación, ahora resulta que deberá defenderse no sólo ante la autoridad por semejante injusticia sino también ante la sociedad por disfrutar de la Isla de Lesbos.

Y en el tercer ejemplo de estas raras señales de que los malos van ganando, se encuentra el caso de Iris, joven mujer hermosillense y luchona que ha sacado adelante a sus dos hijos pequeños. Con mucho tesón y esfuerzo, Iris alcanzó una buena posición económica vendiendo productos de belleza difíciles de conseguir en México; el inglés de la preparatoria le fue suficiente para iniciar contactos internacionales.

Su éxito se vio coronado con la fortuna, pues obtuvo un importante premio en una lotería de Estados Unidos. Y su felicidad terminó el día que abrió la puerta de su casa para ser arrestada por no presentarse ante un MP para responder por las acusaciones de incumplimiento del pago de pensión que le hiciera su ex pareja, a quien no había visto desde hacía 15 años, cuando nació el primer hijo. Se le dictó prisión preventiva sin motivo alguno.

Y dirá usted, ¿pensión? Sí, así como lo lee: pensión; pese a que ella tiene la tutoría y la patria potestad de los niños.

Y mientras sean peras o manzanas respecto a quién le asiste la razón, los tres habrán de defenderse, dos desde la cárcel, precisamente por esos retorcidos ejercicios de la sustancia que se supone debería mantener a las sociedades unidas: la Justicia.

Habrá que cuidarse más, no vaya a ser que ese tipo de justicia nos alcance un día de estos.

Hace tiempo escribí acerca de mi deseo de que en la sociedad actual existiéramos más personas que aspiramos a hacer el bien que aquellas afanosas en hacer el mal. Si bien no tengo suficientes elementos para firmar mi deseo cumplido —menos hoy, ante la evidente polarización—, sí me preocupan las acciones de los malos y de cómo la ley hace cada vez más complicada la procuración de la justicia.

Consideremos que los hacedores del mal no esperan una respuesta similar a sus acciones por parte de los que hacen el bien. En otras palabras, los buenos no actúan como los malos; pero el detalle está en que es cada vez más común ver sufrir a los buenos.

Y le pondré a usted tres ejemplos de lo anterior:

Recientemente una persona se presentó ante un juzgado para responder a una denuncia por amenazas con violencia que él le hiciera a alguien hace más o menos un año atrás. Acudió tras su tercer citatorio, ya que supuestamente había hecho caso omiso a dos anteriores.

Al asistir al juzgado, el mundo se le vino encima. Ahí mismo, después de declarar, le cumplimentaron una orden de aprehensión y le dictaron prisión preventiva; un procedimiento por demás irregular. Pero eso no es todo, si bien no niega haber amenazado a la persona que lo denuncia, lo hizo porque ésta se presentó en su pequeño terreno acompañado de otras cuatro personas, a mitad de la noche y allanando su propiedad. ¿Usted no amenazaría a cuatro personas que entran a su casa sin permiso?

La cuestión es que el demandado le debe 500 mil pesos al demandante por un inmueble vendido y está usando la cárcel como mecanismo de presión para cobrarle.

En otro caso interesante, una servidora pública del Ayuntamiento de Hermosillo es despedida por negarse a aceptar el acoso del que es víctima por parte de su jefe. Tras 18 años de servicio, es acusada de ser parte “del equipo del Maloro” y, con esa supuesta justificación, ahora resulta que deberá defenderse no sólo ante la autoridad por semejante injusticia sino también ante la sociedad por disfrutar de la Isla de Lesbos.

Y en el tercer ejemplo de estas raras señales de que los malos van ganando, se encuentra el caso de Iris, joven mujer hermosillense y luchona que ha sacado adelante a sus dos hijos pequeños. Con mucho tesón y esfuerzo, Iris alcanzó una buena posición económica vendiendo productos de belleza difíciles de conseguir en México; el inglés de la preparatoria le fue suficiente para iniciar contactos internacionales.

Su éxito se vio coronado con la fortuna, pues obtuvo un importante premio en una lotería de Estados Unidos. Y su felicidad terminó el día que abrió la puerta de su casa para ser arrestada por no presentarse ante un MP para responder por las acusaciones de incumplimiento del pago de pensión que le hiciera su ex pareja, a quien no había visto desde hacía 15 años, cuando nació el primer hijo. Se le dictó prisión preventiva sin motivo alguno.

Y dirá usted, ¿pensión? Sí, así como lo lee: pensión; pese a que ella tiene la tutoría y la patria potestad de los niños.

Y mientras sean peras o manzanas respecto a quién le asiste la razón, los tres habrán de defenderse, dos desde la cárcel, precisamente por esos retorcidos ejercicios de la sustancia que se supone debería mantener a las sociedades unidas: la Justicia.

Habrá que cuidarse más, no vaya a ser que ese tipo de justicia nos alcance un día de estos.